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[DESAYUNOS,
UN IDIOTA, 
Y UNA DISCULPA]

_________


E N E R O

Estar en una cama tan cómoda me desconcertó.

Durante el tiempo que viví en el Amazonas con Logan y Neón, la cama era un bulto de cojines viejos sobre madera chirriante,  y Abril y yo habíamos vivido en un camping junto con otros mutantes. En ZERO ni siquiera tenía una.

Para mi gusto, el colchón se hundía demasiado, la almohada tres cuartos de lo mismo. Decidí que la noche siguiente dormiría en el suelo.

Me senté con los pies colgando del borde, aún medio dormida. Tenía que acostumbrarme al cambio de horario.

Tras unos minutos me levanté y fui al baño. Froté mis ojos mientras me miraba en el espejo. Me eché una gran cantidad de agua sobre la cara para despertarme. Recogí mi cabello en una coleta alta, me vestí y salí de la habitación.

Natasha Romanoff me había señalado las partes más fundamentales de las instalaciones anoche, pero aún así, me llevó varios minutos encontrar el comedor.

Entré en la amplia sala, y cuando lo hice, los demás Vengadores se giraron para mirarme. Les aguanté la mirada y asentí con la cabeza, un intento de decir "buenos días".

Deambulé por la cocina -aquello era cocina y comedor, que no era más que un pequeño salón con sillas y sofás- y eché un vistazo por encima de la comida. 

Sentía la mirada de los demás clavada sobre mi espalda. Quise hacerme creer a mí misma que no me importaba lo que pensaran de mi, pero sabía que eso no era cierto. 

No sabía cómo hacer amigos -aunque tampoco era como si quisiera hacerlos-.
Con Abril y Neón era diferente. Con ellos había compartido un pasado, una historia. Logan también era un mutante, también había pasado por cosas parecidas, y en cierta forma, también me sentía unida a él por eso. Pero las personas que tenía delante de mi no lo eran. Eran simples humanos -bueno, quizás no tan simples, pero humanos al fin y al cabo-.

No pretendía formar ninguna clase de lazos allí, sin embargo, tampoco quise que aquella gente me despreciara. Como tantas y tantas personas habían hecho.

Quería que me entendieran, que me vieran como alguien normal.

Acabé tomando una macedonia ya preparada y un gran vaso de zumo. Caminé a sentarme en uno de los sofás.

- No voy a hacer estallar nada, por ahora - dije al ver que seguían mirándome - Pueden volver a sus cosas.

El momento de parálisis inicial pasó, y cada uno volvió a lo que estaba haciendo antes de que yo entrara por la puerta.

Unos segundos después, el sofá a mi lado se hundió. Miré de reojo, y descubrí al idiota sentado a mi lado. Definitivamente, se le había quedado ese apodo para siempre.

Me sentí incómoda por su cercanía. Hacía ya dos años que había salido de ZERO, pero todavía me costaba acostumbrarme a la gente. Sin embargo, me obligué a ignorarlo y seguir a lo mío.

Destapé el recipiente de plástico de la macedonia y observé la fruta acumulada en su interior. Había piezas de sandía, melocotón, plátano, naranja y... Espera, ¿ qué era eso ?

- ¿ Nunca has visto un arándano en tu vida ? - intervino el idiota con una sonrisa divertida, al ver como examinaba la fruta con curiosidad - ¿ De qué clase de cueva has salido ?

El vaso que contenía mi zumo se hizo añicos, esparciendo su contenido por toda mi ropa.

- ¡ Joder ! - exclamé cabreada, poniéndome en pie. Le lancé una mirada fulminante al hombre a mi lado y espeté - ¿¡ Es que siempre tienes que hacer preguntas complicadas ?!

Dejé la macedonia con fuerza sobre la mesa y me dirigí a zancadas rápidas hacia la puerta, ante la mirada estupefacta de todos.

Justo antes de llegar a ella, me crucé con aquel hombre que parecía no hablar nunca y evitar la mirada de todos y recordé.

- Ah, por cierto, siento haberte roto las gafas y haberme cargado tu planta.

Y salí del comedor.

Si con lo anterior no se habían quedado lo suficientemente aturdidos, con aquello lo estarían sin dudar.

THE CHOICE 》 CLINT BARTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora