Epílogo.

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—Este no es el final —prometió Piperina mientras Amaris y ella observaban el horizonte. Era raro estar en el barco de Ranik sin él, se sentía como un robo—. Si conseguimos el cetro podremos ganar, de eso estoy segura. Podemos traerlos de vuelta.

Amaris negó con la cabeza. Sus fríos ojos seguían puestos en el mar, como si hubiera algo más que agua en él.

—Es demasiado tarde —contestó—. Ranik ha sido guiado por un Dios que desconozco, ha sido llevado al callejón del juicio y, de nuevo, otros dos dioses que desconozco lo juzgaron. Ahora está descansando en paz.

—¿Puedes ver más allá de la muerte? —preguntó Piperina, en cierto modo intimidada y asustada por el alcance del poder de Amaris—. ¿Puedes ver a los muertos?

—No. Ella me está castigando. Creí que ese espíritu me había dejado, pero ahora, cada noche, veo a Ranik gracias a ella —Amaris se contuvo de llorar, había sido suficiente— Quiero estar sola. Voy a mi camarote.

Toda ella se sentía pesada. Sus manos hormigueaban, una extraña sensación de poder intentando salir a la luz, tanto poder que era difícil de controlar. Era doloroso.

—Déjame ayudarte —Zedric, que había escuchado la conversación, se acercó a ella— No puedo ni imaginarme lo que estás sintiendo, pero haré lo que sea, quiero que estés bien.

—Claro que puedes imaginarte lo que siento —dijo Amaris con lentitud, su garganta seca—. Perdiste a Ailum. Él era honorable, un gran amigo, y se fue.

—Ranik no era sólo un amigo para tí —dijo Zedric—. Él era el amor de tú vida. Al morir, la promesa que le hiciste a la diosa se hizo vigente. Ya nunca podrás estar con él.

Amaris no pudo contener las lágrimas de salir. Nunca había visto a Ranik de esa forma, pero en cierto modo tenía sentido.

—No digas eso —Amaris bajó la mirada, su respiración apenas si podía mantenerse estable— No quiero...

Zedric la rodeó con sus brazos. Amaris lloraba a mares, dolida. Pensaba en Ranik, lo extrañaba demasiado.

—Eres demasiado buena. Puedes darle amor a todos los que conoces. Es posible, incluso, que ames a dos personas al mismo tiempo. Lo entiendo. Y entiendo que lo nuestro ha sido siempre real.

—Yo... —Amaris suspiró— No sé si te amo.

Zedric parpadeó varias veces, confundido. No podía creer la dureza con la que Amaris estaba hablando.

—No sé que quieres que diga respecto a eso —dijo—. Yo nunca esperé que me amaras. Y yo...

Se separaron Amaris se sentía demasiado rota, no podía lidiar con lo que Zedric le hacía sentir.

—No puedo hablar de esto aquí —dijo. Suspiró, separándose de él y llevándose las manos al rostro para no mostrar sus sentimientos—. No en su hogar.

—Está bien, te dejo sola —dijo él—. Pero prométeme que estarás bien.

—Te lo prometo —respondió—. Estaré bien cuando los traiga de vuelta.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now