Capito 34

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–Así que Anastasia no cumplió su promesa. –Susurró Jack, mientras entraba a la sala en donde le harían el interrogatorio. Christian estaba mirando todo en una habitación al lado de allí junto con algunos colegas más, a través de un vidrio especial para aquellas situaciones. Él podía verlo pero Jack no. Anastasia no tenía ni la más mínima idea de aquello y era mejor que así fuese. Christian le había prometido no encarcelarlo, pero él simplemente no pudo resistirse y colocó la demanda, no necesitaron nada más, él tenía sus contactos, era el hijo de uno de los abogados más importantes de todo el país. La policía había comenzado su búsqueda y tras un par de días, lograron atraparlo.

– ¿Qué dice? –Preguntó Alfredo, el detective que se encargaría de interrogarlo.

Sé que Christian debe andar por aquí... Viéndome. Quiero hablar con él. –Declaró, con unas notas peligrosas en su voz.

No creo que...

–Quiero verlo. –Espetó con un fuego peligroso en su mirada.

Alfredo se colocó de pie, saliendo de la sala, yendo al otro cuarto, encontrándose a Christian en el camino.

– ¿Vas a...?

–Si así confiesa todo lo que hizo, sí. –Contestó mientras seguía de largo, yendo a la habitación en donde estaba Jack.

Entró, sentándose a la vez que se soltaba uno de los botones de su chaqueta, colocando el talón derecho sobre la rodilla izquierda y ambas manos sobre su pierna izquierda.

– ¿Y bien? –Preguntó, mirándolo fijamente.

Anastasia no cumplió su promesa. –Declaró, mirándolo con un aire amenazante.

– ¿Qué promesa, Hyde?

–No tenía por qué decirle nada a nadie.

–Tú mismo te delataste. Ella nunca dijo nada.

–Seguro te lo dijo a ti. Su amante.

Sea como sea, debes pagar por lo que hiciste. Nadie tiene el derecho de lastimar a nadie, mucho menos a una mujer.

–Yo no la lastimé. –Declaró con aire petulante.

– ¿No? ¿Y cómo llamas lo que le hiciste?

– ¿Qué le hice? –Preguntó con inocencia fingida. Christian estaba a punto de descontrolarse y golpearlo.

–Sabes lo que le hiciste. –Contestó con aire sombrío.

– ¿Por qué no dices la palabra? ¿No te gusta saber que tu amante actual fue tocada, besada y... violada por mí? –Dijo con una sonrisa ladeada, haciendo énfasis en la palabra, que sabía, Christian no quería escuchar. Él se colocó de pie bruscamente, tumbando la silla, se inclinó hacia adelante, agarrándolo por el cuello de la camisa que tenía, sacudiéndolo.

– ¿Qué se siente saber que tienes que obligar a las mujeres para acostarte con ellas?

–Yo no la obligué. Reclamé lo que merecía. –Espetó, con total calma. Él volvió a sacudirlo, a la vez que se abría la puerta, dejando ver a Alfredo.

Christian, cálmate, por amor a Dios.

–De acuerdo. –Lo soltó de una forma totalmente brusca, recogió su silla, sentándose de nuevo.

– ¿Sabías que Anastasia y yo estuvimos a punto de casarnos? –Christian abrió los ojos como platos. ¿Anastasia se iba a casar con ese imbécil? ¿Por qué no se lo había dicho? –Faltaba un mes para la boda y ella seguía sin querer acostarse conmigo. Sólo reclamé lo que merecía. –Concluyó.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now