V e i n t i n u e v e

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Iker estaba cansado de la condescendencia del señor Betancourt

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Iker estaba cansado de la condescendencia del señor Betancourt. Desde el desayuno, no paraba de darle miradas de preocupación. Eso lo inquietaba. Nadie lo miraba así, lo ponía incómodo. Prefería la indiferencia, no sabía cómo reaccionar a esto. Por otro lado, Jax, con los ojos apenas abiertos por el sueño, cosa que Iker encontraba gracioso, pero jamás lo diría en voz alta; estaba dándole vueltas al cereal con la cuchara.

—¿No vas a usar la leche? —preguntó para despertarlo del sueño.

—¿Para qué? —contestó, pero un rato después agregó un poco, lo suficiente para solo remojar los cereales, luego procedió a meterlos en la boca. Iker rodó los ojos ante sus acciones y tomó su propia chocolatada, preparado por el señor Betancourt personalmente, mientras que el hombre solo tomaba café negro. Un poco del líquido se le escurrió de los labios, pero antes de limpiarlos, Jax lo hizo por él, le pasó uno de los dedos por el labio inferior y luego se lo chupó.

—¿Cómo puedes tomar tanta azúcar? —preguntó haciendo una cara de asco. Iker rodó los ojos. El señor Betancourt carraspeó con fuerza.

—Iker, como te dije ayer, trataré de hablar con el entrenador, tienes demasiadas heridas como para ejercitarte —hizo una seña con la cabeza a su hijo que solo Jax podría entender, luego de eso, el chico se concentró en su cereal y dejó de molestarlo.

—Jugaré. Es mi decisión —sentenció. Le pareció escuchar a Jax susurrar algo—. ¿Qué dijiste? Dilo fuerte si eres tan valiente.

—Dije que eres un tonto, terco y estúpido niño caprichoso —le contestó Jax con altanería— ¿Tanto te cuesta hacerle caso a mi papá y descansar? ¿Podrías tomarte en serio tu salud?

—Lo dice el hijo obediente y perfecto que siempre escucha a su padre —respondió con sarcasmo—. No trates de darme consejos, métete en tus propios asuntos.

—Chicos... —respondió el señor Betancourt con cansancio, como si en el fondo ya se estuviera acostumbrando a sus discusiones—. No empiecen de nuevo.

—Pues dígale a su hijo que deje de meterse en mi vida.

—Me meto porque... —Jax cerró la boca y tuvo una reacción que le resultaría graciosa si no fuera por el ambiente tenso— porque no quiero más molestias.

Iker se enfureció.

—Si tantas molestias te causo, entonces me largo de aquí. Sabía que fue un error haber venido.

Iker se levantó de la mesa y pudo ver por una fracción de segundo, la desesperación de Jax. Eso lo hizo titubear. Por suerte, el señor Betancourt, conociendo la actitud de su hijo, interfirió en la conversación.

—Iker, no hace falta que te vayas, te dije que podías quedarte todo el tiempo que quieras. Sabes que a veces Jax dice cosas que realmente no siente. Sé que él también quiere que estés aquí, ¿verdad, hijo? —la pregunta iba con un tono de advertencia.

Corazón ObstinadoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin