Capítulo 42.

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Recosté mi espalda contra el estante de la biblioteca, releyendo la frase que me había marcado Christopher en el libro de Romeo y Julieta la noche de ayer

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Recosté mi espalda contra el estante de la biblioteca, releyendo la frase que me había marcado Christopher en el libro de Romeo y Julieta la noche de ayer.

"...Para el amor no hay barreras de piedras"

Sonreí al ver que la palabra "piedras"  había sido tachada y cambiada por "rejas".

Mi cabeza el día de ayer se había enfrentado a unas largas de horas de pensar, quemándome prácticamente las veinticuatro horas en la celda recostada en la cama, con la mirada perdida en el techo manchado de humedad. Intenté recordar cada sesión con Charles, para poder pensar un lugar importante para él... o alguna pista que me haya dado, de dónde podría estar su cuerpo, pero lamentablemente no se me ocurría nada. Pensé que tal vez, en este momento estaría en Italia, pero es imposible. No podría haber salido del país, si todo Washintong lo estaba buscando, era imposible que cruzara un aeropuerto. Además no estaba en condiciones psicoemocionales como para hacerlo.

Hoy ya era otro día, y estaba aquí esperando que pasaran las horas. Esperando que sean las seis de la tarde y reencontrarme con todos los demonios que me llevaron a estar encerrada.

Por otro lado, luego de salir de aislamiento Bonnie me evitaba a toda costa. Con la única persona que había cruzado una palabra había sido con Hope. No sabía qué pensar... tenía una larga lista para estar enojada con ella, sin embargo algo me lo impedía, no obstante que no hablara conmigo no ayudaba en absoluto.

¿Qué tenía que hacer? ¿Tomarla de los hombros y zarandear contra la pared, para qué me diga qué diablos pasa?

Al encontrarme con esa idea ridícula en mi cabeza, me levanté de forma rápida y dejé el libro tal cual siempre estaba. ¡Tenía que pedirle perdón a la nueva! Caminé en busca de una cabellera pelirroja, pero no la vi por el módulo, tampoco estaba en su celda... ¿Dónde diablos se encontraba metida? El patio aún estaba cerrado, por lo tanto lo único que me quedaba por ver era el baño.

Un terrible olor a... de todo un poco, llegó a mis fosas nasales.

¡Ma porca di quella puttana! — me quejé tapándome la nariz con el puño.

La joven me miró con los ojos muy abiertos y se arrinconó contra la pared. Llevaba el pelo empapado... ¡Era ella la que olía mal!

— No me hagas nada — me suplicó — Te juro que yo no tengo nada que ver...

A mi cabeza llegó mi imagen, allí apoyada contra la misma pared ante Trish y sus guardaespaldas a punto de golpearme y dejarme inconsciente. 

— Tranquila, no te haré nada — hablé — A no ser que no te bañes...

Tengo recordar que mi sentido del humor es pésimo.

La chica bajó su mirada al suelo y me pareció ver una lágrima que se caía al piso. Suspiré rascándome la nuca, debería aprender a cerrar la boca y dejar mi sarcasmo de lado.

• Código de Ética - (Finalizada)Where stories live. Discover now