Capítulo 5

3.5K 417 26
                                    

Trez estaba muy molesto, se había sentido completamente burlado por Baardsson. ¿A qué estaba jugando?

Había salido del Museo a grandes zancadas, metiendo de cualquier modo sus notas en la mochila. Y cuando había llegado a su casa no estaba ni un poco más calmado.

¿Le había coqueteado? ¿Por segunda vez?

Cuando se presentó ante el grupo Trez creyó que el gesto provocador de su lengua sobre sus labios había sido accidental, más o menos. Pero ahora se había dado cuenta de que no lo había sido para nada.

¿Por qué le decía una cosa y al minuto hacía algo para desestabilizarle?

Trez estaba empezando a cuestionarse la admiración que hasta entonces había sentido hacia él.

Obviamente llevaba tiempo admirándolo como profesional, sus hipótesis, sus estudios sobre la materia eran la base de la historia vikinga actual. Había cambiado incluso el paradigma que hasta entonces se había creído.

También le admiraba como amante, no era que Trez hubiera tenido muchos, era cierto, pero sabía reconocer cuando algo era bueno. Y Baardsson era muy bueno, una frase, una caricia, y su cuerpo ardía.

Sin duda, era un buen amante.

Pero como persona le estaba comenzando a defraudar.

¿Por qué tenía esa suerte tan pésima? ¿Qué había hecho para acabar con tipos que no querían ningún tipo de relación? Era lo que Trez se preguntaba una y otra vez.

Algo que había aprendido en el tiempo en el que estuvo deprimido por la ruptura con Josué fue que él sí quería tener una relación estable.

¿Qué había de malo en estar con alguien en exclusiva?

Izan siempre le respondía lo mismo.

—No hay nada de malo, pero las posibilidades fuera son tantas que siempre sientes que estás perdiéndote algo.

Sin embargo, Trez sentía que el que perdía algo de sí mismo pasando de cama en cama era él, de tío en tío, de relación sexual en relación sexual. ¿Dónde quedaba todo lo demás?

Pero no se engañaba, entendía el punto del sexo. Y él mismo había pensado en la noche con Baardsson como eso. Una experiencia.

¿Por qué demonios el estúpido vikingo tenía que jugar a marearle? Trez no le había pedido nada y él le había tirado a la cara su justificación.

—Capullo—dijo entre dientes.

—¿Disculpa?—Chris, su compañero de piso, le miraba sorprendido.

—Perdona, no era a ti—se disculpó avergonzado.

—¿Otra vez ese tal Josué?—preguntó.

Trez se había ido a vivir con Chris después de su ruptura, había roto con todo lo que le recordaba a Josué y sintió que le venía bien cambiar de aires y de caras.

—Qué va, es otro capullo, les atraigo como la miel a las abejas por lo que se ve.—Chris sonrió comprensivo, era un buen tío, tranquilo y nada invasivo. Ordenado y de los que no montaban fiestas en casa, por lo que su convivencia era muy buena.

—No te merecen.—Le dijo Chris palmeándole el hombro. Una cosa que le causaba mucha gracia de Chris era lo ortopédico que podía llegar a ser cuando se refería a cualquier contacto físico.

Trez nunca lo achacó a algún tipo de homofobia, habían sido muy claros cuando se conocieron, y él creía que tenía que ver más con su incapacidad para el contacto humano.

TrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora