Capítulo 27. «Espíritu»

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Zedric estaba furioso

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Zedric estaba furioso. Todo su trabajo había sido en vano, ahora tenía que resolver el problema de Amaris y su robo de la forma más fácil posible. Ranik y sus discursos pacíficos no servirían de nada.

—¿Pagarlo? —gruñó—. ¡Somos importantes! ¡Lo que sea que pidamos se nos debe de dar! ¡Si mi padre supiera la forma en que usted me está tratando en este instante mandaría a toda su flota a aniquilarlos!

Bueno, tal vez actuar de forma prepotente tampoco serviría.

—Pero no lo sabe. En la Isla de la Hechicería no hay reglas más que las que nosotros ponemos. Generalmente el robo se paga con la muerte, así que estamos siendo bastante amables, en realidad.

—¿Y cómo tengo que pagarlo? —el tono de Amaris se volvió filoso, sarcástico. Zedric había notado que estaba cada vez más irritable y voluble, como si estuviera a punto de explotar.

—Necesitamos estudiarte, analizar tú magia y talento.

—Ni hablar —dijo Ranik—. No es un animal o algo parecido para que experimenten con ella.

—Nunca hemos dicho que lo sea. Sólo queremos saber más sobre ustedes, eso es todo.

Los tres jóvenes ya estaban llegando al punto más alto de lo que podían tolerar. Incluso Ranik, que intentaba ser amable y políticamente correcto, estaba a punto de gritar.

El collar no estaba inhibiendo sus habilidades, como si su cuerpo se hubiera acostumbrado a él desde la vez en que Zara se lo puso. Ranik estaba esperando el momento indicado, no podía intentar defenderse hasta haber escuchado sus motivaciones, la razón por la que los habían encarcelado y como funcionaban las leyes en esa rara isla.

El momento indicado fue después de escuchar que Amaris estaba en riesgo.

Ranik respiró hondo, estiró sus manos tratando de concentrarse en lo que estaba a su alrededor.

Había alrededor de diez Albas rodeándolo y unos cinco guardias más. Ranik calculó con rapidez su ubicación espacial y luego dejó al hielo actuar. No salió de sus dedos como siempre, sino que apareció en el lugar en que Ranik lo calculó. Los manos y pies de los Albas se vieron inmovilizados enseguida.

—Bueno, comienzo a ver el gran poder del que todos hablan —dijo Zedric, satisfecho. Ranik se quitó su collar y enseguida también lo hizo con Zedric.

Fue entonces cuando un crujido llenó el ambiente. La mujer Alba había roto sus cadenas de hielo de un solo movimiento. Fuego salía de sus manos, algo que desconcertó a Zedric.

—Los Albas somos más poderosos de lo que creen —dijo la mujer. Enseguida sus ojos, de un color castaño, se volvieron plateados. Al ritmo de estos agua hasta del mismo aire comenzó a acumularse en estacas que la mujer comenzó a mandar para desatar a sus aliados.

Cantos de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora