Capitulo 1

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-¿Qué paso, hermano? ¿Ya te enteraste de la nueva abogada?- Elliot Grey entró a la oficina de su hermano, Christian, como perro por su casa.

-Pasa con confianza, Elliot.- Le contestó a su hermano mayor, dejó de arreglar unos documentos en su computadora, se puso de pie, y le dio un caluroso abrazo, pues tenía dos semanas sin verlo.

-Dime, ¿Te enteraste?

-¿De...?

-La nueva abogada.

-Ah, la que viene en remplazo de Esperanza.- Los dos se lanzaron miradas cómplices al recordar el significado de ese nombre; Esperanza había sido una de las abogadas familiares del bufete "Grey", pero también había sido una de tantas mujeres que habían estado en la lista de sus apuestas. Sí, las apuestas de los hermanos Grey. Elliot y Christian siempre hacían ese tipo de jueguitos, el que se llevaba primero a la cama de turno, ganaba o bien podría ser hasta un auto o una simple cena. El juego se les parecía muy divertido a ambos, claro que a la mujer en cuestión, no, ya que casi siempre terminaba enamorada y por lo tanto herida.

-Esa misma; ¿Crees que podamos...?

-¿Hacer la apuesta? No lo sé. Papá se enteró de lo tuyo con Esperanza y lo más seguro es que haya contratado a una gorda cincuentona que tenga todo caído.- las carcajadas por parte de ambos no se hicieron esperar y comenzaron a resonar en toda la oficina.

-¿Te imaginas aquello?- otra carcajada le siguió.- No creo, Papá no llega a esos extremos.

-No lo sé, esperemos a ver la... mercancía y ya después hablamos.

- Me parece bien. ¿Qué apostaríamos?

- Quizá...

Carrick Grey, su padre, interrumpió en ese momento la conversación, entró a la oficina de su hijo sin tocar la puerta, nunca lo hacía, ya que decía que todo aquello era de él, por lo que podía entrar a donde y cuando quisiese. El hombre ya entrado en años, avanzó por la oficina y miró fijamente a sus dos hijos. Christian era el que más se parecía a él, Elliot a su madre ya fallecida. Christian y Carrick tenían las mismas facciones, el mismo cabello, con la diferencia de que el anciano ya tenía algunas canas, mientras que el cabello de Christian era cobrizo.

– ¿Qué pasó, papá?

–La sala de juntas. Ustedes dos. Ya.

Carrick siempre daba ese tipo de órdenes, no le importaban si los demás comprendían o no. Se retiró así como había entrado, dejando a Elliot y a Christian con algunas dudas en la cabeza, las cuales serían resueltas si cumplían la orden de su padre.

La estructura del bufete no era complicada, simplemente tenía cinco pisos, en el de abajo, se encontraba una especie de cómoda recepción, en donde se hallaban una pequeña salita con una máquina para el café y una máquina en donde podía obtenerse agua, era una especie de cocina. En el segundo; los abogados familiares, en el tercero; los abogados penales, en el cuarto; la sala de juntas y la sala de archivos, en donde se guardaban todos los expedientes de los casos que pasaban por allí y en el quinto; las oficinas de los dueños; Carrick, Christian y Elliot Grey, junto con la oficina de Grace de Grey, la cual había permanecido cerrada desde su muerte. Todos en la familia habían sido abogados, a Christian no le gustaba aquella profesión, pero su padre lo había obligado a estudiarla, por lo que no tuvo más remedio que obedecerle.

Al igual que no tuvo más remedio que casarse con Leila, la hija de Helena Lincoln, una gran amiga de Carrick que lo había ayudado varias veces a salir de problemas económicos. Ese matrimonio era otra cosa, en realidad, no era un matrimonio, era más bien un contrato, un contrato en el que se establecía que tenían que llevar un año de casados, pero en realidad su relación consistía en unas cuantas noches de sexo intenso y más nada, al día siguiente Leila se iba de compras a Europa o eso decía, y Christian se quedaba en Seattle, trabajando y... consiguiéndose distintas amantes, a fin de cuentas, era un hombre y eso era normal en los hombres, ¿cierto?

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now