Capítulo VII. «Últimos en llegar»

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—¡Ash! ¡Tenga cuidado! —exclamó el príncipe Zedric al sentir un alfiler clavarse en su antebrazo izquierdo. No pudo evitar dar un pequeño salto debido al dolor, lo que provocó que unos tres más se clavaran en su cuerpo, algo aún más doloroso.

Zedric se encontraba en el medio de la prueba de vestuario para el baile del día siguiente, apenas si podía moverse y se sentía muy alto desde el banquillo en el que se encontraba. Eso sí, lo único bueno es que, al retrasarse los preparativos para aquel día, las pruebas habían permitido que no asistiera a la ceremonia de bienvenida de los carromatos lunares, y que solo tuviera que verlo desde una posición lo suficientemente cómoda.

Distraído, el príncipe fijó su vista en la ventana, que lo dejó ver a todos los nobles de la Luna llegar en sus elegantes y pálidos carruajes. Ese día comenzaba el festival de celebración de los mil años del reino Sol, por lo que los del reino Luna habían sido invitados a ese gran despliegue de poder.

Lo primero que llamó su atención fueron los colores tanto de los carruajes como de la vestimenta de todos ahí. Todo era demasiado claro, los colores que usaban eran casi siempre azul, blanco, negro, plateado o lila. En el reino Sol siempre rondaba el rojo, naranja, o amarillo, así que enseguida se notaba la diferencia entre los reinos. No solo era eso, sino también sus joyas y metales, en el Reino Sol el oro lo era casi todo, (solo opacado a veces por la magnificencia de un buen rubí), mientras que en el Reino Luna se variaba entre la tiruita, las esmeraldas, zafiros, diamantes, y la plata. Había mucha más variedad.

—Príncipe Zedric, estoy teniendo el mayor cuidado que se puede tener, pero aún después de veinte años de vida usted sigue siendo tan impaciente como cuando era niño —le devolvió Sir Lanchman, el vestuarista real, sin subir la mirada de su trabajo, como todo profesional—. ¿Tanto lo distraen sus visitas Lunares?

—No, no es eso —contestó Zedric, aún sin dejar de mirar hacia la caravana—. Me distrae mi padre, en realidad. Lo que hará cuando ellos lleguen aquí.

—Oh, ya entiendo —dijo Sir Lanchman, Zedric notó cierto aire conocedor en su rostro, que, a diferencia de muchos de sus sirvientes, se veía confiado y nada intimidado con el príncipe, algo que hacía a Zedric sentirse cómodo con él—. ¿Problemas relacionados con los Ramgaze?

—Espere... ¿Qué? —preguntó Zedric, incrédulo. La sorpresa hizo que se moviera bruscamente haciendo que otros dos alfileres se clavaran en su antebrazo—. ¡Ah! —exclamó—. ¿Cómo lo sabe?

—La realeza no es la única que sabe cosas —sespondió Sir Lanchman, usando ese tono tan sabio que siempre usaba, su voz clara sin ser demasiado gruesa, su porte elegante y mucho más confiado que el de muchos nobles en el reino—, en las Islas Malditas no sólo hay puros vagabundos y ladrones. También hay adivinos, maestros de la magia, personas de todo tipo y rumores que suelen ser verdades. Allá se consiguen las mejores prendas y materiales, pero a veces el costo es escuchar cosas, cosas que no debería de saber, pero de las que me termino enterando sin remedio alguno.

—Dice usted que no quiere saber nada, y conozco de buena fé su humildad, Sir Lanchman, sin embargo, no me miente usted, conozco su sabiduría. Siendo así, ¿Qué cree que debería de hacer? —preguntó Zedric, divertido. Él era el tipo de persona que, cuando estaba en confianza, se inclinaba—, ya sabe, para conseguir que mi padre se tranquilice un poco.

—No debe hacer nada. Las cosas pasarán intervenga o no, mi recomendación es que se aleje de todo de una vez, que se proteja y que haga una vida tranquila lejos de los problemas.

Zedric frunció el ceño. Esperaba todo menos una respuesta como aquella. La mayoría de los lacayos, quisieran o no, tenían que tomar bandos. Había señores detrás de cada uno, sabían más de lo que decían, y, —o al menos la mayoría—, eran tan patrióticos que no temerían en tomar el mismo bando que Natán sin remordimientos, diciéndole al príncipe que fuera a la guerra si tenía la oportunidad, que se hiciera más rico si era posible, y así gastara el dinero adquirido en nuevas e interesantes adquisiones.

Cantos de Luna.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora