25.

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***NARRA NATE***


Domingo. Por desgracia ya era domingo y eso implicaba dos cosas: que tengo menos de veinticuatro horas para pasar solamente con Ainhoa y que mañana tendré que trabajar de nuevo. 

- Buenos días - murmura ella tímida y algo sonrojada. Sonrío. 

- Buenos días - respondo con tono ronco, recién levantado. Alzo la mirada en busca del reloj. Nueve y media de la mañana. Aparto un mechón de su cabello y acaricio su mejilla. Se sonroja aún más. - ¿Cómo has dormido? - cuestiono

- Muy bien - responde - gracias - continúa y ambos sabemos que no es por preguntar por su sueño. - Siento molestarte tanto - expone y niego con la cabeza. 

- No me molestas - replico de inmediato. - Pero Ainhoa, creo que necesitas hablar de ello - expongo y ella palidece. Rápidamente se incorpora, sentándose de piernas cruzadas. 

- No quiero hacerlo - murmura finalmente, sin mirarme. 

Me levanto, coloco las almohadas y apoyo mi espalda en el cabecero de la cama. 

- Creo que hablar te ayudará a dejar de tener pesadillas - digo y ella niega. 

- No. No quiero hacerlo - sentencia decidida. 

Niego con la cabeza pero decido dejar el tema, al menos por ahora. 

- Está bien, no quiero presionarte. - expongo - ¿Quieres desayunar? - cuestiono y esta asiente. 

- Iré a ducharme - avisa y niego con la cabeza. 

- Desayunemos primero - propongo. 

Realmente nunca, en mi vida, había desayunado en pijama. De niño mis padres no me lo permitían y supongo que me quedé con la costumbre. 

Ainhoa asiente y se pone de pie. Yo hago lo mismo y sigo su paso. Abre la puerta, ambos salimos, cruzamos el pasillo y bajamos las escaleras, caminando hasta la cocina. 

- ¿Qué quieres desayunar? - cuestiona ella. Esto me toma por sorpresa. La observo durante unos largos segundos. 

- ¿Tortitas? - digo más en forma de pregunta que afirmando y esta sonríe y asiente. 

- Perfecto - replica y comienza a abrir armarios. 

Entre ambos juntamos todos los ingredientes y nos dispusimos a hacerlas. Realmente no sé cuanto tiempo tardamos en terminarlas pero finalmente lo logramos. Eso sí, la cocina estaba patas arriba. Nos sentamos a desayunar. Yo tomé café y Ainhoa zumo de naranja a parte de las tortitas con chocolate. Una vez acabado el desayuno nos dispusimos a colocar todo el desastre. Ainhoa recogió los platos y los metió en el lavavajillas. Yo comencé a recoger los ingredientes que habían sobrado. Guardé la leche en la nevera y al ver la harina una idea cruzó mi mente. Agarré un poco del contenido del paquete y me acerqué a Ainhoa, que estaba guardando el azúcar en un armario. Cuando esta cerró el armario yo alcé la mano y lancé toda la harina al aire. Esta al caer cubrió a Ainhoa entera. Solté una carcajada sonora y esta me miró indignada. 

- Con que esas tenemos - dijo. 

Corrió hasta dónde había dejado el paquete de harina. Metió la mano dentro y sacó demasiada harina. Se acercó rápidamente y la palma de su mano chocó contra mi cara, bajando por mi cuello y camiseta. Comenzó a reír y yo froté mi cara, tratando de apartar aquello de ella. Misión casi imposible. Surgió una guerra de harina y para cuando terminamos el paquete toda la cocina estaba cubierta en una capa fina de harina y nosotros en varias. Reímos a carcajadas al vernos el uno al otro. Saqué mi camiseta tratando de sacar la harina de ella. Comencé a sacudirla fuertemente y toda la harina llegó a Ainhoa. Esta me copió, aunque en vez de la camiseta se sacó los pantalones, quedando en bragas. Los sacudió y sentí como mi torso quedaba oculto tras una capa de harina. Me acerqué a ella y agarré sus muslos, levantándola y dejándola sobre la encimera de la cocina, tapando así sus muslos en harina. Aquel gesto fue realizado con total inocencia, pero para cuando quise darme cuenta ya  había tensión entre ambos. Nuestros ojos se encontraron, mis manos aún se encontraban en sus muslos y las de ella sobre mis hombros. Además yo estaba posicionado entre sus piernas. Poco a poco nos fuimos acercando hasta unir nuestros labios. El beso se fue intensificando, mis manos se movían por sus muslos y cintura y las de ella estaban posicionadas en mi nuca. Metí mis manos por debajo de su camiseta, rozando su espalda con las yemas de mis dedos, y esta se sonrojó. Al poco tiempo nos separamos y yo agarré el dobladillo de su camiseta, deshaciéndome de aquella prenda.  Esta clavó sus ojos en mí, aún sonrojada y yo sonreí. Comencé a dejar besos desde la comisura de sus labios hasta su cuello y poco a poco fui bajando por su clavícula hasta llegar a sus pechos. Esta soltó un gemido al sentir mi lengua rozar uno de sus pezones y aquello me hizo sonreír. Yo había provocado aquello. Continué haciendo eso, provocando que más gemidos se escaparan de su boca. La miré y mordí mi labio. Esta relamió los suyos. Pasé al otro pezón y los gemidos continuaron. Volví a los besos, bajé desde sus pechos hasta su abdomen y seguí hasta sus muslos. Con mis manos hice que abriera aún más las piernas y me agaché, dejando besos por el interior de sus muslos. Esta comenzó a removerse según me aproximaba a su sexo y cuando estaba a ponto de rozar aquello, esta agarró mi cabeza y se agachó para unir nuestros labios de nuevo. Correspondí su beso, incorporándome de nuevo de pie, y pasé mi mano por la parte baja de su espalda, pegándola más a mí de tal forma que lo único que se interponía entre nosotros era la tela de sus bragas y la de mis pantalones y boxers. Bajé mis manos hasta su trasero y lo apreté con fuerza. Esta soltó un pequeño chillido que fue callado por otro beso intenso. Finalmente nos separamos, sin dejar de observarnos. Ambos teníamos la respiración acelerada.

FALL INTO OBSESSION: sixteen of shyness (+18) español.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora