Capítulo 27

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Killian despertó con un fuerte dolor de cabeza, la noche anterior había bebido más de lo que su cabeza podía tolerar, de su cuerpo ya ni hablaban.

Lo primero en lo que pensó fue en Trez y en como se iba con Sten, todo sonrisas, todo intenciones.

—Buenos días.—La voz le sobresaltó, se había olvidado completamente de Murphy, el obrero grandullón al que se había follado la noche antes.

Dios, ¿en qué estaba pensando? Realmente, no estaba pensando en nada, estaba dolido, borracho y le hubiera dado igual que fuera Murphy o cualquier otra persona.

Pero había sido este, trabajaba para él, y seguía en su casa.

La sonrisa enorme en su rostro solo auguraba malas noticas.

—Me quiero morir—gimió, sosteniéndose la cabeza.

—Toma, perdona por haber invadido tu cocina, pero pensé que te vendría bien un zumo de naranja y una pastilla para el dolor de cabeza.

Killian abrió de nuevo los ojos, al menos, Murphy estaba vestido. Parecía listo para irse.

Desde que lo vio trabajando laboriosamente el hombre le cayó bien, pero no era su tipo, y esperaba que estuviera bien con eso.

En menuda mierda de persona se estaba convirtiendo, no debería haberse acostado con él, era evidente que él le gustaba bastante a su subordinado.

Tomó el zumo de naranja y se lo bebió de un trago junto a las pastillas, la combinación inmediata era mala. Pero sabía que después le haría bien, no pensaba levantarse de la cama en todo el día.

Se quedó tumbado con los ojos cerrados, hasta que oyó como Murphy se movía.

—Discúlpame—se medio incorporó—, soy un anfitrión horrible. Gracias por traerme a casa, lo de anoche estuvo bien.

No tenía sentido ser un imbécil con alguien más que consigo mismo. Vio la enorme sonrisa de Murphy y le volvió el dolor de cabeza por duplicado.

—Te he dejado hecho algo de comer, quizás luego te apetezca.

La sola mención de comida le revolvió el estómago, pero debía aceptar que era un detalle. Trez no le había hecho el desayuno ni una vez en todos esos meses, quizás también era porque Killian se había encargado de tenerlo tan entre algodones que no se había preocupado de nada más.

Solo recordarlo le dolía, de verdad es que le hubiera gustado que las cosas funcionaran con él. Pero parecía que mientras más se esforzaba peor le iban las cosas.

—Perdona, ya me voy.

Murphy debía haber malinterpretado todo los que el rostro de Killian debía haber reflejado.

Su maldita gata se estaba enredando entre las piernas del grandullón mientras este recogía sus cosas y se iba hacia la puerta.

Killian hizo un esfuerzo enorme y se levantó para encontrarse completamente desnudo, tomó unos pantalones cualesquiera y fue tras Murphy, le estaba haciendo una carantoña a Skadi.

Por su cara no esperaba que Killian le siguiera.

—Oye, gracias, de verdad—se disculpó, parecía que no hacía más que cagarla últimamente.

—No pasa nada, nos vemos en el trabajo.

Era tan extraño, Killian no estaba acostumbrado a acostarse con tipos que le doblaban en proporción, sin embargo en ese momento Murphy se veía mucho más pequeño.

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