cocinando & confesión

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Salimos del baño y nos dirigimos al elevador en silencio, ninguno pronunciaba sonido alguno. Al menos yo, tenía miedo de hablar. No encontraba alguna explicación de lo que había pasado segundos atrás, habíamos estado tan cerca. Caminamos en silencio hacia la cocina, después de esos incomodos segundos en el elevador. Harry iba delante de mi, guiándome como lo había estado haciendo, pero esta vez no sostenía mi mano. Cuando llegamos a la cocina, el olor a carne quemada entró en mis fosas nasales. Harry soltó una maldición y corrió hacia la estufa, donde estaba el sartén con los dos pedazos de carne quemados. Llegué a su lado, teniendo una perfecta vista de las manos de Harry tomando el mango del sartén con los dos pedazos de carne quemados. 

-Se ven exquisitos. -Dije con un tono de diversión, mientras trataba de no soltar una risa. Harry se volteó a verme y me envió una mirada fulminante. Ignoró mi comentario y caminó al bote de basura con el sartén en la mano. Lo abrió y tiró los pedazos de carne en la basura sin dudarlo. Se dirigió al lugar donde estaba antes, dejó el sartén en el lavaplatos y puso sus manos en sus caderas. Tomó una larga respiración mientras cerraba los ojos. 

-Bueno ¿Qué quieres comer? -Dijo con un tono cansado, abrió los ojos después de decir la última palabra. Se veía agotado, sus ojos representaban cansancio y sus músculos estaban demasiados tensos. Le sonreí cálidamente y lo miré a los ojos. 

-Ponte algo más cómodo. - Le dije, haciendo que frunciera en ceño confundido. -Te ves cansado. -Dije ahora más tímida que antes. En ese momento una sonrisa se formó en sus labios, sus hoyuelos se hicieron presentes. 

-Ahora regreso. -Dijo en un tono dulce, pasó junto a mi para dirigirse a la salida. No sé porque pero la sangre subió hasta mis mejillas, tiñéndolas de un color rosa carmesí. Recargué mi peso en mi pierna derecha, puse las manos en el mármol de la mesa, perdiéndome en mis pensamientos, reviviendo lo sucedido con Harry en el baño. Nunca había sentido tanto deseo y nerviosismo, pero después de pensarlo demasiado, me di cuenta que eso es lo que Harry provoca en mi cada vez que se encuentra cerca. Pellizqué mi labio inferior al acordarme como se sintió su respiración en mi labio. 

-Listo. -La voz de Harry en un tono contento me sacó del transe de mis pensamientos. Parpadeé dos veces seguidas para después dar media vuelta y verlo a los ojos. Harry se encontraba en el umbral de la puerta, con una sonrisa que enseñaba sus dientes blancos y sus ojos estaban iluminados. Mis ojos lo recorrieron de arriba abajo, mientras una pequeña sonrisa se posaba en mis labios. Llegaba puestos unos pantalones grises holgados, una playera blanca casual e iba descalzo. Aún tenía su cabello recogido en un perfecto moño. Alzó sus cejas, esperando mi respuesta. Asentí mientras mi sonrisa se hacia más ancha y enseñaba todos mis dientes.

-Tu también deberías de ponerte más cómoda Amber, no se ven muy cómodos tus zapatos. -Dijo con un tono tímido y sus ojos puestos en mis botas largas. Bajé mi mirada y moví mis pies un poco.  Me encogí de hombros y me senté en el piso de mármol blanco. Bajé el cierre de mis botas con una sonrisa en mi rostro, sin saber por qué estaba haciendo esto. Saqué mi pierna de mi bota he hice lo mismo con la otra pierna. Me levanté, recuperando mi postura, con mis botas en mi mano derecha. Me dirigí a la puerta de la cocina donde Harry aún se encontraba, le sonreí tímidamente. 

-Las dejaré en la sala. -Dije mientras él asentía y se movía un poco para dejarme pasar. Pasé y sentí el frío mármol en mis pies descalzos. 

-¡Espera aquí Amber, ahora regreso!- La voz ronca de Harry sonó en el departamento. Llegué al sillón y dejé mis botas junto a el con mucho cuidado. Regresé caminando lento a la cocina. Observé otra vez la pintura que colgaba en una de las paredes de la sala, con mis manos detrás de mi espalda. 

-Toma. -Un susurro ronco, con acento británico sonó detrás de mi. Volteé lentamente para encontrarme a Harry con una playera blanca, igual como la que él tenía puesta, en su mano derecha. Me tendió la playera con una sonrisa tímida. Lo miré confundida, y él pareció notarlo. -Estarás más cómoda. -La sangre subió a mis mejillas, estiré mi mano para tomar la playera blanca. 

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