Capítulo 3

3.9K 457 28
                                    

—¿Vamos a comer?—le dijo Izan a su espalda sacándolo de su lectura.

Realmente era incapaz de concentrarse, su mente no dejaba de vagar e irse a otro lugar, uno donde un enorme rubio lo lamía y a la vez lo miraba con indiferencia. Casar ambas imágenes le estaban volviendo loco.

—Claro—dijo levantándose.

—¿Qué pasa?—Su humor era fácilmente detectable para su amigo por lo visto—¿Otra vez pensando en Josué?

—No... no sé si es mejor o peor—contestó Trez realmente convencido de que no sabía cuál de las dos opciones era la peor.

—Entonces es que es realmente malo, no puedo recibir malas noticias con el estómago vacío, comemos y me cuentas—dijo el pelirrojo.

Trez solo se encogió de hombros, y siguió a su amigo. Desde que Izan había entrado en su vida no le había dejado solo nunca, a su manera hacía de un extraño hermano mayor.

Trez venía de una familia numerosa, con muchos tíos y primos, pero nunca tuvo hermanos. Él era el mayor de las hordas de pequeños demonios pelirrojos que formaban el clan O'Brien, sin embargo él era moreno como su madre. Izan parecía aquel primo o hermano mayor que nunca tuvo, y se alegraba mucho de tenerle como amigo aunque al principio solo pudiera relacionarlo con Josué.

El gigante pelirrojo, que había dejado el rugby a favor de sus estudios en Bellas Artes era toda una contradicción en sí mismo. ¿Cómo alguien de apariencia tan ruda podía ser capaz de apreciar la esencia misma del arte y cuidar de los demás con ternura? Si no fuera por la amistad que habían conseguido, y por el dolor en el que lo conoció, Trez podría haberse enamorado perdidamente de Izan.

Pero algo que compartían ambos amigos, Izan y Josué, era su gusto por las relaciones cortas y muy seguidas.

Ahora viéndolo comer como un auténtico oso, lo único que podía sentir por él era un infinito cariño y lealtad, aunque en el fondo lo culpaba de los motivos de su actual disgusto.

Si Izan no lo hubiera arrastrado a esa discoteca, él no hubiera conocido al rubio, en ese caso, no se hubieran acostado, y ahora tan solo sería el director de su tesis, punto y final.

—Desembucha—dijo aún con la boca completamente llena.

—¿Te acuerdas del dios del sexo de hace unas semanas?—comenzó Trez.

—¿Lo has vuelto a ver?—preguntó curioso.

—Sí.

—Y os lo habéis vuelto a montar como monos—concluyó Izan.

—No, más bien ha resultado ser el director de mi tesis, que además es uno de los más reconocidos investigadores en lo que yo voy a dedicar mi vida—dijo de un tirón Trez—. Ah, y por si fuera poco, ha hecho como si no me conociera de nada, si es que no se ha olvidado de verdad de mí.

—Lo dudo—dijo dejando sus cubiertos sobre la mesa.

—¿Qué?—cuestionó.

—Dudo que no te reconociera, te puedes olvidar de un tipo al que se la metiste en un baño—dijo Izan sabiendo de lo que hablaba—, pero no a uno al que no has dejado de follar una y otra vez durante horas, créeme, sabe quién eres.

Trez enrojeció furiosamente, cuando había expuesto su propuesta para aquel proyecto, fue incapaz de apartar la mirada de sus ojos azules, su rostro seguía siendo duro. Le había encantado eso de él cuando le vio, pero tenerlo delante mientras uno expone el sueño de su vida y no tener ni un indicio de lo que le parecía no era tan agradable.

Cuando sacó su lengua y lamió suavemente su labio inferior Trez olvidó todo lo que estaba diciendo, ese gesto era el mismo que hizo cuando Trez bailó para él, y no pudo evitar ponerse nervioso.

