Capitulo 31

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Pero, ¿por qué? ¿Quién podría haber hecho semejante cosa? Ella no tenía dinero ni nada por el estilo. Oh, mierda, pero... Sí tenía enemigos, enemigos gracias a su trabajo y enemigos en su vida personal. Mierda. Mierda.

Raymond.

Jack.

Joder, eso estaba mal.

Intentó desatar el nudo de sus manos y entonces se reprimió a sí misma por ser estúpida. Eran cadenas. Cadenas que se unían a la pared. Jamás podría desatarlas ni romperlas. Intentó moverse un poco, quería quedar debajo de una de las ventanas que había para poder iluminarse un poco con la luz natural. Aquel lugar era repulsivo. Olía a humedad, a suciedad. A moho.

No estaba tan alterada, no tan alterada como podría estar. A estas alturas incluso ya creía que lo mejor era morirse, que ya nadie más podría hacerle tanto daño.

Estaba a punto de arrastrarse hasta la ventana cuando la puerta se abrió de repente.

– ¿Despertaste, Anita? –La voz de aquel hombre de mediana estatura, cabellos blancos, sonrisa retorcida y mirada cruel, invadió sus sentidos. –Oh, cierto, se me olvidaba que no puedes hablar. ¿Te parece si te quito la cinta?

El hombre se paró enfrente de ella. Anastasia asintió, dudando.

Aquel individuo fue lo más brusco posible, le arrancó la cinta de un tirón y antes de que Anastasia se lo pensase, pegó un grito. Lo siguiente que sintió fue la mano del hombre golpeándola con exagerada fuerza en la mejilla.

– ¡Así no sirve! ¡No puedes gritar! –Le dijo a la vez que le colocaba otra vez la cinta en la boca. –Aunque no te servirá. –Agarró el mentón de ella. –Nadie podrá oírte.

Anastasia estaba luchando seriamente para aguantarse las lágrimas. En primer lugar le había dolido demasiado aquella cachetada y en segundo, le daba una impotencia terrible el no poder hacer algo contra aquel hombre.

– ¿Sabes por qué estás aquí? –Ella negó. –No te preocupes, lo sabrás en unos cuantos días. –Se acercó a la puerta. –Vete olvidando de la cena. Así castigamos a las rebeldes. –Dijo en tono burlón.

**

– ¡Es que esto no puede ser! –Kate se colocó de pie, cubriendo su cuerpo con una sábana.

– ¿Qué? –Preguntó Jose, soñoliento.

– ¡Anastasia sigue sin aparecer!

– ¿Qué dijiste?

–No me contesta, ¿y si le pasó algo? –Preguntó, preocupada.

Déjame averiguar. –Jose tomó su celular y marcó el número de Christian.

**

– ¿Christian?

– ¿Qué pasa? –Preguntó de mala gana.

– ¿Anastasia no está contigo? – ¿Anastasia? ¡Anastasia! La que lo había engañado durante todo este tiempo.

No.

–Es que... Anoche no llegó a su casa, ni hoy, así que Kate anda preocupada por ella.

–De seguro está con uno de sus tantos amantes y se le fue la hora divirtiéndose.

–Christian, no contesta.

–Quizá se quedó sin batería. No se preocupen que esa se sabe cuidar sola.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now