27.- De frikis, victorianos y delegadas.

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El jueves llegó con un clima demasiado frío.

A decir verdad, el frío se había tardado en llegar, pero había caído demasiado fuerte.

Nathaniel suspiró mientras observaba su computadora. Estaba en blanco.

Había reescrito toda su historia, pero ya no podía escribir.

Todas sus ideas iban al mismo lugar: soledad.

Mientras apagaba el aparato, Amber entró.

-Francis quiere que bajes.

-¿Ahora que hice?- Nathaniel masajeó sus sienes con su mano izquierda.

La simple idea de ver a Francis le causaba tanta presión, que después se convertía en dolor de cabeza.

-Nunca haces nada malo. Está loco.

El delegado sonrió sin muchas ganas.

Hoy era el penúltimo día de Castiel en la escuela y no quería llegar con golpes que impidieran darle una despedida como se debía.

Tomó sus cosas y los dos hermanos bajaron.

-Amber sube al auto. Tengo que hablar con Nathaniel.

Ese "tengo que hablar" causaba que Amber solo quisiera llorar.

-Pero tenemos que irnos o llegaremos tarde...

-Que te subas al auto.

-En serio, quiero llegar temprano.

-¡Amber!- Francis caminó hacia su hija.

Por instinto, Nathaniel se colocó frente a ella.

-Amber por favor ve al auto... Vamos enseguida.- Nathaniel habló lo más tranquilo que pudo.

La chica asintió sin estar convencida y salió.

-¿Y la escuela?

Nathaniel hizo una mueca.

-Bien.

-¿Solo bien?

-Excelente.

Francis se cruzó de brazos.

-Más te vale, recuerda que no aceptaré mediocridad.

-Si. - Nathaniel asintió.

-Hoy quiero lasagna, llega temprano y hazla desde cero.

El rubio asintió otra vez.

Francis salió hacia el auto.

Nathaniel lo siguió después de colocarse una chamarra.

Al llegar al instituto bajaron corriendo. Las clases ya habían empezado.

Caminaron hasta el aula de artes.

-Buenos días. ¿Podemos pasar?- Habló Nathaniel.

Castiel enseguida lo observó y sonrió. Por un momento había pensado que el delegado no iría.

-Si, claro. Buenos días.

Debrah bufó.

-Y yo que pensaba que sería un día bueno...

Los que la escucharon en la clase soltaron risas nerviosas.

-Debrah...- Castiel la calmó.

-Ah, lo olvidaba. Que ahora son grandes amigos.

Castiel se mordió la lengua para no gritarle que no solo eran amigos.

Nathaniel se sentó alado de Armin, este le sonrió.

Amor en tiempos de Debrah.Onde histórias criam vida. Descubra agora