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[FUGA]
(9 AÑOS DESPUÉS)
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E N E R O

Crucé las piernas.
Estiré las piernas.
Las volví a cruzar.

Después de estar horas y horas en una misma posición, encerrada en aquellas cuatro paredes, ninguna era ya cómoda.

Las conocía de memoria.

La pared frente al espejo tenía una abolladura de aquella vez que había estado tan cabreada como para meterle un puñetazo sin pensar en las consecuencias.

La pared de la izquierda tenía grietas y arañones de cuando la desesperación me había llevado al borde de la locura.

La pared de la derecha tenía 970 rallones, los dos años y medio que había tardado en dejar de contar los días que llevaba encerrada allí dentro.

El cristal de espejo que hacía de la cuarta pared era otro mundo. Estaba cuidado, limpio, y en perfecto estado. Era de esos que permiten a los de fuera verte, pero una vez dentro no ves a los de fuera.
Cuando entré en ZERO me daba miedo pensar que podía haber gente vigilándome al otro lado. Ahora todo me da igual.

Aquellos cristales siempre habían sido la salvación de los sujetos de ZERO. El único fallo del sistema.

Eran lo único rompible, manejable, susceptible a poderes mutantes.

Abril y Junio consiguieron huir a través de él, utilizaron una grieta en el cristal para reventarlo con su super fuerza. Solo uno de ellos consiguió salir de la instalación.

Pero todo eso fue hace tiempo, cuando la gente aún se escapaba de aquí.

Ahora todo ha cambiado.
Nuevos guardias, nuevos sistemas de seguridad, nuevos fármacos... No entendía cómo funcionaban esas cosas, pero nos tenían vigilados y desarmados en todo momento.

Me quedé mirando los rallones de la pared derecha. Dos años y medio. ¿ Cuántos más habrían pasado ?

Cerré los ojos.
Recorrí mi rostro y mi cuerpo con mis manos.
Había cambiado mucho, lo notaba. Había crecido aquí dentro. Y no sabía nada del mundo exterior desde lo que parecía ser una eternidad.

Entré aquí con nueve años, solo era una niña.
No sé si ahora soy una adulta, no sé cómo se comporta una.

En cualquier caso, no me interesa.

Escuché las tuberías por las que circulaba el humo. Ya lo habían conectado, pronto entraría en la habitación.

Me senté en el suelo a tiempo para verlo colarse por el techo.

Comencé a inalarlo.

Me tumbé en el suelo antes de que se me cerraran los ojos.

Quizás, y solo quizás, un minuto después no despertaría.

                 



Cuando volví a abrir los ojos, el escenario había cambiado.

En el tiempo que había estado aquí, había conocido cuatro salas; mi habitación, el estudio, el baño, y el comedor.

THE CHOICE 》 CLINT BARTONWhere stories live. Discover now