Capítulo 11

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Trez se había ido de la Universidad sin mirar atrás, porque atrás solo había demasiado dolor y rabia, hacia Sten, hacia sí mismo.

¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo no había sospechado nada cuando Sten siempre salía huyendo de su cama, de su vida?

Le iba a costar tiempo, pero se iba a olvidar de él. No le iba a dar la oportunidad de dejarle tan hundido como Josué. En algo tendría que haber servido aquella experiencia amarga, ¿no?

Cuando entró por la puerta de su casa no había nadie, Chris estaba trabajando y él se alegraba de que nadie tuviera que verle la cara en esos momentos.

Se sentía estafado, aunque Sten jamás le hubiera prometido nada. Pero la sensación de traición, era incapaz de quitársela de encima.

Había tomado aquella cena como algo que no era. No cuando en su casa le esperaban su mujer y su hija. Sabía cómo funcionaban esas cosas, él nunca las dejaría, y Trez no iba a ser el polvo gay de nadie.

Cuando su teléfono sonó y vio quién era, rechazó la llamada.

La insistencia duró tres llamadas más, las cuales Trez no respondió.

No quería escuchar excusas y disculpas, solo le harían sentir más estúpido.

Pero como ya había comprobado, no iba a poder escapar de Sten Baardsson. Serían un par de días sin verle, pero irremediablemente seguía siendo el director de su proyecto.

Suspiró planteándose sinceramente por primera vez, si seguir con aquellos estudios era una buena idea.

Horas después, cuando Trez por fin había caído dormido, Sten volvió a llamarle.

Trez había silenciado su teléfono, y esa nueva llamada volvió a caer en el olvido.

Solo que en sus sueños, donde no había ninguna barrera, Sten entró y lo arrasó todo, como siempre.

Trez se abandonó a su sueño, porque en este Sten solo era para él, le besaba, le sonreía, se perdía en el azul de su mirada.

o0o

Sten estaba molesto con Natalia, pero más molesto consigo mismo por no haberle hablado a Trez de ella.

Había comprendido perfectamente su reacción, quizás él en su lugar hubiera pensado lo mismo.

Trez era incapaz de dejar de expresar en sus ojos, en su mirada y sus gestos lo que sentía. En cualquier situación, y esta no había sido menos.

No entendía cuál era la naturaleza de su relación, solo sabía que Trez le gustaba y cada vez le gustaba más.

Había estado esperando la cena que el chico le había propuesto todos esos días.

Aunque quería encerrarlo entre las cuatros paredes de su habitación, literal y metafóricamente, se daba cuenta de que era imposible.

Porque cada día pensaba más en él, y no siempre sus pensamientos se limitaban al estupendo sexo que tenían.

Y eso, rara vez le ocurría, y de las pocas ocasiones que sucedía esta estaba sentada en el salón de su casa jugando con su hija.

Había llamado a Trez varias veces, pero este no le había contestado. Empezaba a dudar que ese día lo hiciera.

No se le escapaban las miradas que Natalia le dirigía, ni tampoco la felicidad de Sigrid de tener a sus dos padres juntos en casa.

Cuando ella iba a la ciudad nunca se quedaba a dormir con ellos; sus visitas eran muy cortas, y Sten agradecía que no lo pusiera en esa incómoda tesitura.

Por eso cuando llegó la hora de acostar a Sigrid y Natalia se quedó, Sten supo que esta vez sería diferente.

—Lo estás haciendo tan bien—dijo Natalia mirándole a los ojos, seguían siendo tan profundos que Sten fue el primero en desviar la mirada—Es una niña maravillosa.

—Sí, lo es.

—Os echo de menos.

Natalia era directa, había sido una de las cosas que más le habían gustado de su ex pareja, directa, fuerte y sincera. Pero en aquellos momentos, aquella declaración que había estado esperando Sten demasiado tiempo, llegaba tarde.

—Puedes verla siempre que quieras, sabes que no hay ningún problema.

La morena se acercó más a él, habían pasado los años pero seguía siendo tan salvajemente hermosa como siempre.

—No me refería a eso, Sten. Te echo de menos.—Su sonrisa era una trampa, y su mano en su brazo quemaba.

—Natalia, no hagas esto—le pidió.

Ella tuvo la decencia de bajar la mirada, pero cuando la alzó, el corazón de Sten se saltó un paso.

—Tienes razón, perdóname—dijo ella con una sonrisa triste.

—Natalia.

—Voy a estar un par de semanas en Dublín, me gustaría poder hacer cosas con Sigrid.

Sten la miró, unas semanas. Estaba bien, después volvería a irse. Como siempre.

Cuando ella se fue, soltó el aire con fuerza.

Fue hacia la habitación de su hija y miró como la niña dormía plácidamente, y aún así, sonreía.

Sigrid amaba a su madre.

Cerró la puerta, cerró los ojos, y al abrirlos volvió a marcar a Trez. Su mirada tranquila, calma e inteligente. Sus preciosos ojos verdes, su sonrisa de ratón.

Pero de nuevo, no tuvo respuesta. Hubiera ido a su casa, lo hubiera metido entre sus brazos, se hubiera cobijado en su calor para olvidar la presencia de su Natalia.

Pero no podía hacerlo, y se metió en su habitación.

Cuando cerró los ojos se esforzó por visualizar a Trez, pero agotado, dolido y asustado fue la imagen de la mujer a la que siempre había amado la que se coló entre sus sueños.





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En mi mente Natalia es la mujer fuerte y decidida que va tras sus sueños, pero de las que te gusta ver de lejos, no tenerlas en tu vida.

Esta mujer va a empezar a darnos problemas, o no, ya veremos.


Hasta la semana que viene.

TrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora