El Sumiso ~ 23

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Narra Peter:

Me roza la espalda de vez en cuando con sus dedos hábiles mientras me acaricia el pelo, y cada caricia es como una dulce descarga eléctrica en mi piel. En un momento, yo ladeo la cabeza y le doy acceso a mi cuello. Se inclina y me lo llena de pequeños besos, recorriéndolo desde la base de la oreja hasta el hombro con los dientes y la lengua. Tararea en voz baja mientras lo hace y el sonido me resuena por dentro. Justo ahí... ahí abajo, en mis entrañas. Gimo suavemente sin poder evitarlo.

— Calla — dice respirando contra mi piel.

Levanta las manos delante de mí; sus brazos acarician los míos. En la mano derecha lleva un látigo de tiras.

— Tócalo — susurra, y me suena como el mismísimo diablo.

Mi cuerpo se incendia en respuesta. Tímidamente, alargo el brazo y rozo los largos flecos. Tiene muchas frondas largas, todas de suave ante con pequeñas cuentas en los extremos.

— Lo voy a usar. No te va a doler, pero hará que te corra la sangre por la superficie de la piel y te la sensibilice.

Ay, dice que no me va a doler. ¿Será verdad eso?

Deja el látigo sobre la cama y me pone las manos en la cintura.

— No las vas a necesitar — me susurra —. Ahora, ¿comenzamos? — ella me sonríe... Pero tengo miedo, mucho miedo.

Es entonces cuando me despierto de golpe. Estoy todo transpirado. Por culpa del sueño, del sueño que acabo de tener con mi jefa, Mariana Espósito. Atentos, iba a pegarme con un látigo, así sin más. Y creo que yo iba a dejarme. ¿Cómo podría ser eso verdad?

Me levanto del cuarto y voy a la cocina, para beber agua y despejarme, porque ahora mismo creo que líquido es lo único que necesito.¿La gustaría realmente golpear a los hombres, practicar con ellos el sadomasoquismo? ¿La gustaba vernos sufrir? Dios mío... Lo mejor sería no pensar en eso. No por ahora desde luego.

Abro la heladera y agarro la jarra de agua, después un vaso y pongo un poco de agua para beber. ¿Por qué mierda habré soñado eso? Tal vez porque deseo con terribles ganas a mi jefa. Porque quiero que me folle... Una vez escuché, que los sueños eran tus deseos más profundos, otras veces resúmenes de lo que te pasaba en el día vistos desde otra realidad... Pero me inclino por la primera, porque uno de mis deseos más profundos sea que Lali o Mariana Espósito, mejor dicho, mi jefa, me folle.

Miro la hora en el reloj que hay en la cocina. Las 5:45, creo que voy a quedarme despierto, o tal vez, empiece ya a prepararme para estar el primero en la oficina. Perfectamente arreglado. Ummm, por cierto, ¿ya habrá reservado Nico para la cena con... ella? Ojalá... Aunque no quiero que pase lo que estaba pasando en el sueño. Que vergüenza, mi propia jefa, dominándome también a la hora del sexo, golpeándome sin compasión con un látigo de tiras. Tal vez ella, había pensado que yo me dejaría hacer todas esas cosas, pues... Estaba equivocada. se lo aseguro.

Bueno... Decido dejar el tema de mi sueño aparte, y comenzar con mi rutina matutina. Me preparo el desayuno, después me lo tomo, me ducho, me visto, me peino y me perfumo. Y a las 6:45 estoy listo. Creo que saldré ya de casa. Aprovecharé para pasarme por casa de Eugenia y agarrar todas mis cosas, y así mi amigo no tendrá que ayudarme. Por lo que le dejo una nota a Pablo diciéndole que me he ido que que volveré sobre las cinco, y que en el caso contrario, le llamaré por teléfono.

Así que eso hago, salgo de casa y manejo con el auto hasta llegar ahora a la casa de Eugenia. Toco al timbre y espero a que ella me abra, pues la puerta de abajo estaba abierta.

Ella abre con Rufi en brazos, la cuál está ya vestida con el uniforme del jardín:

— Hola — me saluda secamente.

— ¡Papi! — grita Rufi estirando sus bracitos para que la haga upa.

La pido permiso a Eugenia y ella asiente con la cabeza, después, agarro a Rufi:

— Hola enana.

— ¿Por qué ya no venís papi?

— Emm...

— Rufina, te repito que Peter, no papi, y yo ya no estamos juntos.

— ¿Y ya nunca vendrás a verme? — me pregunta haciendo pucheros.

— Vendré a verte de vez en cuando, no te preocupes. Que mamá y yo ya no estemos juntos no significa que yo ya no te quiera. Te amo enana.

— Yo también te amo papi — Eugenia la mira mal y ella corrige —, perdón, Peter.

— Vengo a por mis cosas.

— Ya me encargué yo de meterlas en cajas.

— Ah... — joder, si que tenía ganas de que me fuera de la casa —. Emm, ¿gracias?

— De nada.

Tan solo era una pregunta, no una afirmación. Pero bajo a Rufi de a upa, y sin decir nada, empiezo a agarrar todas las cajas y a sacarlas de la casa. Al terminar, miro a ambas y las digo:

— Vendré en una semana o así para ver a Rufi.

— Okey — dice Eugenia secamente.

— Gracias — rufi me abraza. Yo también, la doy un beso en el cachete, y después me voy.

Bajo todas las cajas que puedo al auto de una vez, y vuelvo a subir a por las que faltan. Y justo en una, está mi primer balón de fútbol, con el que nunca había jugado. Está nuevecito. Y tengo una idea, ese balón será para Santi. Sé que es de hace algunos años pero seguro que le encanta.

Finalmente, miro el reloj cuando por fin subo al auto: las 8:15. Mmm, creo que ya voy a ir yendo para el trabajo. Así que eso hago, ir al trabajo.

Tras aparcar, agarro mi maletín y el balón que le voy a regalar a Santino, el cuál le entregaré a Lali en cuanto la vea.

Justo al lado de mi auto, una chica delgada, de pelo castaño y ondulado, está también esperando a que abran las puertas del edificio para entrar a trabajar. Me acerco a ella para charlar durante la espera:

— Hola — la saludo —. ¡Buenos días!

Ella me sonríe de oreja a oreja:

— ¡Buenos días!

— ¿También trabaja acá?

— Bueno, sí pero no. En realidad trabajo en la tienda, soy la encargada principal — me da un beso en el cachete —. Candela Vetrano, la mejor amiga de la jefa, Mariana Espósito. ¿Su nombre es?

— Juan Pedro Lanzani.

— ¡Ah sí! Lali me ha hablado de vos. Dice que sos uno de los mejores trabajadores nuevos.Habla bien de vos... Muy bien — ella sonríe.

Así que Lali habla muy bien de mí... Y después de lo del beso...

Uau... Esto está a comenzando a ser todo muy raro. 

EL SUMISOWhere stories live. Discover now