El Sumiso ~ 22

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Narra Lali:

— ¡¡¡Vete de acá!!! ¡¡¡No quiero verte!!! — le grito. Quiero tirarle algo a la cabeza esa hueca que tiene. Es un idiota, un completo idiota que nos ha lastimado. Ahora aparece de la nada, cuando le avisé de que no lo hiciera.

— Lali, por favor — me suplica el muy estúpido —, tan solo quiero verlo, tengo derecho.

Miro a Santino. Sigue muerto de miedo, en el mismo lugar donde estaba cuando bajé. Está temblando, mi amor, pobrecito...

— No es el momento ahora, andate — me doy la vuelta y voy con Santino. Es el que más me necesita en este momento... Lo agarro y lo calmo en mis brazos. Él me abraza rápidamente, aunque estuviera enojado conmigo. Pero es un nene, y me necesita, igual que yo lo necesito a él.

— Mierda Lali, por favor... Traigo regalos.

— ¿Y? — sigo dada la vuelta y le agarro la cabeza a Santino, no quiero que mire, no quiero que lo vea.

— Sos una nenita, igual que la conocí.

— Me da igual, seré una nenita pero por lo menos me hago cargo de mi hijo — digo recalcando el "mi hijo". Sí, el nunca se hizo cargo, estaba demasiado ocupado con los otros como para ver a Santino. Ahora que se joda.

— Váyase señor, por favor — la escucho a Tina.

— Volveré. Y tomá, dale los regalos a mi hi... — pero Tina le prohibe decir lo que iba a decir, y sí, es mucho mejor. En este caso si que de verdad le hubiera reventado la maldita cabeza a piñas.

Después escucho como cierra la puerta. Mis músculos, y con ellos, el cuerpo entero, se destensa. Dios mío, lo he pasado realmente mal. Por un momento pensé que iba a contárselo. Que iba a decirle a Santino que era su papá, y si, ha estado a punto de hacerlo. No puede ser más imbécil, no saben todo lo que le odio.

— Mami, ¿quién era? — me pregunta Santino. Sé que aún está asustado. Mi amor, pobrecito, él no tiene la culpa de lo que pasó hace años.

— Un hombre malo. No es que quiera hacerte daño, pero... No es bueno Santino, porque a mamá si la lastimó, ¿entendés?

— Sí, ¿por qué te lastimó?

— Lo sabrás cuando seas un poco más mayor.

Él hace puchero:

— Siempre me contarás las cosas cuando sea más mayor. Es aburrido que siempre digas lo mismo, cada día me hago un día más mayor, y aún así no me lo cuentas.

— Entonces rectifico, cuando tengas como 12 o 13 años, te contaré todo, ¿si?

— ¡No! Pero para eso falta mucho...

— Menos de lo que te esperas mi amor, creeme. Y ahora, vamos a bañarnos y a ponernos el pijama. Tina, podés ir preparando la cena.

— Bueno señorita Espósito. Y siento este altercado. Sobretodo por el nene.

— Ya hablaré con el portero, por cierto, los regalos llevaos al orfanato mañana, esos nenes lo necesitan más que Santino.

— ¡Pero mami!

— Santino, esos juguetes los compró el hombre malo, no querrás jugar con ellos, ¿verdad?

Santino suspira y mira para otro lado. En fin, definitivamente mi hijo no va a jugar con los juguetes que le pueda haber comprado el idiota de su padre.

-...-

Narra Peter:

— ¿Preparado? — me pregunta Pablo mientras coloca unas copas con alcohol sobre la mesa del salón.

— No lo sé, creo que voy a lastimarla.

— Sí, pero así dejaran de sufrir los dos. Dejaras de engañarte a vos mismo Peter, y eso es mejor... Lali te gusta, y Euge está empezando a estar en un segundo plano. No la hagas sufrir, déjala y listo. Será mejor para los dos.

