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[INESPERADAS DESCONOCIDAS]
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E N E R O

Me quejé por enésima vez mientras Wanda volvía a acomodar mi cabello.

La bruja escarlata tenía el ceño fruncido y los labios apretados.

- Esto es imposible - exclamó exasperada, abandonando mi peinado y dejándose caer sobre la cama.

Era el intento número once, y no había forma de hacer que mi cabello se quedara recogido en un moño trenzado.

- Tienes el pelo demasiado lacio- suspiró la chica - lo mejor será que lo lleves suelto.

Asentí, mirándome en el espejo. Giré la cara a un lado y a otro. La cara me brillaba con la luz, según la mejorada por algo que se llamaba highlighter.

Decididamente, el maquillaje era algo muy extraño. Wanda Maximoff acababa de iniciarme en ese amplio mundo, pero presentía que no iba a explorarlo mucho.

Demasiado esfuerzo, para que quedara realmente bien uno debía ser un verdadero manitas. Y que yo recordara a mi nunca se me habían dado bien las manualidades.

- Venga, enfúndate en ese traje.

Me levanté de la silla y caminé hacia Wanda, agarrando el vestido que sostenía.

No me preocupé por ocultarme de su mirada. Al fin y al cabo, si los soldados de ZERO me habían visto desnuda en las duchas, no había motivos para que me molestara que la vengadora me viera ahora en sujetador.

- No soy muy partidaria del rojo - comenté, mirando dudosa el vestido.

Maximoff me lo quitó de las manos y lo intercambió rápidamente por otro.

- Suerte que a mi me guste - sonrió - Puedes ponerte el mío.

Le eché un vistazo al vestido nuevo y le di el visto bueno.

Abrí la cremallera y me lo puse, quedando frente al espejo.

El vestido era sencillo, pero realmente bonito. El color me encantaba, un verde esmeralda que, aunque oscuro, parecía reflejar la luz. Esta era una de las pocas veces que me había puesto un vestido, y por suerte, el que me había dejado Wanda no era muy ajustado ni incómodo para caminar.

- Toma, ponte esto.

La sokoviana me tendió unos pendientes dorados y un brazalete que me rodeó el antebrazo.

- Estás muy guapa.

Le sonreí a la chica a través del espejo y nos admiré.

- Tú también, Wanda. El rojo te sienta realmente bien.

- Gracias. Pietro siempre me lo decía.

Su cuerpo se tensó durante un instante, pero de inmediato sonrió a través de la tristeza.

Agarré su mano, dándole un suave apretón e hice un ademán hacia la puerta.

THE CHOICE 》 CLINT BARTONWhere stories live. Discover now