Si me dejas, te querré toda la vida.

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Nos sentamos en la amplia mesa del comedor para cenar. Marc está sentado enfrente mío, por lo que de vez en cuando no puedo evitar mirarlo. A veces, lo pillo con su mirada clavada en mí; me pone nerviosa y estoy segura de que incluso me habré puesto roja; los mofletes me arden.

Ahora cuando acabemos de cenar me lo llevaré fuera, a dar un paseo mientras hablamos. 

Resulta curioso, yo que soy de novelas y películas románticas donde el chico es el que declara su amor bajo la luz de la luna voy a invertir los papeles; la loca enamorada seré yo, y eso, en parte, me pone más nerviosa de lo que ya estoy.

¿Y si no siente lo mismo, ¿y si le gusta otra?, ¿y si lo que quiere conmigo sólo es una amistad?, y si... ¡cuántas preguntas!, por eso creo que lo mejor es soltarlo en frío, así, sin anestesia ni nada. 

Ya si la cosa sale mal es otra historia distinta.

Sumergida en mis pensamientos llegamos al postre y tras éste, terminamos de fregar los platos y salimos de casa. Sólo Marc y yo; sólo nosotros.

Caminamos por las frías calles de Málaga, ya podría haber ideado otro plan, pienso, pero creo que éste merecerá la pena.

Lo llevo al mirador que está a escasos minutos de casa, la verdad es que las vistas que hay allí so realmente impresionantes.

-¿Dónde me llevas?.- Marc rompe el silencio de la noche mientras formula la pregunta frotándose las manos a causa del frío. Menos mal que le dije que se trajera unos guantes, como si hablara con la pared.

-¡Aaaah.. eso es una sorpresa!.- Le guiño el ojo mientras seguimos caminando por las calles que cada vez dejan de estar menos iluminadas; eso significa que ya estamos muy cerca de nuestro destino.

-No me irás a secuestrar.

-No, tranquilo, aunque ganas no me faltan.- Veo como sonríe ante mi respuesta y ahora me paro a pensar por qué habré dicho eso en voz alta. Él, por su parte, arquea una ceja, posando sus ojos en mí con la sonrisa que anteriormente tenía pero poco a poco pasa a convertirse en una sonrisa algo más pícara.

-Cuando quieras, cielo.- Pum, muerta. No deja de sorprenderme. 

Al cabo de varios minutos más caminando entre sonrisas y miradas cómplices llegamos al mirador.

-¡Pero qué bonito! ¿Por qué no me has traído antes aquí? Qué callado te lo tenías, pillina.- La cara de Marc es de auténtico asombro; en sus ojos puedo ver ilusión y felicidad a partes iguales.

Estamos callados, en el punto más alto del mirador observando las estrellas en la infinita tranquilidad de este maravilloso lugar. Marc me tiene abrazada. Hace frío pero estando con él nada me importa. Estando con él estoy feliz, soy feliz.

-¿Qué era eso de lo que tenías que hablarme?.- Marc vuelve a romper el silencio por segunda vez en la noche. No puedo evitar ponerme nerviosa al pensar que posiblemente, la relación de amistad que tenemos se rompa aquí, bajo el manto de estrellas.

Vuelvo mi vista al cielo, donde aprecio una gran cantidad de estrellas brillando; de pronto, veo una estrella fugaz a gran velocidad. "Que esto salga bien, por favor", pienso para mis adentros, pidiendo ese deseo tan importante. Marc sigue mirándome, esperando una respuesta a la pregunta que anteriormente me ha hecho. Suspiro, respiro y me armo de valor. 

Ahora es mi momento.

-Verás, Marc... resulta que... que...-Mierda, los nervios me están jugando una mala pasada y él se da cuenta.

-¡Eh! ¿Estás bien? tranquila, respira y suéltalo, de golpe y sin rodeos.- Me anima a continuar con mi confesión.

-¿Sin rodeos?.- Le pregunto, intentando averiguar si está preparado para escuchar tal bombazo de golpe, aunque verdaderamente me tengo que preguntar a mí misma si yo estoy preparada para soltarlo, aunque la respuesta es que no. Él asiente mientras me sonríe divertido. Bueno, por lo menos se está riendo con la que estoy liando a causa de mis nervios.

-Bien, pues allá voy... Marc, que me gustas mucho, joder. Que me he enamorado de tí.- Ale, ya lo he dicho. 

Cierro los ojos; no quiero ver su reacción, me da miedo pensar que él no siente lo mismo. Va, Marina, échale cojones, bueno... ovarios y abre los ojos.

Hago caso a mi subconsciente y delante mía puedo ver a un Marc que me mira atónito, con los ojos abiertos como platos, tal vez no se esperaba esto. Tal vez no; no se lo esperaba.

-Yo...-Intento pronunciar palabra, pero me es imposible. Ya no puedo arreglar nada. Sin pensarlo, echo a correr.

-Marina, espera.- Oigo la voz de Marc, pero no puedo pararme; no quiero que me vea llorar. 

-¡Marina, joder!.- Vuelvo a escucharlo, a la misma vez que me alcanza y me agarra del brazo. Planto la mirada en el suelo mientras las lágrimas recorren mis mejillas; siempre termino cagándola.

-¡Eh, mírame!.- Pone el dedo en mi barbilla, obligándome a subir la cabeza. No puedo pronunciar palabra, pero él, por su parte, sí.

-Déjame hablar, ¿Vale?.- Asiento como puedo, mientras él empieza a hablar.

- Siento no haber reaccionado, pero no me esperaba eso; no esperaba que fueras tú la que soltaras esas palabras. ¿Sabes una cosa? me he pasado toda la tarde pensando en cómo declararme cuando me has dicho que íbamos a salir los dos solos a dar un paseo. Yo era el que iba a declararme, pero sin embargo, te me has adelantado.- Sonríe.- Antes he visto una estrella fugaz, ¿A que no sabes qué le he pedido?.- Niego con la cabeza mientras él, con ayuda de sus pulgares me quita las lágrimas.- Le he pedido que me ayude a estar contigo y ahora que por fin va todo bien, no pienso desaprovechar la oportunidad, ahora es mi turno de declararme; Marina, ¿Quieres ser mi novia?.- Lo miro con los ojos abiertos de par en par. No puedo reaccionar. Sin pensarlo dos veces, me tiro hacia él, uniendo nuestros labios en un gran beso.

-Vaya, me lo tomaré como un sí.- Me dice, con esa risa que tanto me gusta.

-Lo mismo digo, te recuerdo que yo he sido la primera que se ha declarado, mal pero lo he hecho.- Le imito el gesto de antes y acto y seguido, vuelvo a besarlo.

-Es lo más bonito que han hecho por mí, Marina.

-¿El qué?.- Le pregunto, con cara de no entender lo que me quiere decir.

-Esto, traerme a un lugar tan bonito, declararte pese a que estabas hasta arriba de nervios, quererme como me quieres... todo eso.- Su mirada es sincera.

-Si tú me dejas, te querré toda la vida.- Le digo mientras nuestras miradas se cruzan.

-Si me dejas, te besaré hasta el fin de nuestros días.- Dice él, imitando la mitad de mi frase. 

Y así, con miles de estrellas fugaces sobrevolando por encima de nuestras cabezas, sellamos nuestro amor con un beso.

No te vayas.  [Marc Márquez]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα