Capítulo II. «Descubrimiento»

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Tres años después...

-¡Amaris, que seas una llamada y yo una simple mortal no significa nada para mí, voy a atraparte de todas formas! -gritó Piperina con diversión mientras caminaba con lentitud, analizando cada uno de sus pasos. Los robustos arbustos del laberinto del castillo nublaban levemente su visión, así como sus pies descalzos avanzaban entre la maleza aún más rápidamente que

Amaris rió entre dientes al oír la voz de su hermana, pero no dejó de moverse. A ella le gustaban los laberintos también, más no tanto como a su hermana, que se movía como un pez bajo el agua cuando se escondía ahí, y siempre ganaba, a veces demasiado rápido.

Estaban cerca, Piperina sospechaba, casi por instinto, que su hermana ya no podía estar bastante lejos de ahí.

Amaris siguió escondida, los arbustos rodeándola, mientras que tenía su mano postrada sobre estos, aprovechando su textura agradable. Algunos tenían flores, que eran dulces, aromáticas, y bastante bellas. La debilidad de Amaris era, al menos la mayoría de las veces, el no poder evitar detenerse a admirarlas.

Ambas habían crecido mucho, convirtiéndose en jovencitas de quince y dieciocho años respectivamente. Eso no quería decir que su espíritu aventurero se hubiera esfumado. De hecho, estaba mucho más libre de lo que hubiera estado alguna vez.

Amaris se movió entre los arbustos, usando las habilidades sigilosas que Connor, uno de sus mejores amigos, (un miembro de la familia, Ramgaze, de la que los licántropos y cambia formas eran parte), le había inculcado, buscando rodear a Piperina para poder escapar en el camino adyacente al de ella sin que lo notara.

Ambas conocían ese laberinto como la palma de su mano, ya que siempre escapaban ahí en los tiempos libres después de la comida, cuando Adaliah, Alannah y su madre se juntaban para hacer cosas «privadas» de hermanas de la Luna.

Justo cuando estuvo a punto de hacer su movimiento, se sintió inmovilizada. Miró hacia sus pies, notando que una firme capa de agua se había materializado sobre ella y que crecía cada vez más, cirniéndose sobre ellos, y congelándose en el instante.

Bufó y rodó los ojos, apunto de soltar una maldición. Sabía de quién se trataba.

Respondiendo a sus dudas, Piperina, que también estaba en la misma situación, gritó:

-¡Deja de interrumpirnos Adaliah! ¡Estamos ocupadas!

-Lamento detener su honrosa actividad de caza humana -dijo ella, usando ese tono burlón, cantarín, y prepotente que cada vez crecía más y más-, hay cosas mucho más importantes en nuestro itinerario, ¿Recuerdan?

No, no recordaban. Tanto Amaris como Piperina eran muy olvidadizas y distraídas. Ambas se miraron entre ellas, como tratando de conseguir ayuda, más no sabían nada, estaban completamente perdidas.

Alardeando de sus habilidades, Adaliah movió el hielo de sus pies, atrayéndolas a ella.

-Se trata de la casa Furyion. Han viajado desde muy lejos sólo para vernos, eso debería importarles -dijo Adaliah déspotamente. Miró fijamente a Piperina, sus ojos helados y crueles, luego prosiguió-: En especial a ti, Pipe, porque Tenigan Furyion es uno de los mejores prospectos de esposo que hay en el reino. Al no ser llamada por la Luna... -hizo una pausa leve, exagerando sus palabras y mirándola de arriba a abajo de forma burlona-, hay que ganar renombre de alguna forma, ¿No es así?

Piperina, gruñó, molesta, mientras intentaba zafarse. Su fuerza había aumentado con los años, haciendo que, poco a poco, fuera rompiendo el hielo. Con un simple movimiento de manos, Adaliah lo hizo más fuerte, al momento que se giró y comenzó a avanzar, sus hermanas siguiéndola sin siquiera quererlo.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now