Capítulo 43. «Injusticia»

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Ruidos, voces, gritos.

Chillidos, susurros, resoplidos.

Cara no podía distinguir la diferencia entre ellos. Su corazón latía con fuerza, sus sentidos estaban aturdidos, tal vez, en parte, por el golpe que había recibido en la cabeza.

Estaba segura de que había estado desmayada por por pocos segundos, pero, en su mente, se veían como horas.

La lucha parecía distinta. Los chicos del hielo, así solía llamarlos ella—, estaban agotados, tanto como para tener que ser protegidos por los chicos del fuego, que luchaban con otros pocos lobos, —los que no habían sido encarcelados por Piperina—, aun cuando, por ejemplo, Zedric tenía un profundo corto en su hombro, o la cabeza de Ailum sangraba en demasía.

Necesitaban agua, eso era obvio. Sin agua no eran nada, no podrían librar una pelea de esa intensidad contra monstruos con la capacidad de convertirse en cualquier animal.

Un sonido retumbó en sus oídos. Cara subió la mirada buscando su origen, enseguida notando algo que hizo que perdiera aun más la esperanza que ya era bastante pequeña, pero seguía vigente.

Se trataba de Piperina. Estaba en la cima de una columna de tierra y luchaba con tanto poder y rapidez que era difícil distinguir cada uno de sus movimientos. Silas era muy bueno, no parecía lastimado, mientras que ella sudaba, esforzándose al máximo.

Skrain gemía, dolorido y apostado a sus pies. Tenía una daga incrustada en su pantorrilla, otra en su brazo y peligrosamente cerca del corazón.

Cara no podía moverse, no podía ayudarlo.

Quidam, in vita, retro —susurró, dando lo último de energía que tenía para formular un conjuro que, con certeza, sabía que le ayudaría.

La energía salió de su cuerpo. Parecía un halo de luz, y lo era, porque se supone que eso es la vida. Luz. Skrain soltó un soplido que no pareció bastante reconfortante al recibirla, pero Cara vió que recibió la energía suficiente como para quitarse los dos cuchillos en sus brazos y levantarse, lo que ya era reconfortante. 

Ya con eso, se levantó. Caminó, volvió a tener la misma fortaleza de siempre, al menos en el rostro.

Piperina luchaba con todas sus fuerzas. La energía oscura era fuerte, rasgando en su interior, pero también era difícil de evadir si estaba lo suficientemente concentrada.

—Quiero terminar con esto —gruñó Silas, enseguida soltando su espada y dejando que la energía oscura que lo rodeaba se convirtiera en un gran puño que buscó impactar directamente en ella con mucha rapidez.

—¡Ah! —gritó Skrain. Detuvo ese gran puño con valentía, pero la oscuridad, pura y dolorosa, lo invadió de nuevo hasta punto incontrolable.

Al igual que con Connor, sus ojos se oscurecieron y él perdió la noción de sí mismo. Pronto Silas dejó de luchar también, una extraña voz hablando por ellos y diciendo retazos de lo que Piperina interpretaría como una profecía.

—La Luna llora por la vida. Propósitos inciertos llenan el ambiente, los hijos de los cielos y la tierra van hacia la tormenta. La muerte y la oscuridad se juntan y reclaman las almas de los más inocentes.

Piperina soltó un chillido de dolor al momento en que vió a los ojos de Skrain y a los de Silas tomar el mismo brillo luminosamente tenebroso.

Entonces, todo se volvió negro.

🌙🌙🌙

Lo que menos quieres cuando estás en una misión es terminar desmayada por el cansancio. Amaris había perdido todo rastro de energía, el pasado la había raptado y llevado a algún punto indeterminado, en la nada.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now