Capítulo 45

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CAPÍTULO 45

    Los incesantes bips de los aparatos médicos me despertaron. Fui recibida por una sala blanca y pulcra que reconocí como una habitación de hospital. Notaba pequeños pinchazos de dolor en la cabeza y mis músculos adormilados. Jughead dormitaba en la silla de al lado con el pelo caído sobre el rostro. Su expresión de paz y serenidad le daba un toque angelical. Su brazo reposaba sobre mi cama velando por mí. Quise extender la mano para tomar la suya, pero me fue imposible. Poco a poco los recuerdos vinieron a mí. Casi podía saborear la sangre de Jason, como si esta me empapara tras el disparo mortal de mi padre. Mis párpados pesaban, así como mis inútiles extremidades. Por la luz que entraba en la ventana comprobé que era de día, probablemente temprano por la mañana. Escuchaba las lejanas voces de enfermeras y médicos al otro lado de la puerta, con sus incesantes pasos moviéndose de un lado a otro. El hospital me recordaba a la vida y la muerte, porque lo mismo te otorgaba el don de la existencia como te lo quitaba. A Jason le había sido arrebatado. Mi padre se lo había arrancado con la crueldad del peor de los villanos, quizá siendo consciente de que también me lo estaba quitando a mí. Y es que, con tal realidad, ¿cómo iba a querer seguir viviendo en este mundo?

    Jughead dejó escapar un suspiro. Más que eso, fue un murmullo; estaba tratando de decir algo en sueños. Lo repitió de nuevo y se me formó una diminuta sonrisa al captar mi nombre. Hice un amago de levantarme, pero me encontraba demasiado débil para realizar siquiera un mísero movimiento. En una mesilla al lado de Jughead vi mi móvil. Me habría gustado alcanzarlo y averiguar qué hora era o en qué día vivía. En mi memoria había cortos periodos de lucidez y consciencia, aunque apenas servían para aclarar mi mente. En el pasillo resonaron unos tacones que pisaban el suelo con decisión. Lo siguiente que escuché fue la voz de Veronica.

    ―¿Cómo crees que se tomará que Jughead se vaya con una familia de acogida a la zona Sur?

    ―No lo sé ―respondió una voz que reconocí como la de Betty―. Sería mejor no comentarle nada de esto por ahora. El médico ha dicho que puede volver a tener graves ataques de ansiedad.

    Supe que mis amigas estaban ya al otro lado de la puerta sin atreverse a pasar. Agudicé el oído para seguir el hilo de su conversación.

    ―Su padre ha matado a su hermano. Después se ha suicidado ―dijo Ronnie―. Y su madre no ha venido a verla.

    ¿Suicidado? ¿Mi padre se había suicidado? Pensaba que sentiría algo de pena, pero no fue así. Más bien lo que se acumuló en mi interior fue rabia. No había tenido la ocasión de echarle todo en cara, de reprocharle el daño que nos había causado a Jason, Cheryl y a mí, de gritarle lo mucho que lo detestaba hasta quedar sin voz. Ninguna lágrima cayó por su muerte y desde luego mi silencio no fue por el luto. Mi padre había tomado el camino de los cobardes; había huido de su destino y no pagaría por su crimen, porque había cosas mucho peores que la muerte.

    ―¿Y qué me dices de Cheryl? ―prosiguió la chica Lodge―. Se está comportando de forma muy extraña. ¿Viste la nota que le ha dejado a Blaze?

    Giré mi cabeza ―no sin sentir un dolor terrible― en dirección a la mesilla. No había ningún rastro de una nota. Entonces mis ojos viajaron hacia el puño cerrado de Jughead sobre la cama. Un papel arrugado me esperaba entre sus dedos. Conseguí vencer el dolor y sacar la nota, ya que en casos como aquel debía ser capaz de sobreponerme al malestar. La letra era definitivamente de Cheryl y estaba firmada con un bolígrafo rojo.

    Blaze, siento haberte herido a ti y a Jughead. Siento ser el vórtice del caos que parece destruir todo a su paso. Nunca he deseado lastimarte. Ni a ti, ni a Jug, ni a Veronica, ni a Archie. Eres lo único que me queda. Solo espero que me perdones cuando la nieve y el hielo del invierno se derritan.

    Cheryl.

    La charla entre Betty y Ronnie seguía fuera.

