El Sumiso ~ 27

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Narra Lali:

Terminamos de cenar sobre las 11 de la noche. La cena costó cara, lo que provocó que Peter me dijera lo siguiente: "Te pago el resto el próximo día en el trabajo". Ahí comencé a sentirme mal por haberle traído a un sitio tan cari, pero de hecho, traía acá a cenar a mis sumisos, yo siempre pagaba todo, lo mío y lo suyo. Aunque en este caso, debía haber pensado mejor lo de llevar a Peter a otro sitio. Aunque, como no quería que se sintiese mal, dejé que pagara parte de la cena.

— No hace falta que me des nada más — digo levántandome. Agarro mi bolso y le miro fijamente. El mozo nos observa, deseando que abandonemos la mesa para agarrar la propina que le hemos dejado.

— Me gusta pagar a medias cuando vengo a sitios.

— Sé que este sitio es demasiado caro, sé bien que no alcanzas a pagar todo, así que no te preocupes, yo lo pago todo y listo.

Él levanta una ceja:

— No es por nada, pero me siento mal por haberte traído a un sitio tan caro — digo algo apenada, y en verdad, lo estoy —. Yo puedo pagar 20 cenas de estas, pero vos no, aún no te pagué ni el primer mes de trabajo, lo siento.

Él suspira, después sonríe, tranquilizador:

— No te preocupes Lali, está todo bien de verdad. No tenés que sentirte mal por ello. Vos me quisiste mostrar un sitio bueno.

— ¿Querés que vayamos a mi casa a tomar algo?

— Dale — sonríe y agarra su saco que está colgado en la silla.

— Buenas noches, señora Espósito, señor — el camarero baja la cabeza de manera educada y nos acompaña hasta la puerta. Abre la puerta y nos deja paso.

Subo al auto de Peter y él maneja tranquilo hasta llegar a mi casa. Se baja el primero y abre la puerta para que yo pueda salir:

— Gracias — le agradezco sonriendo.

Juntos entramos adentro del edificio y subimos juntos hasta mi casa, en el último piso. Al llegar, todo está oscuras y en silencio. Seguro que tanto Tina como Santino están ya dormidos en sus respectivas camas.

— Vamos a la cocina — le invito a Peter. Juntos también, caminamos hasta la cocina y entramos para tomar algo.

Él se sienta de forma muy sensual en la silla. Yo le miro mordiéndome el labio:

— ¿Qué querés?

— De momento, gaseosa. Nada más — él sonríe.

— ¿Solo gaseosa? ¿No tenés sed? ¿No querés tomar nada más que gaseosa?

— No mucha, de momento voy a tomar eso y después ya veremos.

— Tengo licor de cereza, buenísimo, importado de España — le ofrezco —. Lo trajeron esta mañana unos clientes que estuvieron allí pasando una semana.

— Después tal vez. Ahora mismo no quiero nada más Lali, de todas formas, muchas gracias.

Preparo licor de cereza para mi y gaseosa para él. Pongo ambas cosas sobre la mesa y me siento justo enfrente de él:

— Gaseosa con hielo, nada más — le digo.

— Gracias, Lali.

— De nada.

— Emm, antes me dijiste algo, que me dejó un poco perplejo — ignora la gaseosa y se rasca la nuca mirándome.

— ¿Qué cosa te dije que te dejó perplejo? — yo también ignoro el licor de cereza mirándole.

— Me dijiste que sabías que me gustabas.

— Ah, eso — sonrío —. ¿Acaso no gustas de mí? Se nota mucho. Sos una persona muy sencilla Peter, una persona muy inocente por dentro. Tengo como un poder, el de conocer bien a las personas nada más verlas. No sabés mentir, sos ignorante, pero hermoso, muy lindo. Por dentro y por fuera, aunque no lo creas, me gustan las personas inocentes como vos.

Él abre su boca ligeramente:

— Se me da mal mentir.

— Lo sé — río —. Se nota mucho. Pero no te preocupes, no me importa que gustes de mí.

Peter suspira y baja la cabeza:

— Pensarás que soy estúpido.

— No, para nada. Las personas tienen sentimientos, que en algunas situaciones no pueden ocultar, no te preocupes por eso. No me importa. Además, vos no sabés si yo gusto de vos.

Él me mira:

— ¿De verdad?

Sonrío:

— Una pista, pronto lo descubrirás.

-...-

Narra Eugenia:

Desde que descubrí lo de mi adopción, no dejo de investigar sobre lo que pudo pasar. Sobre mi familia, me pregunto a cada rato si tendré hermanos, sobre dónde estarán mis hermanos. La preguntas no se alejan de mi cabeza, y cada vez son más insistentes. Necesito saber ya sobre mis orígenes, el motivo del abandono. Necesito conocer absolutamente todo lo que pasó. Porque algo tuvo que haber pasado. A un hijo no le das en adopción porque sí, tenés que hacerlo por determinadas cosas.

Y sé, que es muy tarde. Pero tal vez mi mamá, sepa algo. Sepa porque mis padres me dieron en adopción. Así que, sintiéndolo mucho, llamo a mi vieja para que me cuente todo:

— ¿Si? ¿Eugenia, qué ha pasado? ¿Están bien?

— Sí mamá. ¿Cómo estás vos mamá?

— Bien, me iba a meter en la cama ahora. ¿Por qué me llamás a estas horas?

Suspiro:

— Descubrí lo de mi adopción, y necesito saber. Todo lo que vos sepas mamá, por favor. No sé porque no me contaste de esto antes.

Mi mamá también suspira desde la otra línea:

— Nunca me sentí lo suficientemente preparada para decirte lo de la adopción Eugenia, tenía miedo de tu reacción, te conozco, tal vez te lo tomabas mal, y no quería eso.

— ¿Y nunca pensaste que cuánto más tarde me enterase, me lo podía tomar peor?

Hay silencio.

— Mamá, no estoy enojada, pero necesito que me cuentes. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo?

— Te adopté en la Casa para Niñas de la Calle Delfín, solo conozco los nombres de tus padres. Las monjas no me contaron mucho por respeto a tu familia biológica. Pero sé que venías de una familia con muchos problemas. Tan solo me hablaron de que tenías una hermanita interna en el hospital... Tal vez, si llamás a ese lugar, te puedan contar algo más. Pero Euge, yo no te puedo decir... No me quisieron contra mucho. Por respeto simplemente. Tampoco sé si ellas sabían mucho más.

— ¿Una familia con problemas?

— Supongo... Me dijeron que eras una nena con mucha falta de cariño. Y yo necesitaba una nena a la que amar. Quería tener más hijos, pero no podía, por eso te adoptamos.

Sonrío:

— Gracias por haberme dado una buena vida, mamá. Aunque me molesta un poco que lo haya descubierto tan tarde.

— Lo siento mi amor. Pero, si querés descubrir cosas sobre tu familia, yo voy a estar allí para ayudarte, para darte ánimos, incluso para cuidar a Rufina en caso de urgencias. Para todo, mamá va a estar.

— Gracias mamá, te amo.

— Yo también te amo. 

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