Suspiro. Pablo tiene razón, pero sé que la voy a hacer daño... Aunque también sé que tengo que hacerlo, no queda otra. Agarro mi celular, busco su número en la agenda y la llamo:

— Hola — dice secamente al responder la llamada.

— Hola, necesitaba hablar con vos.

— ¿Para?

— Porque creo que esto ya no funciona Eugenia. Que perdimos todo, ya no sirve para nada. Así que es mejor cortarla acá.

— Bien. Recoge tus cosas, ¡todas! Antes de mañana por la tarde, sino, ten por cuenta que las tiraré a la basura. Chau Lanzani — y entonces corta la llamada.

Separo el celular de mi oído y miro a Pablo:

— ¿Qué tal fue?

— Mal, horriblemente mal amigo. Ya no hay solución. Pero bueno, me tenés que ayudar con mis cosas, tengo que recoger todo antes de mañana.

— Bueno, iremos mañana a la mañana.

— Sí... Aún tengo las llaves, se las dejaré en el buzón.

Pablo asiente con la cabeza, todo esto es duro. La quiero a Eugenia, pero no quiero serla infiel. No quiero hacerla sufrir... Y es mejor, que antes de que pase cualquier otra cosa, hayamos terminado con nuestra relación. Pero muchísimo mejor. Sí, y también tenía que decirle algo a Nico, que yo solo, había podido dejar a Euge. Y que ya tengo el camino libre para estar con Lali.

-...-

Narra Euge:

Tiro todo. Estoy muy enojada por lo que acaba de pasar. Menos mal que Rufina está en casa de mi mejor amiga... No me gusta que me vea furiosa. Sí, cualquiera se asusta al verme en este estado. 

¡¡¡Y todo por culpa de esa maldita Lali!!! ¡¡Maldita seas!!!

Recojo todo lo que tiro y me acuesto en la cama. Hace mucho, mamá me dio una carpeta, con unos papeles muy importantes, que debería mirar cuando realmente estuviera preparada. Hoy no estaba preparada, pero estaba hundida... Tal vez, sería el pleno hundimiento, pero prefería que fuera este día y no otro, al menos Rufi no estaba en casa y ni me vería llorar. Odiaba que Rufi me viera llorando.

Abro la carpeta. Dentro de ella está mi partida de nacimiento:

Nombre: María Eugenia Aldana Ferrer

Fecha de nacimiento: 9 de marzo de 1992

Lugar de nacimiento: Hospital Materno Infantil "Ramón Sardá"

Nombre del padre: Marcelo Aldana

Edad: 24 años

Nombre de la madre: Patricia Ferrer

Edad: 17 años

Mierda... Sí, me estoy esperando lo peor.

Justo atrás de la partida de nacimiento, se encuentra mi documento de adopción. Cierto es, que apenas recuerdo mi infancia. Tan solo unos toques grises, de los que mi madre, ósea, al parecer mi madre adoptiva, siempre me prohibió hablar.

14 de diciembre de 1996,

Guillermo Suárez, de nacionalidad argentina, y Marcela Riveiro, también de nacionalidad argentina, ambos residentes en la Ciudad de Buenos Aires, son aptos para adoptar a María Eugenia Aldana Ferrer, de nacionalidad argentina, actualmente huérfana, interna en la Casa para Niñas de la Calle Delfín.

Y sí, está firmado por mis dos padres. Así que soy adoptada... Dios, alguna vez me lo imaginé. Hacía mucho. Yo no dejaría de querer a mi madre por esto, pero debería habérmelo contado antes.

Pero, yo aún necesito saber una cosa. Quiero saber porque terminé en un orfanato, dónde están mis padres, si tengo o no tengo hermanos... Miles de preguntas en mi cabeza, que tengo que responder obligatoriamente. 

-...-

(Próximo capítulo: Sábado 18 de Noviembre. Perdón, pero estoy de exámenes chicas. Un beso)

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