capítulo 29

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Sten tenía entre las manos una pelotita antiestrés que le había regalado Samuel hacía años.

Era eso, o hacer lo mismo con el teléfono al que llevaba más de media hora. Y antes de esa llamada, diez más.

Había problemas con la excavación, a algún directorucho al que prefería no tener en frente, se le había olvidado rellenar ciertos permisos.

De nuevo, Samuel y él estaban tirando de contactos, de simpatías y por lo que prefería no estar oyendo bien, algunos favores sexuales de parte de su amigo.

Y es que esa era otra, desde que Trez y él habían retomado un contacto amistoso, no habían pasado de eso mismo. Había habido algún beso que otro, pero las circunstancias estaba evitando que se pudieran encontrar a solas.

Dos semanas en las que ya sus padres habían hecho de canguro más de la cuenta, Samuel estaba hasta arriba haciendo todo el trabajo que Sten siempre le dejaba a él, mientras él se pasaba las horas o corrigiendo trabajos o trabajando en los dos artículos que tenía en marcha.

Sumado a que cuando Trez iba a casa, Sigrid, su querida hija lo había adoptado como suyo. No pensaba que iba a tener que competir con su hija por las atenciones del chico. Y lo peor es que estaba perdiendo desastrosamente.

Natalia estaba en una excavación, la niñera estaba enferma, y el poco tiempo libre que podrían escaparse al piso de Trez, este estaba invadido por un primo okupa que le miraba más de la cuenta.

No tenían intimidad y temía que esa relación fuera a acabar convirtiéndose en solo una bonita amistad. No por su parte, porque lo que no podía hacerle al Trez real, se lo hacía al de sus sueños, que además se había atrincherado en su casa hasta que acabara parte de la bibliografía para su tesis.

Trez le había mirado muy mal cuando le había insinuado que al director de su tesis lo tenía comiendo de la palma de su mano, y que seguro sería permisivo si no entregaba el borrador a tiempo.

Eso le costó dos días sin verle, sin oírle y sin poder meterle mano discretamente.

Llevaban dos semanas de calentón perpetuo, pero no mentiría que tener, del modo que fuera le gustaba mucho. En su sofá leyendo a un ritmo acelerado artículo tras artículo, comparando, trazando líneas de tiempo, desechándolas y enfadándose consigo mismo.

Le robaba muchos besos, pero quería más, ¿cómo no iba a querer más?

Samuel dio un fuerte golpe en la mesa, que hizo que a Sten la pelotita de marras se le escapara de las manos mientras esperaba a ser atendido.

—Lo tenemos—dijo realmente contento.

Pero Sten hasta que tuviera los putos permisos en su mano no se iba a creer nada.

—Hasta que no lo vea...

—¿Te acuerdas de Vasily?—dijo Samuel ignorando la poca fe de Sten.

—¿El rumano con halitosis?—dijo con asco Sten y Samuel asintió.

—Casualmente cree haber encontrado los permisos que ... supuestamente envió.

—Venga ya.

—A veces alucino con la obsesión de las personas.—Ese tal Vasily llevaba insistiendo con Samuel al menos tres años, ni era el tipo de Samuel, ni le gustaba que le presionaran. No era una persona tan selectiva con altas dosis de alcohol en sus venas. Es que era muy pesado, muy feo y le olía horrible el aliento.—Ve comprando vodka para matarle ese pozo negro, no me pienso acercar a su culo hasta que tenga la boca desinfectada.

TrezWhere stories live. Discover now