El Sumiso ~ 1

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Narra Peter:

Estoy encerrado en mí mismo mientras trabajo en la computadora. No tenemos suficiente dinero, la plata no alcanza para las vacaciones de verano. Otro año que no podremos salir de Buenos Aires. A Eugenia la pagan una mierda en la tienda, y yo renuncié a mi empleo pensando que todo iba a ser perfecto y que iba a encontrar trabajo nada más graduarme.

Pobre Rufi, otro año viendo la playa por un día. Aún así era una niña feliz.

— ¡Papi — mi pequeña gritando me despierta de mis pensamientos —, papi papi papiiiiii!

— ¿Qué te pasa enana? — giro la silla y la veo entrando con todos sus rulitos alborotados y el vestido que Marcela, la mamá de Euge, la regaló por su cumpleaños. En la ropa de Rufi, al menos, no nos gastamos plata. Casi toda se la hace su abuela, y gratis.

— Tuve un examen de números hoy.

Y justo por la puerta, entra Euge. Sonriente, como de costumbre.

— No se dice números Rufi, se dice matemática.

— Que lo diga como quiera... ¿Cómo te fue en el examen?

— Nueve — hace 9 colocando sus pequeños deditos.

— Muy bien, ¿y a vos amor? ¿Cómo te fue el día?

— Agotador, pero bien.

— Me alegro, princesa — me acerco a su mejilla y la doy un beso —. Por cierto, Euge... Tenemos que hablar, es solo un momento.

— ¿Rufi podés salir del escritorio de papá, por favor hijita?

Rufi frunce el ceño:

— Nunca me dejan escuchar cosas de grandes.

— Cuando seas grandes podrás escucharlas — Euge sonríe y le da una palmadita en la espalda a su pequeña para que salga, la cuál se va de inmediato antes de que su mamá se enoje —, ¿cuál es el problema?

— El de siempre, la plata.

— Mi amor... Ya te dije que se va a arreglar todo.

— Otra vez Rufi va a quedarse sin vacaciones de verano por mi culpa.

— Te van a llamar de un trabajo pronto, te lo aseguro — Euge me toma de las manos y me mira fijamente.

— No estoy seguro Euge, ya van casi 6 meses y aún no me han llamado. Sé que lo último que se pierde es la esperanza pero... Apenas ya la tengo.

Y entonces, como por arte de magia, el teléfono de nuestra casa comienza a sonar. Rápidamente, Euge sale de mi despacho y va a atender la llamada, pero al rato vuelve a dónde yo estoy:

— Es para vos.

— ¿Para mí?

Ella asiente con la cabeza y yo agarro el celular con cuidado:

— ¿Si?

— ¿Señor Juan Pedro Lanzani?

— Sí soy yo, ¿quién es?

— Nicolás Riera. Llamo de los Almacenes Sky.

Oh sí. Son uno de los mejores almacenes de ropa de alta costura de Buenos Aires. Guau... Hacía unos meses había dejado mi currículum allá. ¿Querrían tal vez que ocupara un puesto de trabajo? Oh, por favor.. Sí...

— Sí.

— Hace 4 meses usted dejó acá su currículum vitae a la espera de que le llamáramos para contratarle, ¿no es así?

— Así es — sonrío satisfecho.

— Ha sido admitido. Por orden de mi jefa, la señorita Mariana Espósito — una de las millonarias más jóvenes de Argentina —, empezará usted a trabajar para esta empresa como administrador el próximo lunes. Entra a las 8 y media para recoger el uniforme y a las 9 comenzara a trabajar en el despacho número 12. Llevara las cuentas personales de la empresa, solo de los Almacenes Sky, no del resto de las empresas que posee la señorita Mariana. El lunes a las 12 ella misma tendrá una entrevista con usted, ¿alguna pregunta?

Demasiada información, pero bueno, ya me acostumbraría a todo.

— No, todo entendido.

— Muy bien, le veo el lunes — y entonces, Nicolás Riera, cortó la llamada.

Sonreí:

— ¡¡¡EUGE!!!

Euge, con Rufina en brazos, vinieron las dos corriendo cuando las llamé:

— Estoy contratado.

— Felicidades mi amor — me da un beso corto en los labios y me agarra de la mano —. Te dije que te iban a contratar pronto.

— Sí, y creo que van a pagarme bien.

— Te quiero papá — agarro a Rufi en brazos y me abraza re tierna.

— ¿Y dónde es el trabajo?

— En los Almacenes de Alta Costura Sky.

— Dios — Euge sonríe —, allí trabajo mi madre por un tiempo cuando era más joven. Hace muchos años ya... La pagaban muy bien. Tengo entendido de que siempre ha sido de la misma familia...

— ¿La familia Espósito?

— Exacto.

— Mery, Mery creo que conoce a la actual dueña, la hija pequeña de los Espósito.

— ¿Mariana?

— No sé como se llama, pero Mery la conoce, y creo que es un poco fría, pero es buena persona, así que no creo que tengas ningún problema con ella.

Ambos nos abrazamos. Por fin, un trabajo.

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