Atardeceres mágicos.

287 19 0
                                    

Mi vista se topó con la de la persona que segundos antes había puesto ese paraguas sobre mí; no puede ser.

-¿Pero qué haces tú aquí?- Mi voz expresaba toda la sorpresa e ilusión que el momento merecía. No lo dudé ni un momento y me levanté de la arena ya bastante mojada para darle un abrazo lleno de sentimientos. En estos momentos era cuando más lo necesitaba y, una vez más, no me ha fallado. 

-¡Ay! ¡Que me dejas sin aire, Marina!- Dijo mientras lo aprisionaba fuertemente contra mi cuerpo. Dios, cómo necesitaba sentir el calor de su cuerpo; cómo necesitaba aspirar su aroma, ese que hace semanas atrás había invadido cada poro de mi piel. Lo confieso, soy adicta a él.

Me separé de él tras su leve queja entre risas y me quedé mirándole a los ojos. Aún no consigo entender como en poco tiempo ha sido capaz de hacerme sentir este zoológico que ahora tengo en mi estómago. Y es que es verdad, de mariposas nada.

-¿Me vas a contestar ya a lo que te he preguntado antes?- Le volví a preguntar, esta vez sin apartar la mirada de él. No paraba de sonreírme; ¿Sentirá lo mismo que yo?

-No podía dejar sola a mi rubia favorita en un momento tan importante en su vida. Ya habrá tiempo para entrenar, ahora lo importante sois tú, Lara y el resto de tu familia, y haré todo lo posible por ayudaros. Bueno, no sólo yo, Álex también se ha empeñado a venir.- Dijo esto último pasándose la mano por la cabeza.

-Si es que sois un cielo. No me lo puedo creer, gracias, de verdad.- Me volví a pegar a él. Seguía lloviendo pero ahora mismo, a ninguno de los dos nos importaba. Es como si, de golpe, lo que nos rodea hubiera desaparecido y sólo estamos él y yo.

-Y Álex, ¿dónde te lo has dejado?- Le pregunté bajo el paraguas que nos cubría.

-Se ha quedado en tu casa, llegamos creyendo que estarías allí y tu madre nos dijo que saliste a despejarte un poco porque te había contado algo importante y necesitabas asimilarlo y bueno, yo decidí venir a por ti, pero él se ha quedado en casa ayudando a tu abuela a hacer un bizcocho que, por cierto, vaya pinta tenía.

-Vaya glotón está hecho Álex.-Ambos nos reímos ante mi respuesta.

Decidimos volver a casa, ya era mediodía y el abogado no tardaría en llegar a casa. Por el camino le conté a Marc todo lo que horas antes me había dicho mi madre entre las cuatro paredes de la cocina. Él me pasó el brazo alrededor de mi cintura y me aprisionaba contra él, en señal de apoyo. No sabe cuánto agradezco un gesto así en estos momentos.

-Otra cosa, Marc, ¿Cómo sabías cuál era mi dirección aquí en Málaga?

-¡Estás muy preguntona hoy, eh!- Le dí un codazo.- ¡Au! y un poco agresiva también.- A este último comentario le respondí con una mirada fugaz.

-Es broma, es broma. -Dijo, levantando los brazos en señal de defensa, a lo que yo sonreí victoriosa.- Le comenté a Clau la posibilidad de venir aquí a ayudar con lo de tu hermana y ella me apoyó, así que me dio el número de tu abuela para comentarle la idea y ver qué le parecía. Ya sabes, es tu familia y no me iba a presentar aquí sin consultarles a ellos primero, así que me dio el visto bueno y nada, aquí estoy.

Llegamos a casa a eso de las 11 y media, abrí la puerta y lo primero que vi era a un Álex lleno de harina de pies a cabeza, mientras que mi abuela y mi madre reían a carcajada limpia. Al verme, vino corriendo a la entrada de la casa para saludarme.

-¡Marina! Cuánto tiempo, ¿Cómo estás?- Tras ésto, se tiró a darme un abrazo.

-Álex, ni se te ocurra, me vas a poner perdida.

-Va, mujer, un abracito.- Tras varios minutos corriendo por toda la casa con él detrás de mí, consiguió alcanzarme y tirarme al suelo, embadurnándome en harina.

-Ya lo has conseguido, ¿Estás contento señor farola?- Dije, levantándome del suelo con ayuda de él, que me había tendido la mano.

-¿Señor farola? Uy, qué imaginación cuñi. Sí, estoy muy contento de haber conseguido mi objetivo. Ha sido una victoria muy peleada, pues mi oponente iba más rápido que yo, pero en el último momento he conseguido alcanzarla y proclamarme campeón.- Hablaba rápido, como su estuviera dando una entrevista. Los demás seguían riendo ante la escenita. Menudo chico. Espera... ahora que me acuerdo, ¿Me ha llamado cuñi? ¿En serio?

-Álex, ¿Me has llamado cuñi?- Le pregunté, intentando quitarme la harina del pelo. Parecía un pastelito de azúcar glass.

-Sí, ya sé que no lo eres pero tarde o temprano caerás, hazme caso. Mi hermano es muy cabezón- Me dijo en voz baja para que Marc no se enterase y me guiñó un ojo ante ésto último.

Tras un rato limpiando todo lo que habíamos ensuciado (más bien Álex), tocaron al timbre así que me dispuse a abrir, encontrándome al otro lado de la puerta al abogado que nos iba a ayudar y a otro hombre, de unos 50 años aproximadamente. Mario, el abogado, hizo las presentaciones oportunas. Venía acompañado de Luis, un detective que también iba a llevar el caso.

Nos sentamos en la mesa del salón y comenzamos a hablar, contándoles en primer lugar todo lo que sabía mi madre; es decir, lo que anteriormente ella me había dicho y, por último, ideamos el plan que haría que Lara volviera a nuestro lado. 

Los dos señores se fueron de casa, diciendo que esta tarde se pondrían manos a la obra. Nosotros, por nuestra parte, decidimos salir a comer a un restaurante cercano, pues eran las 2 de la tarde y aún no habíamos comido.

Tras pasar un par de horas en el restaurante, Marc, Álex y yo fuimos a dar un paseo por la ciudad mientras mi madre y mi abuela volvieron a casa. Quería enseñarles las calles principales a los chicos y más ahora, que ya están puestas las luces de Navidad. 

Eran las 6 de la tarde y ya estaba anocheciendo; ellos miraban embobados cada rincón que encontraban a su paso.

-Tu cuidad es mágica, Marina.- Me dijo Álex, mientras no paraba de capturar cada momento con su móvil.

-¿Ahora entendéis por qué la echo tanto de menos?

Nos paramos en una cafetería, pues en la calle hacía bastante frío y queríamos entrar un poco en calor. Pedimos tres chocolates calientes acompañados de churros, la verdad es que era una buena merienda. 

Los tres comíamos, contando gran cantidad de historias; sobretodo ellos, que me contaban con gran ilusión cosas que les había pasado en los circuitos. Yo les escuchaba antentamente, feliz de poder compartir un momento como este con ellos.

Desvié la mirada al enorme ventanal que teníamos al lado, pudiendo observar a todas las personas que pasaban por aquella concurrida calle. 

De pronto, vi a una chica bastante parecida a mí, un hombre la llevaba agarrada del brazo, en señal de posesión. Ella iba llorando.

No puede ser.

¿Y si era Lara?


No te vayas.  [Marc Márquez]Where stories live. Discover now