9.- Platicas de amigos.

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Nathaniel caminaba a la biblioteca, ya era viernes y desde el lunes no había vuelto a cruzar palabra con Castiel.

El pelinegro a todos lados iba con Debrah y cuando esta no venía, no salía del sótano.

Nathaniel había intentado varias veces acercarse al rebelde, pero simplemente lo ignoraba y Nathaniel se negaba en seguir intentando entender a Castiel.

Para empeorar todo, su padre había vuelto a golpearle, no tanto como para causar que faltara. Pero la espalda le mataba.

Al entrar en la biblioteca, observó a sus compañeros que enseguida le sonrieron. Nathaniel les sonrió sin muchas ganas, últimamente no tenía humor para nada.

Se sentó a lado de Rosalya. 

-¿Y Lysandro?- Preguntó la azabache.

-Fue con Castiel a no se donde...- Kentin contestó.

-Eso da mucha información.- Sucrette suspiró.

-¿Por que tan interesada en Lysandrito?- Alexy sonrió burlón.

-Buena pregunta.- Rosalya observó a su amiga sonriente.

-No empiecen a hacerse ideas, me cae bien.- Sucrette intentó ocultar su sonrojo.

Alexy rió.

-Vamos... cuenta si te gusta.- Rosalya se recargó en la mesa muy interesada.

Sucrette suspiró.

-Si Nathaniel dice quien le gusta, yo digo.

El delegado despegó los ojos de su cuaderno y observó extrañado a Sucrette.

-¿Qué?

-Si, eres el más discreto en cuanto a eso, quiero saber.

Todos observaron al rubio muy interesados. Rosalya sonrió.

-Es cierto, nunca te he visto con novia desde que entramos.

-¡¿Qué?!- Alexy abrió los ojos sorprendido.-¡Cuenta!

El rubio se cruzó de brazos. 

-No.- Fue su única palabra y volvió su vista al cuaderno.-Ten Armin, copia este cuadro, te ayudará.

-Si.- Armin tomó el cuaderno y le sonrió burlón a su hermano.  Sucrette sonrió aliviada.

Debrah abrió la puerta de la biblioteca y entró, Melody le había pedido entregar unos libros y no podía negarse. Tenía una imagen que necesitaba cuidar más que nada ahora.

-Buenos días Deb.- La encargada de la biblioteca, una señora en sus cincuenta, le sonrió.

-Buenos días.- Debrah sonrió falsamente.

Le entregó los libros y volteó a ver las mesas. Enseguida se encontró con el delegado, hablando tranquilamente con Armin mientras sus demás compañeros le sonreían. 

Debrah suspiró.

¿El rubio no entendía que no podría ser feliz mientras ella estuviera ahí?  Había intentado joderla, y ella nunca lo olvidaría.

Salió de la sala buscando una forma para deshacerse del delegado.

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Lysandro y Castiel caminaban por los pasillos de una tienda de instrumentos.

-¿Qué micrófono buscas?- Preguntó el albino.

-Inalámbrico, buena calidad, con estuche.

Lysandro asintió.

Amor en tiempos de Debrah.Where stories live. Discover now