Le pidió que acabara y le cedió el turno a otra persona, se sintió un estúpido. No sabía si prefería que le recordara y que actuara como completos desconocidos, o que supiera perfectamente quién era y le diera completamente igual.

—¿Te lo vas a volver a tirar?—preguntó su amigo limpiándose meticulosamente, ¿cómo alguien podía comer como un animal y luego limpiarse delicadamente?

—Creo que no oíste lo que te conté—dijo Trez pasmado—. Ese tipo ni siquiera parece reconocerme, por si fuera poco es mi director de tesis, por al menos dos años. No, definitivamente no me lo voy a volver a "tirar".

—Si tú lo dices...—dijo poco confiado Izan. Al parecer no le estaba dando al asunto la misma importancia que él, y sus ojos se desviaron rápidamente de él para traspasarlo, al fondo un lindo chico rubio estaba hablando con otro al que solo se le veía de espaldas.

La cara de su amigo cambió por un segundo, casi nada, pero se levantó en el acto.

—¿Me disculpas?—dijo antes de recibir ningún tipo de respuesta.

Trez conocía aquella expresión, si Izan hubiera sido un felino diría que estaba a punto de cazar, y que la presa no tenía escapatoria. Decidió volver a su lectura, pero igual que antes su mente navegaba a otro rumbo, uno rubio y demasiado sexy para ser sano.

Maldijo de nuevo su suerte, ¿no podría ser solo una anécdota más en su vida? Algo que siempre recordaría y ya está, no, su recuerdo iba a estar presente de ahora en adelante, y encima por alguien a quien siempre había admirado.

La combinación era mala, lo sabía, y él no se sentía preparado para lo que aquello significaría, así que ni siquiera lo nombró mentalmente. Suficientemente dañado salió la última vez.


o0o


—Hola.—El rubio que Izan había visto mientras hablaba con su amigo le miraba como si no supiera quién era. Para el ego del pelirrojo aquello fue una bonita patada.

El tipo que está hablando con él también miraba a Izan con cara de pez, pero le daba igual, el rubio se veía incluso más apetitoso que aquella noche en el Jerusalén.

No pensaba que fuera a volverlo a ver, o quizás, más bien pensaba que le daría igual volver a verlo.

—¿Disculpa?—dije el rubio con ese acento eslavo que tanto le gustó cuando estuvo con él.

—Nos conocimos en el Jerusalén—dijo Izan, y se comenzó a sentir un poco estúpido. ¿Desde cuándo él iba saludar a sus polvos de una noche?

Pero ese dato parecía que le había refrescado un poco la memoria. Vio cómo pasó del asombro al espanto, y eso empezó a sentarle mal a Izan.

Fue un polvo increíble, ¿qué se creía?

—Disculpa, tengo que seguir trabajando.

El tipo con el que hablaba miraba a Izan francamente mal, así que este pilló el mensaje.

O era su novio y el sexo que ellos tuvieron fue algo furtivo que este no debería conocer, o era su jefe y no quería que se enterara.

Así que Izan se fue, pero no sin antes leer la chapita que ponía su nombre.

Misha, le pegaba, el pequeño y bonito Misha, al que le había faltado espantar a Izan con el trapo de limpiar el mostrador.

Se fue de nuevo a la mesas donde estaba su amigo, ambos al parecer estaban siendo ignorados por nuestros respectivos ligues nocturnos.

Ver para creer, pensó Izan.

Un último vistazo antes de salir del pub, le dio una buena panorámica de la parte trasera de Misha, y sintió que le iba a importar poco quien fuera el tipo moreno ese, Izan quería volver a estar con él.

No había sido realmente discreto porque cuando se dio la vuelta Misha había pillado al pelirrojo mirándole el culo y su cara fue verdadero fastidio.

Izan hizo nota mental de comenzar a frecuentar más seguido aquel pub antes de salir con una enorme sonrisa.

TrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora