Capítulo 4

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  — "Elise"— Aquella ronca voz aún resonaba en la cabeza de la pequeña Ainsworth, quien estaba sumergida en sus pensamientos, sentía que ya conocía esa voz y por algún motivo le daba temor.

— ¡Hey, te estamos llamando!— Dijo en voz alta el hijo de Renfred quien se encontraba sacudiendo a la rubia para que reaccionara hasta que lo consiguió. — Demonios, parecías un zombie, siempre andas haciendo ruido y es de preocuparse que estés tan callada.

Dos días después del cumpleaños de Elise, se dio la salida de ambas familias. Alice iba delante junto a Chise charlando sobre sus hijos y el que la Sleigh Beggy esperaba ahora; Renfred y Elías iban detrás, charlando de sus respectivos trabajos, lo que debían hacer luego y demás. Los niños por otro lado, Jayden, con las manos en su nuca y Elise mirando todo lo que se aparecía frente a sus ojos.

A pesar que los pequeños se conocían desde el comienzo, no congeniaban mucho, ya que el azabache no era muy social y ella era todo lo opuesto. 

— Elise, Jayden, ¿no quieren ir a los juegos de allá?— Señaló la rubia mayor, a lo que rápidamente la hija de los magos tomó al hijo de esta y se lo llevó hasta allí a lo que este exigía que le soltara ya que lo llevaba arrastrando.

—     Vamos, Jayden. Será divertido, nunca quieres jugar conmigo, por favor.— Haciendo su típica mirada de cachorro abandonado; el niño terminó por suspirar en señal de aceptación, aunque por dentro no quería, se le hacía muy infantil, aunque él estaba en la edad de querer hacer cosas así.

Mientras los niños se divertían, bueno, la pequeña rubia más que nada; los padres de estos se encontraban sentados en una de las bancas, continuando con su charla. Por algún motivo, el mago de la espina sentía algo raro en el ambiente, debido a esto se encontraba distraído, esto llamó la atención de su esposa quien preguntó si ocurría algo.

— No, debe ser mi imaginación. No te preocupes, Chise.— Lamentablemente, esto sólo preocupó a la pelirroja, ella sólo asintió e intentó reincorporarse a la charla que estaba teniendo con Alice.

El tiempo transcurría con total normalidad, todo parecía haberse calmado para Elías. Entre risas de los adultos, la diversión de los pequeños, parecía que nada malo pasaría, hasta que...

Algo se acercaba a una gran velocidad, en dirección a la niña Ainsworth, la cual rápidamente fue tomada por Jayden, el cual tomó aquél artefacto para tele-transportarse.  Ambos desaparecieron un instante antes que el Pilum Murialis tomara aquél ser inhumano que quiso abalanzarse sobre su hija.

  — ¡Elise!— Chise pegó el grito en el cielo, buscándola por todos lados con la vista sin obtener resultados. — ¿Q-qué era esa cosa?, ¿dónde está Elise?— 

— Parece que ustedes se libraron de los problemas, pero ahora parecen ir detrás de Elise...— Las palabras del hechicero llenaron de preocupación a la madre de la niña, quien se arrodilló mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

— Chise, quédate tranquila. Ella está a salvo, Jayden la debe haber llevado a un lugar seguro.— Rápidamente la Sleigh Beggy abrazó a su amiga, y entre lágrimas le agradecía haber salido junto a su familia, ya que así, Elise no fue atrapada por aquella cosa. Nunca se lo hubiera lamentado si algo le hubiera ocurrido.

Mientras tanto en otro lugar, el cual estaba bastante alejado de la ciudad, ambos niños miraban a sus costados tratando de ver si reconocían algo.

— ¿D-dónde estamos?— Preguntó una asustada Elise, sosteniendo la manga del hijo de los hechiceros.

— No lo sé, no pensé en un lugar específico para irnos...— Este miró de reojo a la niña que estaba a punto de llorar, ella podía ver cosas que él no, y parecía que estaba viendo algo desagradable. — Ven, debemos buscar la manera de regresar. Por favor, no llores. — Dijo él, tomando la mano de ella para comenzar a buscar una salida, a lo que la rubia asintió, secando las lágrimas que se estaban asomando por sus ojos color hierba. Ambos comenzaron a caminar por el lugar, en lo que él dejaba marcas para ver si no terminaban caminando en círculos.

Ruth, el familiar de la pelirroja, buscaba por los parques y lugares cercanos a la estación, en lo que los padres buscaban más en la ciudad, cada callejón, con la esperanza de que estuvieran en alguno de estos.

 Todos volvieron al punto de inicio, sin noticias de sus hijos, esto no hizo más que preocupar a Chise. Elías la abrazo, diciéndole que todo estaría bien, que los encontrarían.

— Ainsworth, Chise, ella está con mi hijo. No tienen porque preocuparse, es listo, su hija está en buenas manos.

— Precisamente me preocupo porque está con tu hijo.— Dijo Elías, lo que generó una típica escena cómica donde ambos padres comenzaban a discutir.

— Acaso, ¿ya tienes complejo de padre?— Dijo Alice entre risas, esto llamó la atención del mago y su esposa, los cuales le miraron sin comprender lo que quiso decir. — Ay, por favor. No me digan que no saben de que hablo.— 

Esta suspiró y comenzó a explicar que seguramente la espina estaba celando a su pequeña hija, por lo que no le gustaba que estuviera tan cerca del hijo del hechicero. Chise jamás había experimentado algo así con su padre, por lo que se estaba enterando, era información nueva. 

Comenzaba a recordar los celos de Elías, cuando la atrapó y no le permitía salir hasta que ella le amenazó.

— Ni siquiera se te ocurra hacerle a nuestra hija lo que me hiciste aquella vez con tus celos, Elías.— Dijo de manera cómica, tomando la manga de la ropa de su marido, quien tartamudeaba en un intento de responder, hasta que recordó de que hablaba.

— No, yo no sería capaz de hacerle algo tan horrible a mi propia hija. De acuerdo, confiaré en tu hijo, Renfred.— 

Por otro lado, Elise y Jayden, parecía que no saldrían jamás de donde estaban. 

— Oye, Jayden, ¿puedo preguntarte algo?— Preguntó, alzando la mirada a él quien iba mirando al frente.

— ¿Qué quieres?— Contestó él sin voltear a mirarle.

— ¿Por qué no me llamas por mi nombre?. Somos amigos desde bebés, ¿no?— 

El niño se detuvo ante su pregunta, no sabía que responder. Era cierto que se conocían desde muy pequeños, ni él entendía porque no le llamaba por su nombre.

— N-no lo sé...— Volvió a responder, pero algo nervioso. ¿Era raro que le llamara por su nombre?


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