Capítulo 37

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CAPÍTULO 37

    Betty me pintó los labios de un rojo cereza que combinaba con mi vestido a la perfección. Ella aseguraba en que yo estaba deslumbrante, pero no sabía lo que decía. Era Betty quien irradiaba belleza y no yo. Mi conjunto se basaba en un vestido del color de mis labios, mucho más fuerte que el tono de mi cabello. Betty había insistido en que fuera así para sorprender a toda la escuela, aunque no creía que aquello fuera a suceder. Terminó de aplicar el colorete sobre mis pómulos justo en el momento en el que llamaban a la puerta.

    ―¿Has invitado a alguien más?

    Betty y su madre me habían propuesto cenar con ellas antes del baile, un gesto que agradecía. En Thornhill no había un buen ambiente precisamente y prefería ignorarlo lo máximo posible. La rubia se encogió de hombros para restarle importancia.

    ―Será mi padre ―respondió a la vez que se posicionaba frente al espejo y decidía qué sombra de ojos le venía mejor―. ¿Puedes abrir tú?

    Me mordí el labio y en seguida me reprimí. Betty acababa de maquillarme con toda su buena voluntad y no quería estropearlo. Me habría gustado decirle que abriría la señora Cooper, pero deduje que lo que menos podía hacer era no complacer a los huéspedes. Bajé las escaleras levantando la falta de mi vestido para no tropezar. Llevaba unos tacones de infarto con los cuales ni siquiera sabía con seguridad si podría bailar. Volvieron a llamar al timbre.

    ―¿Puede atender alguien? ―inquirió la señora Cooper desde la cocina.

    Grité que yo lo haría y a continuación abrí la puerta. Sin embargo, no fue el rostro de Hal Cooper el que vi enfrente de mí, sino a Jughead y a su padre. Me quedé de piedra. No me esperaba aquello para nada, de hecho, llegué a pensar que podía ser un error. Fue entonces cuando Betty se unió a mí. Reparé en que Jughead llevaba un traje como si fuera a ir al baile. No lograba apartar la mirada de él, así como él no conseguía apartarla de mí. Lo examiné de arriba abajo, sintiendo un calor que se formaba en mis mejillas. Hacía tan solo una semana Jughead había exclamado que no era bueno para mí, pero todavía no me lo explicaba. Alguien que no fuera bueno no podría hacerme sentir tan bien, tan viva y liberada.

    ―¡Jughead, FP! ―saludó Betty alegre―. ¡Pasad, por favor!

    FP siguió las indicaciones de Betty, pero su hijo no se movió ni un milímetro. Mi amiga se aclaró la garganta y musitó que debía ayudar a su madre a poner la mesa, lo que nos dejó a solas. Sabía que no contábamos con demasiado tiempo y lo mejor sería decirle algo. Era imposible, ya que las palabras no salían de mi boca. Llevaba toda una semana deseando verlo en los pasillos o a la hora de la comida para resolver esta riña sin sentido y, sin embargo, cuando había llegado la ocasión perfecta me había quedado en blanco.

    ―Hola ―susurré con un hilo de voz.

    ―Estás preciosa.

    Instantáneamente me llevé una mano mi cabello. Betty había querido peinármelo hacia un lado como Cheryl, aunque la idea me desagradaba. En aquellos momentos no estaba de humor como parecerme a mi hermana. Al final nos decantamos por una trenza de raíz cayera sobre mi hombro izquierdo. No contesté a Jughead porque me quedé sin aliento. En su dedo aún estaba el anillo que le había regalado, como si después de todo una parte de él se negara a perder la esperanza. Yo me aferré a esa idea como si fuera un bote salvavidas en un barco que se hundía. Había esperanza. Lo único que debía hacer era llegar hasta la pared que impedía a Jughead dejarse llevar y romperla. Él creía que me hacía mal cuando era al contrario, puesto que durante toda su vida había sido empujado y pisoteado como si no valiera nada. Tan solo tenía que hacerle ver que estábamos juntos en esto.

BLOODLINE ; JUGHEAD JONES [1] ✅Where stories live. Discover now