Capítulo 30. «Magia de manos»

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—Ya estamos llegando —le dijo Ranik a su hermano menor—, ¡Hay que girar a estribor!

La vista era casi nula, la insoportable niebla los había seguido desde que habían salido de la Isla de la Hechicería, según Skrain era por protección, pero estar protegidos de la vista de los demás no le aseguraba que fuera más seguro navegar.

—Oh no, yo no haría eso —dijo Skrain enseguida. Él era así, sólo llevaba unas horas con ellos, pero siempre aparecía en los momentos más inesperados y de la nada.

—Estoy cansado de tú sarcasmo y misterio —le respondió—. No puedes sólo venir a decirme que hacer.

—No te estoy diciendo que hacer, te estoy haciendo una sugerencia —le devolvió Skrain. Ranik rodó los ojos y estaba a punto de contestar cuando Skrain agregó—: Yo te lo advertí.

Comenzó a llover. El agua caía aceleradamente, el barco comenzó a tambalearse por lo fuerte y abundante que era.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! —gritó Ranik, enseguida corriendo a ayudar a uno de los marineros que no podía tensar la cuerda de las velas por sí solo. Apenas ambos podían mantenerse en pie, mientras que Skrain parecía estar levitando por la gran estabilidad que tenía.

—¡El barco va demasiado rápido y, aunque soy un pupilo del Señor del Viento, no soy yo el que maneja los cielos!

Triya, Natasha y Alannah aparecieron en escena.

—¡Trataremos de detener la tormenta! —gritó Triya, la que, podría decirse, tenía más experiencia en ese barco con el control del agua.

—¡No, eso es cosa mía! —les devolvió Skrain—. ¡Ustedes traten de nivelar el barco para que no se lo traguen las olas!

—¡Entonces haremos eso! —respondió Triya.

—¡Tengan mucho cuidado! —insistió Skrain. Ranik notó que lo dijo con su vista puesta más específicamente en Alannah, como si le preocupara o algo parecido.

Skrain y Alannah habían estado hablando todo el camino, para la propia desgracia de Piperina. Por primera vez le gustaba alguien y, para el colmo, a él le gustaba su hermana mayor. Pero no debía de pensar en eso, tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

—¡¿En qué puedo ayudar?! —le preguntó enseguida a Ranik. Este trató de contestarle, pero estaba demasiado ocupado.

—¡Manténte segura! —gritó Skrain.

Un trueno resonó en el aire. Fue demasiado tarde como para que Skrain lo detuviera, la tormenta había crecido a cantidades desproporcionadas, demasiadas como para controlarla.

—¡Cuidado! —gritó. Otro rayo cayó, este iba directamente hacia Piperina.

Skrain se adelantó y, con toda la rapidez que pudo, la empujó y se puso en su lugar. El rayo cayó encima de él y hizo al barco tambalearse por la fuerza con que lo había hecho.

Piperina contuvo la respiración. Todos estaban ocupados, tanto como para no poder acercarse a él.

—¡Skrain! ¡¿Estás bien?! —gritó. Se arrodilló frente a él, removió su cabello y trató de buscar algún signo que le dijera que estaba vivo.

Se acercó a él, puso la mano sobre su pecho y notó que su corazón latía, eso fue un consuelo.

Skrain despertó enseguida. No se desmayó, más bien quedó aturdido por la energía que impactó en él.

Al despertar sabía que algo había cambiado en él, se sentía fuerte, reviltalizado y lleno de poder.

—Tus ojos... —dijo Piperina, atónita. Sus ojos estaban enblanquecidos, electricidad brotaba de sus manos.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now