Epílogo Parte I

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Nunca en su vida había estado tan nerviosa. Lo peor del caso era que no se sentía bien; Carlos la había llevado a comer con Kate el día anterior y estaba segura de que aquella comida le había caído mal. Otra vez. Tendría que dejar de ir a ese restaurant. Se sentía mareada y había despertado con náuseas. Joder, eso no podía estar pasando, no el día de su boda.

A ver, la cabeza hacia delante, nena. –Le pidió Antonella, la peluquera que le estaba haciendo aquel peinado para su matrimonio.

–¡Ya! ¡Aquí está! –Exclamó su tío, ya listo, envuelto en un esmoquin, llegando con el vestido de novia en su mano. Anastasia sonrió al verlo, no se había equivocado al elegir aquel vestido. No tenía ni tiras ni mangas; era strapless. Con un fino detalle de pedrería ubicado en una línea sobre su pecho. Después de allí era un blanco impecable, cayendo primero ajustándose a su figura, marcando su cintura y sus senos, para después caer libremente por sus caderas y piernas, con algunas pinzas que le daban forma a algunos pliegues.

Ya. Puedes ir a vestirte, nena. –Le informó Antonella.

Gracias. –Contestó, colocándose de pie, sintió cómo la seda de su albornoz acarició su piel. Debajo de él tenía el conjunto que usaría para su noche de bodas; aquel babydoll blanco hacía juego con el liguero del mismo color, ambos parecían totalmente inocentes y puros. Aunque sabía que Christian se volvería loco de deseo al verla. Sonrió. Su ya esposo ante las leyes del hombre, la hacía sentir deseada y amada.

Miró su peinado y su maquillaje en el espejo. Algunos mechones de su cabello castaño oscuro ondulado, se sostenían con un hermoso broche, decorado con brillantes diamantes, justo en la mitad de su cabeza. Haciendo una especie de media cola. Aquellos mechones caían con unas suaves ondas por el cuello y espalda de ella. Su flequillo estaba totalmente liso, marcándole la mitad de la frente para después esconderse por detrás de su oreja.

En cuanto a su maquillaje; sus ojos estaban delineados con una suave máscara de pestañas, lo que hacía que aquel azul ya intenso y brillante por la felicidad, resaltase más. Un poco de rubor y un color rosa claro completaban el cuadro.

–¡Ana! –Exclamó Alaska, entrando a abrazarla.

–¡Nena! –Contestó, plantándole un beso en la mejilla.

–¡Me alegro tanto de que vayas a casarte! ¡Sabía que tenías algo con Christian! –Le dijo con una sonrisa.

Será mejor que comiences a vestirte. –Interrumpió Kate, a quien ya se le notaba levemente el embarazo, aunque aquel vestido celeste, que enmarcaba sus senos y luego caía libremente por su cintura, caderas y piernas, sabía disimular muy bien su estado. –Vamos, yo te ayudo.

**

Aún no podía creer que, dentro de un par de horas, uniría su vida ante Dios con Anastasia. Hacía dos días que ya se habían casado civilmente. Y la noticia ya había salido ante los periódicos:

Christian Grey, el abogado y empresario se casa!"

Aunque honestamente no le gustaba que no dijesen el nombre de Anastasia. Y lo que más lo enfurecía, eran los titulares que habían sacado unas cuantas revistas:

Pero se dijo a sí mismo que no iba a permitir que su felicidad se viese opacada por unos periodistas amarillistas. Él sabía la verdad y sabía que Anastasia era mucho más que una de sus amantes. Se dio cuenta de la hora; las doce y media. Sería mejor que comenzase a arreglarse si quería estar listo a las dos, para llegar a la iglesia a las tres de la tarde.

**

Estoy muy nerviosa. –Susurró, sentándose con cuidado, tratando de que su vestido no se arrugase.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now