Capitulo 17

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– ¿Anastasia? –Kate tocó suavemente la puerta de la habitación de su media hermana, sin recibir respuesta, pero sabía que estaba allí. –Necesito hablar contigo, por favor, ábreme. –Le suplicó. Entró sin permiso, encontrando a Anastasia hecha un ovillo en la esquina de su cuarto, inmediatamente corrió hacia ella. Observó su cabello despeinado, sus mejillas cubiertas por un camino negro, producto del rímel corrido y sus manos. Sus nudillos estaban morados, con algunas gotas de sangre. Ella no pudo evitar pegar un gritito al verla así. – ¡¿Qué te pasó?! –Preguntó alarmada. Anastasia no la miraba a los ojos, seguía con la vista fija en la nada. – ¡Anastasia! –Ella volteó a verla por primera vez, mientras Kate se colocaba en cuclillas. En el azul de los ojos de su hermana, no se reflejaba nada. – ¿Qué te hicieron?

–Nada. –Contestó con calma.

– ¿Qué te hiciste? –Preguntó, con los ojos llorosos. Su hermana estaba destrozada, tanto física como emocionalmente.

–Nada. –Susurró. Kate se colocó de pie, yendo hasta el baño de su cuarto, trayendo consigo el botiquín de primeros auxilios.

No quiero que vuelvas a hacerte daño, Anastasia. –Le pidió, comenzando a sujetar la mano derecha de ella, tomando algodón, echándole alcohol encima, desinfectando las pocas heridas que tenía en los nudillos. –Por favor. –Repitió al ver que ella no respondía.

Perdón. –Contestó en un susurro.

No vale la pena, Ray no vale la pena. –Comenzó a decir, aplicando después una pomada sobre los nudillos.

–Esto no es por Raymond.

– ¿Hoy no lo viste?

–Sí, sí lo vi. Pero no es por él. Es más complicado. No lo entiendes.

– ¿Por qué no lo explicas? –Le pidió, vendándole la mano y pasando a la otra, comenzando a desinfectarla.

–No puedo explicar algo que no entiendo. Son muchas cosas.

–Así sean miles de cosas, no debes lastimarte.

–No lo haré, no de nuevo. Solo necesitaba desahogarme. –Le contestó, aún sin mirarla. Haciendo una mueca de dolor al notar cómo la mano izquierda le escocía más que la derecha. Quizá era porque al ser zurda y golpear la pared, había aplicado más fuerza en esa.

–Quiero que me lo prometas. –Vendó la mano izquierda de su hermana.

–Lo prometo.

–Prométemelo mirándome. –Le pidió. Anastasia la miró a los ojos.

–Lo prometo.

*****

No deberías ir a trabajar. –Le dijo su hermana, mirándola con reproche desde el sofá mientras ella preparaba su maletín para el día siguiente.

Ya falté hoy. –Contestó cortantemente, haciendo una mueca de dolor al tener que meter unas carpetas, rozando la dura tela del bolso con la venda de sus heridas.

– ¿En serio? ¿Por qué?

–Me vi con Raymond en un café y honestamente me arruinó el día.

–Oh. Yo también lo vi hoy.

–Es lógico, es veinticinco.

–Y él es tan puntual.

–Sí, lo sé.

**

Para aquella ocasión tomó un taxi que la llevase al bufete, si iba en metro, terminaría multiplicando el dolor de sus manos. Honestamente estaba comenzando a preguntarse si quizá no tendría algún hueso roto. A pesar de tomarse un ibuprofeno, el dolor seguía allí. Llegó temprano, por lo que dejó su maletín y bolso en su oficina. Se dirigió a la salita que se encontraba al lado de la recepción, preparándose rápidamente un café. Volvió a su oficina, respondiendo un mensaje que tenía de su hermana. Con el café en mano pasó por el frente de los ascensores. La puerta de uno de estos se abrió, dejando ver a Christian que también iba distraído. Chocaron. Anastasia se regó el café encima, dejando caer su teléfono empapado. Unas cuantas gotas le salpicaron a Christian. Él alcanzó a guardar su teléfono en el bolsillo.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now