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Aquella noche, horas después de que Sam viera las páginas del libro que Cameron le había regalado, apenas pudo probar bocado

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Aquella noche, horas después de que Sam viera las páginas del libro que Cameron le había regalado, apenas pudo probar bocado. Sus padres permanecieron tal como él en total silencio. La comida en base a carne vacuna con verduras salteadas se veía de todo menos apetitosa. No se quejaba, su madre cocinaba bastante bien, pero su estómago se negaba a asimilar algo diferente al malestar generado por su preocupación constante y la amargura que de a poco lo empezaba a dominar.

Solo su hermana parecía disfrutar aquella cena, pero Sam supo que tramaba algo. No siempre se mostraba así de contenta con sus padres. Efectivamente, como pensó, la chica tenía sus segundas intenciones pues no tardó en hablar:

—Mamá, papá, ¿qué creen? Tuve una calificación perfecta en mi examen sorpresa —habló Lizzy. Sam lo miró de manera sospechosa. En cambio, sus padres, lucieron aliviados de tener algo de conversación en medio de aquel silencio lúgubre.

—Eso es increíble, Elizabeth —replicó su madre con una sonrisa.

Sam no sabía cómo, pero a su madre se le empezaban a notar ciertas arrugas alrededor de los ojos que juraría no los tenía hace apenas un mes.

—No esperaba menos de ti, hija —agregó el señor Ross haciendo un ruido tintineante con el tenedor y el cuchillo al cortar la carne. Sam decidió permanecer en silencio para saber cuáles eran las verdaderas intenciones de su hermana.

—Me merezco una recompensa, ¿verdad? —sugirió y Sam presintió que aquello no terminaría nada bien. Los adultos, en cambio, ajenos a lo que realmente ocultaban esas palabras, le dieron la razón—. Quiero volver a ver a mi hermano en casa, lo extraño. Eso es todo lo que pido.

A pesar de la determinación de Lizzy segundos antes, su voz se vio quebrada al final de la oración, lo que generó también un nudo en la garganta de Sam.

La primera reacción vino de la señora Ross, quien de inmediato ocasionó un ruido sonoro al dejar caer los cubiertos sobre el plato de porcelana. Sus manos tuvieron un ligero temblor y rápidamente los bajó en el regazo, su rostro decía todo aquello que ella no podía modular. El hombre a lado de ella, por otro lado, miró con severidad a la chica y ante el asombro de todos, chocó sus dos puños contra la madera de la mesa, haciendo que temblara debido al golpe. Se levantó de manera abrupta haciendo chirriar la silla y con voz gruesa y gélida, habló:

—Eso jamás.

Sus pasos furiosos hicieron eco en la silenciosa casa y pronto continuó el sonido de un portazo proveniente de la habitación que compartía con la mujer que quedó con el semblante en blanco en la mesa junto a los otros dos chicos.

—Es hora de descansar, buenas noches.

Recogió los dos platos y dejó a los dos hermanos intentando en vano continuar con la cena.

—¿Crees que no debí haber dicho nada? —preguntó su hermana. Rara vez le dirigía la palabra luego de haber acusado a su propio hermano, por lo que Sam se quedó en silencio un momento para procesar lo que dijo. 

Corazón ObstinadoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz