El Sumiso ~ 18

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Narra Lali:

— ¿Y cómo se llama la bebita mami? — me pregunta Santino. Desgraciadamente, a Santino le encantan los bebés y cada vez que nace alguno en el entorno familiar hace millones de preguntas sobre él.

— No lo sé mi amor, no me dijo el nombre.

— Pero, ¿se lo podés preguntar después?

— Sí, claro. Después le pregunto — termino de cambiarlo y lo bajo de la cama —. Te aviso, portate bien con Peter mientras te lleva al colegio, ¿si? No quiero escuchar que me diga que no te portaste como es debido, porque sino mamá se enoja.

— Me portaré bien mami. Además, el tío Peter es re bueno conmigo y le voy a obedecer en todo.

Sonrío:

— Así me gusta mi amor.

Lo agarro y bajo con él a la cocina.

— Bueno enano, ¿nos vamos?

— Sí, chau mamá — me abraza, me da un beso en el cachete y lo bajo de a upa.

— Peter, agarra la sillita de repuesto para el auto. Tina te la dejó junto a su bolsita.

— De acuerdo. Así vamos re seguros, ¿verdad enano?

— Sí, tío.

Peter me sonríe, le agarra de la mano a Santino y van a la sala. Agarra la mochilita de Santino, también la sillita de seguridad para nenes del auto y salen de la casa. Ojalá que todo vaya bien, aunque, tengo una gran confianza en Peter, sé que con Santino no va a meter la pata porque tiene un gran instinto paternal. El que me preocupa que meta la pata es Santino, que diga algo que no debe decir...

-...-

Narra Peter:

Pongo la sillita sobre el auto, siento a Santino sobre ella y le abrocho el cinturón de seguridad. Después me siento en el lugar del conductor.

— ¿Listo Santi?

— Listo — sonríe desde atrás mientras que puedo verle por el espejo.

— ¿Me sabés guiar hasta el jardín?

— Sí, tenés que ir toda la calle hasta arriba, después girás a la derecha por donde está la panadería, y todo recto hasta el final. Cuando veas una casita marrón y unos pinos, es ahí.

— Perfecto Santi — arranco y comienzo a manejar siguiendo las indicaciones del pequeñín.

De repente, cuando llegamos a la esquina con la panadería, Santi me dice desde atrás:

— ¿Podés poner música, por favor tío Peter?

— Pues claro — enciendo la radio al llegar al semáforo, y cuando este se pone en verde, sigo manejando. Unos 4 minutos después, Santi dice:

— Es acá tío, llegamos.

Paro y aparco el auto. Después salgo, abro la puerta y tomo a Santi a upa. Lo dejo en el piso para agarrar la mochila y después le agarro de la mano.

— Te acompañaré adentro.

— Sí — él sonríe.

Cierro el auto y comenzamos a caminar para dentro del jardín. Pero de repente, un auto con los cristales tintados se para. El cristal se baja y unos ojos verdes me miran fijamente:

— ¿Estás trabajando de niñero, Peter?

— No, Eugenia. Tan solo le hago un favor a la jefa.

— En vez de hablar conmigo, de tener un poco de tiempo para mi, utilizas ese tiempo para hacerle favores a la jefa. Eso es, así, muy bien Juan Pedro Lanzani.

— Eugenia, no soy estúpido. Dejá tu infantilidad y tus celos aparte por favor. No quiero tener problemas. Y ahora tengo prisa, así que chau — comienzo a caminar para delante con Santi agarrado de mi mano y sin mirar atrás.

— ¿Es tu novia tío?

— Mi novia por poco tiempo, muy pronto será mi ex novia porque te juro que no la soporto más, me tiene más que harto.

— ¿Por qué?

— Está celosa — digo muy sincero —, está celosa de que tu mami ahora sea mi jefa. La matan los celos por dentro, piensa que yo puedo llegar a tener algo con tu mami, porque tiene plata, es linda... Y una de las mujeres más poderosas de toda Argentina.

— ¿Te gusta mami?

— No — miento. Lali es hermosa, me encanta, pero, no le puedo decir a Santino que me gusta su mamá, para mi eso sería una auténtica vergüenza —, pero mi novia, futura ex novia — corrijo —, piensa que sí. ¿Entendés Santi?

Él se para y me mira:

— Es que Euge tiene razón, mi mami te gusta.

— No Santi, no me gusta tu mami.

— Sí te gusta.

— No, y ahora vamos al colegio, sino llegarás tarde y tu mamá me matara.

— ¡No! Mami no te va a matar pero es verdad que vos gustas de mami, y mami también gusta de vos, te mira de manera diferente, te quiere. Me tenés que creer tío, de verdad.

— Santi, con esto no se juega, podés enojar a los adultos — lo agarro y entonces entramos dentro del edificio —. ¿Cuál es tu clase?

— Está arriba.

Subimos arriba y lo dejo en la clase. Después salgo y me vuelvo a meter en el auto.

¿Será verdad que le gusto a Lali? Y, si no es verdad, ¿por qué me lo dice todo el mundo?

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