Capítulo XXIII. «Sacrificio de sangre»

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—¿Listas? —preguntó Skrain

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—¿Listas? —preguntó Skrain. Estaba entre las princesas, que se miraban entre ellas con ceños fruncidos y complicados. Al antiguo él tal vez le hubiera interesado leer sus actitudes, aun así no les dirigió la mirada, sino que se mantuvo firme e inexpresivo debajo de esa extraña capa que usaba. Las princesas asintieron, entonces él gritó—: ¡Qué comience el tercer capítulo!

Dicho esto, dejó su lugar entre ellas para dejarlas hacer el combate cuerpo a cuerpo. No habían armas, no se podían usar las habilidades, sólo era un combate limpio y, a la vez, determinante, un combate entre fuerzas distintas que, opuestas, podían dar pie a varios desenlaces.

Adaliah estaba cansada de ser humillada por su hermana menor, la más débil. No quería lucir inútil ante los ojos de los demás, por lo que enseguida comenzó a atacar con patadas fuertes y certeras a Piperina, que las interceptó moviéndose de un lado al otro o con la fuerza de sus brazos.

A pesar de los esfuerzos de Piperina, las patadas consiguieron desestabilizarla debido a que Adaliah era un poco más alta que ella y estaba aprovechando al máximo este atributo. Tambaleante, Piperina no pudo detener una de esas muchas patadas altas y fue a dar al suelo, perdiendo por completo su concentración. La arena le cayó en el rostro, sus ojos parpadearon por el ardor, más también por el enojo. No podía dejarse vencer. 

Adaliah estaba satisfecha, ya sonreía, mantenía una pose altiva mientras iba directamente a ella y dirigía uno de sus puños hacia Piperina con la intención ponerla inconsciente de una vez. Esta lo evadió girando de su lugar y levantándose en el acto. Tenía que ser fuerte, lo sabía, no podía asustarse por unos cuantos golpes. 

Adaliah lanzó de nuevo una de sus largas patadas. Esta vez Piperina estuvo preparada, por lo que interceptó el pie de su hermana y la hizo caer al suelo de un sopetón. Adaliah hizo lo que pudo para levantarse, pero Piperina fue hasta ella antes que eso, manteniéndose firme mientras la tomaba de los brazos y la mantenía en el suelo.

—No te levantarás —mandó Piperina, tanto tratando de darse valor como de intimidar a su hermana. Sus ojos estaban firmes en ella, los sentidos, por su parte, también se mantenían a tope, desde la manera en que percibía la respiración de su hermana, rápida, sus ojos, vidriosos. su pulso, rápido también. 

Lo siguiente que sucedió quedaría guardado en la mente de Piperina para siempre. Los ojos de su hermana cambiaron, como perdiendo su vivacidad, al momento en que su cuerpo se volvió blando, dejando que la agarrara sin emitir algún tipo de impedimento. Por su parte, el juez gritó:

—Tres, dos, uno. ¡La ganadora es Piperina Stormsword, tercera princesa de la Luna!

Piperina alzó su mano, dedicando un saludo triunfante a toda la multitud, sus ojos analizando los rostros confundidos y emocionados que sólo se dirigían a ella. No los culpaba, ni ella misma creía haber ganado. 

Volvió a mirar a Adaliah, para decirle:

—Así como acabo de quitarte esta victoria verás como lo pierdes todo gracias a mí.

Cantos de Luna.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant