El Sumiso ~ 12

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Narra Lali:

El papá de Santino... Mmm, un hombre que marcó mi vida para siempre. Bueno, ya les había dicho que fueron dos los hombres que marcaron mi vida. "Mi viejo" y el viejo de Santino, para ser exactos. Solo les daré una pista. Santino fue un error.

— ¿Estás cansada? — me pregunta Peter. Sí, seguía a mi lado. Aunque yo estaba sumergida en los pensamientos sobre Santino y su papá.

— Un poco, pero tranquilo. No voy a echarte — sonrío un poco. Ya no quiero estar tan tensa con él, aunque hace cada pregunta que... Te hace estar tensa. Es un poco interesado, aunque creo que lo hace inocentemente.

— Bueno.

— ¿Querés que tomemos una copa?

— Sí.

— ¿Qué tomás habitualmente?

— Vodka, pero si no tenés, lo que haya.

— Tengo casi de todo.

— Entonces, vodka.

— Le diré a Tina que preparé las copas.

Él abre mucho los ojos:

— ¿También sabe preparar copas?

— Sí, hace de todo prácticamente — río.

— ¡Qué bueno! Además parece buena persona.

— Es buena persona — sí, lo es. Me conoce desde que tengo 19 años, más o menos, desde que volví de la Universidad y me independicé. Compré la casa y al poco tiempo me quedé embarazada de Santino. Juntas lo hemos criado... Así que podría decirse que Tina es también como una abuela para Santi además de mi mamá —. Voy a decirle lo de las copas — me levanto y voy a la cocina.

-...-

Narra Peter:

Cuando ella abandona la sala, es cuando por primera vez se me ocurre buscarla por internet. En Google tecleo "Mariana Espósito", me aparecen algunas fotos de ella y de su familia, y bastantes páginas.

Justo entro en una dónde dice: Biografía. Nacida el 10 de octubre de 1991 en Buenos Aires, Argentina. Adoptada a la edad de 5 años en Río Negro. ¿ADOPTADA?

Lali Espósito era adoptada... No lo podía creer. Una chica triunfadora que seguramente habría tenido un pasado turbio. Uau... Normal que lo ocultara. Más bien, provenir de otra familia, y ahora estar en otra, no era motivo de orgullo. Yo tampoco sería de los que dijera que era adoptado, solo lo sabría mi círculo más íntimo. Y punto.

-...-

FLASHBACK - Río Negro, Año 1994

Clara Rinaldi acababa de tener a su cuarta hija. Su hijo mayor, Gastón, estaba a punto de cumplir los 11 años, ya era todo un hombrecito y colaboraba en todas las tareas de la casa para ayudar a su mamá. Después, nacieron casi juntas, Mariana y María.

En verdad, María no era hija de Clara, sino hija de su pareja, también padre de Gastón, de Mariana y de Coral, la hermana más pequeña.

Clara vivía en una pequeña casa en un barrio pobre de Buenos Aires, con sus cuatro pequeños. Marcelo, el padre, venía de vez en cuando para traer comida, se quedaba a dormir y se iba al día siguiente. Hacía exactamente dos años, que en una de sus vueltas a casa, trajo consigo una pequeña bebé.

— ¿Quién es esa, Marcelo? — le preguntó a su marido mientras alimentaba a Mariana.

— Mi hija.

Clara se desilusionó.

— Has tenido una hija con otra mujer.

— Sí, ¿y qué pasa? ¿Acaso vos no te has acostado con otros hombres mientras estabas conmigo?

Clara asintió con la cabeza, mintiendo. Pero sabía bien que a Marcelo no podía nunca llevarle la contraria. O sino, pegaría a los niños.

Y fue desde entonces, que Clara cuidó a María como si fuera otra hija más. Un año y unos pocos meses después, se quedó embarazada, y tras 40 semanas, tuvo otra niña perfecta, a quién bautizó como Coral.

Ellos 5, malvivían con una escasa asignación que el Estado les proporcionaba todos los meses por ser una familia sin recursos. Cuando ese dinero llegaba, Clara mandaba a Gastón, su hijo mayor, a la calle para comprar alimentos para todos. La casa no tenía ni agua corriente ni luz, ni mucho menos línea de teléfono. Pero se querían. Gastón amaba a sus hermanitas, las niñas amaban a Gastón, y su mamá les mimaba y les protegía a todos. Pero cuando Marcelo llegaba, la casa se llenaba de miedo.

Él traía el mal a casa, la confusión. Pegaba a las niñas si lloraban, pegaba a Gastón si el chico defendía a sus hermanas... Y también pegaba a Clara, tan solo por defender a sus pequeños.

Un día, fue tal la paliza, que en cuanto se marchó de casa a la mañana siguiente, llamó a la policía y a los servicios sociales. El servicio de policía, al ver a los niños en tal estado, les mandó directamente fuera de la casa. Por desgracia, también detuvieron a Clara, la separaron de sus hijo a traición. Meses después, fue condenada por tener a los niños viviendo bajo condiciones pésimas: sin luz, sin agua, comiendo alimentos caducados, conviviendo con toda clase de bichos e insectos...

Y los niños... Pobrecitos. Coral fue a parar a una familia rica, quiénes la adoptaron muy gustosos. Gastón fue a un orfanato que estaba al norte del país... Pero, las dos niñas tuvieron suerte. Las enviaron juntas a Río Negro, a una familia de acogida que las mantendría con plata del Estado hasta que unos padres pudieran adoptarlas.

Fue la mala suerte, de que el padre, Marcelo, las encontró. Las secuestró un día cuando jugaban en el jardín de la casa. Y la pesadilla para Mariana y María volvió. Volvió el maltrato, las malas condiciones de vida y la comida caducada.

Aún así las hermanas se mantuvieron fuertes, y en noviembre del año 1996, la policía las encontró. Tenían 4 y 5 años, estaban sucias y esqueléticas, también medio desnudas. Con el cuerpo lleno de golpes. Sobretodo Mariana.

Y fue justo aquel día, cuando la policía separó a las dos hermanitas, los dos únicos miembros de esa pobre familia que habían permanecido juntos. Cada una fue a parar a distintos hospitales.

Y... Mariana fue adoptada al poco de entrar en ese hospital. Era una familia de Buenos Aires, que había adoptado ya a otros dos hijos. Él era piloto de aviones, y ella era pediatra. La historia de la pequeña les rompió el corazón a ambos, y por eso decidieron llevársela a casa nada más verla la carita.

Fue cuando Mariana, o Lali para los amigos, comenzó a ser Mariana Espósito.

EL SUMISOWhere stories live. Discover now