Capítulo 24

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Sten estaba haciendo todo lo humanamente posible por escaparse de sus colegas en el Congreso, pero parecía misión imposible.

A lo lejos, estaba Trez, en ningún momento se escapa de su campo de visión.

El esfuerzo que había hecho el día anterior por no entrar a su casa, solo lo sabía él mismo. Trez siempre había sido una tentación para él, no estaba dejando de serlo bebiendo de su copa a pequeños y mirándole con anticipación.

No veía a Samuel por ningún lado para que le echara un cable, no podría recurrir a su amigo.

Tampoco se le pasaba cómo Killian también tenía un ojo sobre ellos, y estaba deseando sacar a Trez de allí para evitar una escena como la de la tarde anterior.

No es que le culpara, pero no iba a consentir ningún tipo de desaire, ni a él, ni a Trez.

Hablaba completamente en serio cuando le había dicho a Trez que quería hacer las cosas bien. Reconocía lo egoísta que había sido con el chico, pero también era cierto que él no había cerrado con la etapa anterior de su vida.

Ahora, ahora se sentía ligero, como si el peso que cargaba en el corazón se hubiera evaporado. Pero si el alemán que le estaba contando por enésima vez sus hallazgos en el Valle de Rim no paraba, acabarían mal.

Trez le sonrió viendo cómo Sten se veía atrapado, y no aguantó más.

—Lo siento, tengo que irme—despachó al alemán. Era muy grosero, sí, pero ya no iba a esperar más.

—¿Interesante lo que te estaba contando?—le preguntó Trez cuando llegó hasta él, Sten le miró sonriendo. Ya no se encogía cuando él se acercaba, siempre se había mostrado algo tímido a su alrededor.

Sin embargo, ahora, se le veía un poco más seguro. Y le gustó aquel cambio, aunque debía reconocer que aquella tentadora timidez le había atraído fuertemente en los inicios.

—Vámonos, o volverá a taladrarme el cerebro con no sé que estrato calcinado.

Ambos salieron del congreso, como dos criminales huyendo de la cárcel.

Sten quería hacerlo bien, pero en ese momento pasaría de la cena, y se iría a cualquier habitación con Trez. Pero se había prometido a sí mismo hacer algunos cambios en el modo que tenían de relacionarse.

Y no, tampoco era algo que estuviera haciendo a disgusto, pero no podía negar las ganas que le tenía al chico.

Sten había cogido el coche para poder llevarles rápidamente al restaurante.

Deseaba alejarse velozmente del museo para no dar ningún tipo de opción a que aquello saliera mal.

Cuando su teléfono conectado automáticamente con el manos libre de su coche comenzó a sonar, resopló.

No pensaba atender la llamada, pero cuando vio el teléfono en la pequeña pantalla del coche, descolgó.

—¿Ha pasado algo?—preguntó preocupado.

—No quería molestarte, pero Sigrid no se encuentra bien.

Sten se hizo a un lado de la carretera, estacionando el coche mirando a Trez que obviamente no entendía nada.

—¿Qué le pasa?—preguntó lleno de angustia.

—La fiebre le ha subido mucho, ¿la llevo al hospital o te espero?—Sten miró de nuevo a Trez.

—Espérame, estoy cerca.

Cortó la llamada, puso de nuevo el coche en marcha.

—Es mi hija, la he dejado con la niñera, lo siento.

TrezOnde as histórias ganham vida. Descobre agora