El Sumiso ~ 30

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Narra Lali:

Me despierto llena de sudor, han vuelto las pesadillas trayendo a su vez todo lo malo que he pasado en esta mierda de vida. Tal vez todo ha sido por culpa de esa cuerda...

Solo tengo que agradecerles a Coco y Majo que me adoptaran y a estar al frente de todo este imperio, y bueno, gracias también al mejor regalo: mi Santino.

Aunque sé, que cada día que pase, Santino se va a hacer más grande. Y eso va a traer más problemas porque ya no voy a poder engañarlo como lo he hecho durante todo este tiempo.

Me froto los ojos, me incorporo de la cama, me levanto y camino descalza hasta el baño. Bostezo ante el espejo y me saco los restos de maquillaje que ayer no pude sacarme... Estaba demasiado frustrada y demasiado nerviosa ayer por la noche. Temblaba y no podía apenas moverme. Seguro que Peter lleva pensando toda la noche en que clase de monstruo soy. En qué clase de madre soy para mi pequeño.

Después de sacarme los restos de maquillaje, me lavo la cara con agua fresca y me recojo el pelo. Me coloco la bata de seda de flores corta y sigo caminando descalza, salgo de mi habitación y voy a despertar a mi chiquitito.

En el cuarto de Santino huele a colonia de bebé. Esa que le pongo cada mañana desde que nació, cuando se haga grande, se que dejara de oler así, pero mientras, debo aprovechar. Esta hecho un ovillo dormido tranquilamente. Muy tapado. Es una auténtica ternura verlo así... Siento aún más que tengo que protegerlo ante todo. También ante la verdad, la verdad de su mamá.

Me acerco a su cama y paso mi mano fría por el agua de manera suave por su pelo. El bosteza y se mueve un poco. Sonrío:

— Buen día mi pequeño...

Vuelve a bostezar y se da la vuelta. Lo miro. Es tan perfecto... Cuando abre los ojitos es perfecto, cuando duerme, cuando come... En verdad, cualquier madre piensa eso de su hijo. Pero sé bien, que los padres son muy diferentes. Tienen un "concepto diferente" de lo que significa protección. Sobre todo hacia los hijos varones. Piensan que pueden vivir y criarse solos por el mero hecho de ser hombres.

— Buen día mami — dice sonriendo con los ojitos chinos.

— ¿Cómo dormiste?

— Bien — responde levantándose y quedándose sentado sobre la cama.

— Me alegro mucho corazón. Bajamos a desayunar o vamos antes al baño.

— Al baño, después desayunamos y después nos vamos a...

— ¿A dónde querés ir enano?

— Al zoo — dice Santino riendo.

— ¿Querés que vayamos al zoo? — le pregunto. No me gusta mucho el zoo, mis recuerdos de chiquita en ese lugar no son demasiado buenos. Pero tampoco fueron buenos para Santino los momentos con Peter ayer.

— Sí, por favor mami. Hace mucho que no vamos al zoo. Quiero ir por favor...

— Vamos a ir al zoo, tranquilo. ¿Querés que llame a la tía Cande o al tío Nico para que nos acompañen? ¿O a los abuelos?

— A la tía Candela.

— Mientras desayunamos llamamos a la tía Candela, ¿te parece?

— Sí — dice Santino sonriendo. Se pone de pie sobre la cama y me abraza. Yo le agarro a upa. He prometido mil veces dejar de hacer lo que hago por mi hijo, pero es algo que no puedo dejar... Que después de tanto tiempo ya no puedo dejar.

-...-

-varias horas después-

Cande, Santi y yo llevamos ya algunas horas en el zoo. Santino la está pasando bien, y en algunas áreas nos están dejando entrar porque muchos de los trabajadores del zoo me conocen. Más que nada porque he dado becas para el estudio de biología y biología marina.

Santi observa a todos los animales con atención y la hace a la guía todo tipo de preguntas, algunas de ellas muy interesantes, por lo que Candela y yo también estamos aprendiendo con la visita.

A la hora de comer, vamos al restaurante del recinto. Todo había transcurrido en la mayor tranquilidad hasta entonces, pero de repente, justo en ese momento se empezaron a torcer las cosas. Cuando vi a Mariano, con su mujer y sus tres hijos de lejos.

— Mierda — digo empezando a entrar en un auténtico ataque de nervios.

Candela me mira raro:

— ¿Qué te pasa Mariana?

— Mira al frente — la digo mirando a Santino. No quiero que lo vea, no quiero —. Santino después de comer nos vamos, de acuerdo.

Él me mira frunciendo el ceño:

— Mamá, no seas mala. Todavía nos queda ir a ver el acuario, la guía va a dejar que me me bañe con los delfines, no seas mala por favor. No podemos irnos todavía.

— Santino, nos vamos y punto. No hay más que hablar.

— Pero mamá... — Santino sigue replicando.

— Obedece a mamá enano — dice Cande sin más.

Engullo la hamburguesa de pollo y empiezo a darle la comida a Santino para que coma un poco más rápido, pero después de el tercer bocado, me amenaza con la cucharita del postre:

— ¡Mamá! ¡Soy grande, como solo!

Justo entonces, Santino atrae la atención de las personas que hay en las otras mesas, también la de Mariano y su mierda de familia. Yo suspiro y entonces agarro en brazos a Santino:

— Nos vamos.

Veo que Mariano se levanta de la mesa y la dice algo a su mujer. Nos tenemos que ir, y muy rápido porque sino vamos a tener problemas. Y no quiero tirarle en cara todo lo que ha hecho delante de todas esas personas.

— Vayan, dale Lali — Candela sabe algo del tema... La simple parte de que me quedé embarazada de Mariano y que él nunca quiso saber nada de nuestro hijo. Y que eso me dolió mucho, sobre todo cuando unos pocos meses después nació Olivia, la primera hermanita de Santino. A ella la ha cuidado y a Santino le ha ignorado toda su vida.

Agarro mi bolso y me voy del restaurante, Santino se va quejando, pero ahora mismo la opinión de Santino me da igual, solo quiero que él esté a salvo, fuera de las garras de Mariano. Fuera de las garras de ese hombre que me hizo un montón de cosas malas, y en el que todavía desconfío.

— ¡¡Mamá te odio!! — grita Santino ya bastante alejados del restaurante.

— ¡¡Mariana, volvé!! ¡¡Quiero ver a mi hijo!! — gritan desde atrás. Santino me mira... Sí, está vez lo ha escuchado, y ya no hay vuelta atrás.

— ¿Dijo hijo, mamá? — pregunta Santino con el ceño fruncido.

— Sí, dijo hijo — voy a tener que tener una charla bastante intensa.

EL SUMISOWhere stories live. Discover now