Capitulo 19

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El día no estaba yendo muy bien que se dijese, había amanecido lloviendo a cántaros y la cabeza estaba a punto de reventarle. Después de la pesadilla no pudo seguir durmiendo, por lo que tuvo que usar su corrector de ojeras.

Había ido a primera hora hacia la oficina de Christian, para decirle que no quería más nada con él, estaba decidida a terminar pero él había tenido la brillante idea de llegar tarde ese día. Así que no pudo decirle nada. Volvió a su oficina hecha una furia, estaba molesta. Molesta sin motivo alguno. Se sentía irritable y frustrada. Cargaba un genio de los mil demonios, ni siquiera se soportaba a sí misma.

Oye, Ana ¿te pasa algo? –Le preguntó Carolina, al ver que tomaba su café, caminando de un lado a otro.

–Nada.

– ¿Segura? ¿Dormiste anoche?

– ¡No! –Le gritó, tirando el café a la basura, yéndose de la sala hacía a su oficina para encontrar a Jose allí.

Perfecto. Sólo eso le faltaba.

– ¿Qué pasa?

–Nos tenemos que ir.

– ¿A dónde? –Preguntó sin interés.

–A acompañar a Verónica, la trabajadora social.

– ¿Para qué? –Rodó los ojos.

–Quiere que observemos el caso de los Iturbe, el de la adopción. Al parecer los padres no han cumplido con las leyes que se establecen en la adopción de un menor. Ya sabes, quiere que detectemos si aún seguirán con la custodia o no. O si introduciremos la demanda.

–De acuerdo, de acuerdo. –Susurró, frotándose la frente con aire cansino. – ¿Cuándo?

–Ahora mismo. Ella nos llevará. Creo que viven por las afueras de la ciudad.

–Vale. –Suspiró mientras se dirigía a su oficina a buscar su bolso.

Pocos minutos después estaba en el auto con Verónica y Jose. Ella iba en el asiento trasero, observando cómo la lluvia caía con brusquedad en el pavimento. Podía escuchar las gotas golpeando fuertemente el techo del AVEO negro y con aquel sonido, poco a poco sus párpados se fueron cerrando

**

Eso ya no le gustaba. Se había dormido pensando en Anastasia, había soñado con Anastasia y se había despertado pensando en Anastasia. ¿Qué estaba pasando? ¿En qué momento esa mujer había pasado a ocupar todos sus pensamientos? ¿Y por qué? ¿Por qué no había un solo segundo en que ella saliese de su mente?

Necesitaba aclarar sus sentimientos. ¿Sentimientos? ¿Realmente sentía algo por ella? No lo sabía.

Necesitaba... Necesitaba volver a acostarse con ella. Sí, quizá después de otro revolcón se le pasaría lo que fuese que estuviese sintiendo. Eso. Pero, ¿qué ocurriría si, en vez de saciar su necesidad de ella, ésta aumentaba?

Mierda, no tenía respuesta a esa pregunta.

**

La jaqueca de Anastasia no disminuía, pero ese era el menor problema que la aquejaba; lo cierto era que tenía un mal presentimiento. Como si algo malo fuese a pasar. ¿Pero qué? Seguían avanzando por aquella carretera, mientras ella veía cómo las gotas de lluvia golpeaban la ventana del auto. Había dormido un par de minutos en el auto, pero la lluvia no amainaba ni un ápice.

–Ana.

– ¿Ah? –Preguntó ella, saliendo de sus pensamientos.

Es Christian, quiere hablar contigo. –Le dijo Jose, pasándole su teléfono. Ella colocó los ojos en blanco, mientras tomaba aquel aparato.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now