Capítulo XV. «Ventaja»

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—¿Qué ha pasado? —preguntó Amaris cuando salió de la inconsciencia. Se sentó en su lugar, al instante su vista cayendo en el cuerpo inerte debajo de ella—. ¡Ah! —gritó, se trataba de Elmhir, un muerto Elmhir.

Había visto personas muertas antes, pero nunca había visto algo tan grotesco. La oscuridad con la que Elmhir había sido asesinado era evidente y atemorizante. Por primera vez en todo ese tiempo realmente creyó que algo más pudiera estar rondando en Erydas y le aterrorizó.

Parte de las obligaciones como un llamado, fuera por la Luna o el Sol, era el hecho de tener que detener a cualquier fuerza de la oscuridad que se hiciera presente. Era su destino, y le estaba llevando directamente a él sin que ella lo deseara.

Amaris comenzó a temblar, abrumada por este pensamiento, sus sentidos y habilidades aumentando inmediatamente.

—Amaris, Amaris, tranquila —habló Zedric, que había oído su grito desde afuera. Se acercó a ella con sumo cuidado, derritiendo al mismo tiempo el hielo que estaba creando, sin inmutarse. Al llegar a ella tomó su mano, tratando de tranquilizarla. Amaris centró su mirada en Zedric, aún temblando—, tranquila, todo está bien —acarició su mano, posó la suya detrás de su espalda—. Todo está muy bien.

—¿Qué le pasó? —preguntó Amaris, señalando el cuerpo de Elmhir. Zedric ni siquiera centró su mirada en él, sabía de que hablaba ella, y le dolía.

Elmhir había sido su amigo por muchos años. Tal vez no el mejor, pero lo había sido.

—No lo sabemos, pero ya lo avisamos al reino. —no tuvo más opción que contestar, al mismo tiempo apretando el agarre en su mano— Creo que tiene que ver con mi hermano, pero él no es capaz de hacer algo semejante a esto, es diferente. Alguien tal vez lo ayudó, o...

Antes de que Zedric terminara, Amaris se levantó rápidamente, agachándose frente al cuerpo.

Posó sus manos sobre él, buscando cualquier rastro de revelación que sus habilidades le dieran. No vió nada pero, al contrario de cuando se inclinó frente al árbol, sintió un leve atisbo de energía oscura infiltrarse dentro de ella.

—Esto es diferente —dijo, su voz engrosándose ante la invasión de aquella energía en su cuerpo—. Es oscuro, tanto que él no pudo soportarlo.

—Esa es a la Amaris que quiero ver —señaló Zedric, estirando su mano para ayudarla a levantarse—. Entonces, ¿Qué viste?

—Nada que valga la pena, o al menos, eso creo. Viajé muy al pasado, pero no sabremos nada a menos que encontremos a un Erys por aquí.

—¿Siguen existiendo? —preguntó Zedric, incrédulo—, será imposible encontrarlos, no han mostrado la cara en casi mil años, ¿Por qué lo harían ahora?

—No lo sé. Tal vez Ranik sepa algo sobre el asunto, debo de ir a...

—No. —la detuvo Zedric de la muñeca— Ranik ha ido con los demás en busca de los estandartes. Sólo estamos aquí Connor, Piperina, Nathan y yo.

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—¿Erys? —preguntó Piperina, igual de incrédula que Zedric—. ¿Siguen existiendo?

—Parece que sí. El Erys que vi en el pasado tenía poderes de clarividencia muy desarrollados, tanto como para saber de mi existencia. Es obvio que sabe que los Erys siguen existiendo.

—¿Estás segura? —preguntó Nathan en tono de broma, haciendo que Amaris dudara aun más sobre su visión—. Es un cuento antiguo eso sobre los Erys. Y si es que existen, que quieran hablar con nosotros puede ser aun más imposible.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now