Treinta y ocho. (*)

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WILLIAM

Anna parece demasiado pensativa.

—No sé si en verdad quiera contárselo a mis padres —confiesa mientras juega con un mechón de su cabello.

Por su petición, sus padres no estaban enterados de su embarazo, aun cuando le había asegurado que nada malo saldría de eso.

—¿Por qué? —inquiero —Ann, no pueden hacer nada, lo sabes ¿no es cierto? —inquiero.

Ella suspira.

—Han pasado tantas cosas que no estoy segura —masculla —Quiero que mi vida sea tranquila, se han mantenido al margen en todo este tiempo, decirles esto es permitir que se involucren de nuevo. —pronuncia sin mirarme. —No quiero que intenten controlar mi vida de nuevo, o peor aún, la de nuestro hijo.

—Hey —me acerco hasta donde ella se encuentra, tomo con ligereza su mentón para hacerla elevar la mirada —No vamos a dejar que eso ocurra ¿tengo que recordarte que no estás sola? —inquiero con suavidad —Me tienes a mí, cariño —pronuncio —No vamos ad dejar que sobrepasen el límite que nosotros impongamos.
Sus comisuras tiemblan, parpadea un par de veces con rapidez antes de bajar la vista. Dejo un leve apretón en el agarre que tengo con su mano y no es hasta pasado unos segundos cuando me mira nuevamente.

Los ojos de Anna son probablemente una de las cosas más bonitas que posee, son de un verde intenso, un verde que revela vida y jovialidad en cuanto los observas, un verde que logra reflejar lo bondadosa que es.

—Me haces muy feliz —Susurra. Su voz logra sacarme del trance en el que había entrado. Sus palabras llegan hasta mis oídos y producen una sensación que ahora mismo no soy capaz de describir.

—Tu igual me haces muy feliz —pronuncio colocándome a su costado —me haces tan feliz como nadie lo ha hecho.

Ella sonríe, y es su sonrisa la que logra hacerme sonreír igual. Es una de esas sonrisas por las que haces todo para verlas, aquella sonrisa por la que yo cruzaría cielo, mar y tierra con tal de verla unos instantes.

Coloco una de mis manos en la mejilla de Anna, ella cierra los ojos ante mi tacto y me acerco lo suficiente como para dejar un beso en sus labios.

Jamás me casaría de besar a esta mujer, es increíble que aún con el pasar del tiempo ella sea capaz de hacerme sentir todo lo que siento con tan solo un beso, que me haga desear más con tan solo el roce de nuestros labios.

—Te amo —Susurro una vez que ya nos hemos separado.

—Yo igual te amo, y lo sabes —Responde.


Estoy por decir algo más cuando el timbre me interrumpe. Este suena con insistencia haciéndonos saber que la persona que lo toca tiene urgencia por ser atendida.

—Iré yo. Tu descansa —Anna asiente y se acomoda mejor en la cama antes de tomar el control de la televisión.


Bajo a paso rápido las escaleras en cuanto escucho el timbre sonar con más insistencia que antes.

—¡Ya voy! —grito cuando el timbre vuelve a sonar. Prácticamente termino corriendo hacia la puerta para conseguir atender a quien sea que esté del otro lado.

Montserrat aparece en mi campo de visión, parece un tanto confundida al verme frente a ella y se limpia con rapidez las mejillas.

—¿Anna...Anna está en casa? —pronuncia con voz rota.

—Sí, lo está —respondo —¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —salgo de la casa, volteando a ambos lados de la calle solo para asegurarme que no corre peligro, Montserrat luce afectada, demasiado, solloza antes de ser capaz de darme una respuesta.

—Necesito...necesito hablar con ella —pide.

—Está arriba, vamos —Montserrat cruza por mi lado. La sigo por las escaleras, cuando llegamos a la habitación, Anna se encuentra sobre la cama, aún con el control en sus manos.

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Where stories live. Discover now