Capítulo 4

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Los grupos de trabajo habían sido asignados por Baardsson, Trez trabajaría con restos arqueológicos alojados en el Museo. Sus compañeros serían Mary Taylor, arqueóloga y Olivier Brigot, filólogo.

Apenas se habían conocido pero congeniaron rápidamente, imaginaba que los grupos ya habían sido ideados en relación a las propuestas de cada uno.

Trez había meditado sobre sus opciones a partir de ese momento, y decidió hacer como si no conociera a Baardsson más allá del día anterior. Dudaba que él fuera a decirle nada más si ya no lo había hecho, y en el caso de que lo hiciera intentaría ser profesional y dejarlo en lo que fue, algo puntual.

Eso pensaba hasta que el rubio apareció en el museo seguido del hombre que lo acompañaba el día anterior, le resultaba familiar de haberlo visto por la Universidad.

La profesionalidad se le escapó cuando Baardsson le miró, a pesar de querer solo verle como lo que era, su director, no podía evitar recordar. Y los recuerdos eran tan buenos que se odió a sí mismo.

Tenía la oportunidad de aprender de alguien a quien admiraba y solo sabía mirarse la punta de sus zapatillas, que no eran para nada interesantes.

—¿Qué tal chicos?—preguntó con aquella voz tan ronca suya. Trez le miró, era estúpido no hacerlo, no iba a ser la última vez que coincidieran,¿verdad?

Mary contestó rápidamente, y Trez agradeció que la chica fuera toda una habladora y evidentemente quisiera impresionar. Aprovechó para mirarlo a gusto, pero nuevamente fue cazado por esos ojos azules profundos.

—Trez—interrumpió la conversación con Mary—, quiero discutir un asunto contigo, ¿me acompañas?—Aunque hubiera sido formulado como una pregunta, no lo era. Así que le siguió cuando este se apartó del grupo.

Definitivamente no iban a hacer como si no se conocieran.

Caminaron uno junto al otro mientras miraban las piezas expuestas y se alejaban de sus compañeros.

—Esta pieza es una de mis favoritas.—Sten se había parado delante de un torque sencillo pero hermoso, una tira gruesa de oro terminada en dos pequeñas cabezas de caballos bellamente tallados. Era una pieza que él ya había admirado anteriormente, sencilla pero de una fuerza innegable.

Trez tan solo asintió, la falta de elocuencia, aquella que solía tener con un tema que era totalmente su especialidad, le hacía sentir totalmente estúpido.

—Te pido disculpas por no haber hablado contigo ayer—continuó dejando de mirar el torque para centrarse en él—. Es obvio que ambos nos reconocimos, ¿cierto?

—No pasa nada.—Las palabras salían, pero pasaba, vaya que sí pasaba. Trez se sentía demasiado vulnerable a la presencia de Sten, y no era por que le admirara, que también. Sino por la cercanía de su cuerpo.

—Eso era lo que quería preguntarte, ¿podrás trabajar normalmente?

—Sí—dijo rápidamente, pero fue incapaz de sostener la mirada del otro, contrarrestando sus palabras.

—No quiero que te lleves a confusión, entre tú y yo no habrá nada más, no volverá a repetirse—dijo completamente serio y Trez se sintió agredido por sus palabras, ¿quién se creía que era? Vale que fuera un sueño hecho hombre, pero no hacía falta ser tan desagradable.

—Lo entiendo perfectamente—confirmó lo más serio que pudo—. Solo fue un polvo de una noche.

No esperaba que el otro sonriera, pues había tratado de sonar desagradable.

—Exactamente, Trez—le dijo sonriéndole, pero de un modo casi predador—. Un polvo de una noche.

Trez estaba entre sorprendido e irritado, ¿el tipo al que admiraba era un cretino? ¿A qué estaba jugando diciéndole que no habría nada entre ellos para luego comérselo con la mirada?

TrezOnde as histórias ganham vida. Descobre agora