|Ciprés|

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La madre de Eren murió en medio de un otoño demasiado frío.

Ella y su padre se habían conocido a los quince años. Grisha (el nombre de su padre), entonces había decidido que estudiaría psiquiatría, impulsado por el deseo de ayudar a la mujer de su vida. Carla (el nombre de su madre), en cambio, había decidido abrir su propia floristería, la cual llamaría "En un rincón del Sol". Se habían casado a los 22 años, Eren había llegado al mundo dos años después. La felicidad había durado poco.

A los 25 años Carla se negó a volver a tomar sus medicamentos, y los demonios dentro de su cabeza se hicieron más fuertes.

Grisha nunca se rindió. Y creyó, tontamente, que todo estaría bien.

Eren recuerda haber visto los ojos de su madre encontrarse con los suyos segundos antes de que se cerraran por completo. Recuerda haber llorado derramando toda la desesperación que su alma podía contener. Recuerda haber llorado y deseado con todas sus fuerzas que se quedará, que no se fuera. Pero ella se había ido al final.

Enterró a su madre esa misma tarde. Su padre lloró por días, lloró hasta que no le quedó nada más por derramar.

Pero la vida no se volvió más oscura o perdido sus colores como en un principio Eren creyó que sería. Todo se transformó en recuerdos y el mundo continuó girando.

A los 17 años decidió hacerse cargo de la floristería de su madre. No era lo que su padre esperaba, pero decidió apoyarlo. Así, cuando Grisha fue llamado a un trabajo en el extranjero, Eren se quedó ahí rodeado de recuerdos en su pequeño rincón del sol.

Ahora Eren sabe que la muerte está ahí. Siempre. Viéndonos reír y llorar. Extendiéndonos una mano en nuestros momentos más vulnerables, cuando imploramos su ayuda. Es tranquila y amable. Y es quien mejor entiende de qué se trata el sufrimiento. Aunque nadie sea capaz de entender porque duele tanto.

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*Ciprés: Luto.

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