    ―Jughead no va a separarse de ella ―musitó Veronica.

    El silencio de la rubia me alarmó.

    ―¿Piensas que en verdad la quiere? ¿Después de todo? ―Arrugué la frente por la respuesta, cosa que me trajo más dolor―. Recuerda que se acercó a ella para indagar en el caso de su hermano.

    Mi respiración se agitó. Repetí las palabras de Ronnie: El médico ha dicho que puede volver a tener graves ataques de ansiedad. Debía impedir que el pánico acudiera a mí, a pesar de que semejaba algo casi tentador. Desplacé mi mirada hacia Jughead con horror y el corazón encogido. Yo, que le había entregado todo de mí, recibía más jarros de agua fría de la realidad. La vida no era un cuento de hadas, pero hasta entonces había tenido a Jug. ¿Cómo iba a continuar en una mentira?

    ―La relación de Polly y Jason también comenzó con una mentira ―contestó Veronica.

    Jason. Jason, ¿dónde estabas? ¿Por qué no acudiste a mí en el momento en el que noté la opresión sobre mi pecho? ¿Por qué permitiste que mis pulmones saborearan el oxígeno cuando sabías que lo único que deseaba era reunirme contigo en la muerte? Jughead se despertó de manera repentina para luego darse cuenta de mi estado. Prácticamente había dejado de dar grandes bocanadas de aire dispuesta a recibir a la muerte como una vieja amiga.

    ―¿Blaze? ―chilló asustado.

    En mi mente le recriminaba lo que había hecho. Había jugado conmigo con abrazos que se habían convertido en polvo, besos de humo y noches de sombras sin amor. Betty y Veronica entraron en la sala corriendo a la vez que preguntaban qué sucedía. Una enfermera se les unió con mucha prisa. Entre todos llamaban a un médico. Yo sola llamaba a Jason.

***

    Lo primero que sentí fueron mis dedos. Estaban entumecidos y fríos, pero había otros entrelazados con estos. Lo segundo de lo que fui consciente fue de la voz dulce que me hablaba como si estuviera en un sueño. Imaginé que estaba en el cielo y me había reunido con Jason. Mi último episodio consciente solo me había traído una espiral de angustia y desesperación, recordándome que ya no se podía confiar en nadie. Quise murmurar algo, pero las palabras se cortaron en mi garganta. Levanté mis párpados tras un duro esfuerzo. Polly daba un discurso sin esperar respuestas por mi parte hasta que se percató de que me había despertado.

    ―Blazey. ―Su tono de alegría era incluso contagioso―. Todo va a ir bien. Cheryl está bien.

    Moví mis labios sin emitir sonido. Tenía la boca pastosa. Batallé hasta lograr que saliera una frase.

    ―¿A qué te refieres con eso?

    ―Oh, pensé que ya te lo habrían contado. ―Polly se mostró consternada―. No debería decírtelo en tu estado.

    Si alguien tenía que confesarme algo, prefería que fuera Polly. En el caso de que hubiera sabido la verdad sobre Jughead a través de ella no habría reaccionado de esa forma. La chica contaba con una voz melodiosa y el poder de calmarte gracias a su presencia pura y tierna.

    ―Polly, por favor.

    Ella gruñó insegura. Le dediqué una mirada de súplica.

    ―Cheryl ha intentado suicidarse.

    No. No podía ser. Mi hermana no. Sacudí la cabeza rápidamente.

    ―Está bien, no te preocupes ―aseguró la mayor de las hermanas Cooper.

    ―Quiero verla.

    Si Cheryl también se iba de este mundo ya no me quedaría nadie por quien luchar. Había perdido suficiente esta semana. Mi vida jamás volvería a su cauce anterior y el pensamiento me acechaba para aterrarme.

    ―Todavía tienen que darte el alta y... ―empezó Polly.

    Fuimos interrumpidas por unos gritos de desesperación. Parecía que el terror nunca se marcharía de Riverdale. Distinguí a Archie pidiendo ayuda, lo que nos preocupó a Polly y a mí y provocó que ella se levantara de la silla para ver qué sucedía. Regresó unos minutos después y reparé en que su dulzura y positividad había sido sustituida por el miedo.

    ―Han disparado a Fred Andrews.


BLOODLINE ; JUGHEAD JONES [1] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora