Capítulo 25

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Izan había encontrado a Misha, no le costó mucho, el rubio destacaba, estuviera donde estuviera destacaba.

No debería ir, Trez ya no estaba allí, y él, no tendría porqué estar.

Pero los ojos se le iban detrás del rubio, llevaba el cabello recogido con una goma, en una pequeña cola. Su rostro despejado y vistiendo un traje que solo le resaltaba su cuerpo esbelto.

No debería estar allí, él ya se había propuesto pasar de Misha. No tenía que obsesionarse con él, porque mientras más lo hiciera, más se colaba, más se clavaba y más vacío se encontraba con su desprecio posterior.

Pero no se fue, no dejó de mirarle apostado contra una pared, algo resguardado entre varias vitrinas llenas de restos arqueólogos que no se había parado ni a contemplar.

El único tesoro, brillante y dorado, era Misha.

Se sintió un estúpido comparándolo con algo así, normalmente, ese rasgo de su personalidad; la obsesiva, la melodramática, la poética, la tenía bien domada. Centrada en sus lienzos, esculpiendo sus obsesiones. Pero estas se habían hecho carne, una muy blanca, muy tersa y muy mezquina.

Reconoció a un par de tipos de la universidad, incluso diría que se había follado a alguno. Lo cierto es que no lo recordaba, y no podía importarle menos.

Misha.

Misha le miró, y el cabrón, tenía ojos como de hielo. Le fulminó.

No entendía por qué le odiaba tanto cuando luego lo lanzaba contra cualquier baño y se lo follaba sin darle tregua. Porque no se equivocaba, el usado era Izan, y el despreciado, también lo era él.

"Date la vuelta, vete de aquí" parecía que le decía con su mirada, o quizás fuera su voz interior que le decía que se alejara del chico que le iba a destrozar como siguiera por ese camino.

Pero no se fue, y Misha no dejó de mirarle con ojos venenosos.

Sintió que la polla le explotaba. Y nada bueno podía salir de algo en donde solo pensaban tus genitales. Izan lo sabía.

Pero él no era el único que "veía" al rubio, era demasiado bonito, eso ya lo sabían los dos. Manos acariciando sus dedos cuando les pasaba una copa, miradas cargadas de deseo, pero el colmo fue una mano en su cintura.

Izan no era celoso, era casi lo opuesto a celoso. Su lema es ¿por qué celar si te puedes unir?

Pero no con Misha, aquel fue el último momento que tuvo para irse de allí, para olvidarle y seguir su vida sin dramas y mucho sexo.

Con sus amigos, con sus esculturas, con sus polvos casuales, con su aire de chico despreocupado.

Pero no, fue hasta Misha, como un tigre, enorme y enfadado. El rubio se deshizo del manoseo no deseado y salió de la zona central, Izan no paró su trayectoria.

Tras una puerta el resto del catering trabajaba, Izan entró aunque alguien le llamó la atención.

Misha sabía que le seguía y no se paró, introduciéndose aún más en la tripas de aquel museo.

Una trampa, Izan fue cazado en una trampa cuando Misha se volvió una vez se encontraron a solas. No era algo que fuera a sorprenderle ya.

—Eres masoquista—le escupió—. Lárgate de aquí.

Sí, y sí, pero no.

Se acercó más, total, de perdidos al río, y se lo iba a comer remojado.

Le besó, y no encontró ningún tipo de resistencia. ¿Estaban en un pasillo? Le daba igual, lo pegó contra su cuerpo, y sobó su culo con desesperación.

TrezWhere stories live. Discover now