Capitulo 33

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Los ojos de Anastasia comenzaron a aguarse. Había perdido a un hijo. Un hijo. Y ni siquiera había sabido que venía en camino. Eso era lo más doloroso e irónico del caso.

– ¿Está bien, señorita Steele? –Anastasia miró al doctor, con los ojos ya repletos de lágrimas.

S...sí. –Alcanzó a decir.

No se preocupe. Sé que quizá está en shock pero... Puede volver a intentarlo. –Forzó una sonrisa. Al ver que ninguno de los dos decía nada, el doctor solo logró decir unas cuantas palabras antes de retirarse.

Estabas... embarazada. –Comenzó a decir Christian.

Y tú has de estar feliz al enterarte de que perdí al bebé. –Espetó, mientras sus lágrimas comenzaban a derramarse.

–Anastasia, por el amor de Dios, no... –Él trató de abrazarla, de rodearla con sus brazos. Quería que recostase la cabeza en su pecho y se desahogase, quería que ella supiese que él estaría allí para siempre, que no se iría, que no la dejaría sola con ese dolor.

No me toques. No quiero que nadie me vuelva a tocar en lo que me resta de vida. Quiero estar sola.

–Está bien. Te... entiendo. –Él se fue del cuarto de Anastasia, dejándola sola.

Al ver que Christian se iba, las lágrimas de Anastasia comenzaron a correr por sus mejillas, mientras comenzaba a sollozar. Si bien se había prometido a sí misma no llorar en un buen tiempo, sabía que sería muy ilógico que no llorase por la pérdida de su bebé. Del bebé de Christian.

**

Christian salió al pasillo, tratando de asimilar aquella noticia.

"Estaba embarazada, señorita Steele."

"Perdió al bebé."

Iba a ser padre y... Y Jack le había quitado ese privilegio. Ahora más que nunca odiaba a aquel bastardo. Salió del hospital, Anastasia no querría verlo en estos momentos y él necesitaba calmarse, tomar aire, respirar. Asimilar la noticia de que iba a ser padre... Pero ya no.

**

Estaba a punto de colocarse de pie, cuando la puerta de su habitación se abrió y al reconocer ese rostro, se quedó helada.

– ¿Anastasia? ¿Anastasia Steele? –Preguntó la rubia.

– ¿Usted? –Preguntó sorprendida al verla.

Así es. Leila Lincoln. –Anastasia frunció el ceño al escuchar aquel nombre. Leila. Leila. ¿Esa no era la mujer que había besado a Christian? Sí. – ¿No te dice nada mi nombre? ¿Me reconocerías más si te digo que me llamo Sofía Lincoln? –Preguntó con cinismo.

– ¿Qué?

–Así es; soy Leila Sofía, la esposa de Christian.

– ¿Qué hace aquí? –Preguntó, tratando de no demostrar que estaba sorprendida. ¿Leila Sofía? ¿En serio?

Vine a darte una advertencia, perra. –Anastasia sólo se quedó allí, mirándola, no caería tan bajo como para empezar a insultar. – ¿Eres la amante de mi esposo, cierto?

–No sé si amante sea la mejor palabra.

–Te planteo de nuevo la pregunta; ¿te acostaste con mi marido?

–Sí. –Contestó, mirándola fijamente a los ojos. Leila se colocó al pie de la cama.

– ¿Y qué se siente, querida, saber que mientras a mí me hacía el amor, contigo era sexo?

Las Heridas Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora