N u e v e

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¿Dijo veinte minutos? Sam estuvo por más de quince mirando el celular sin poder creer que aquella voz que tanto había extrañado le había hablado

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¿Dijo veinte minutos? Sam estuvo por más de quince mirando el celular sin poder creer que aquella voz que tanto había extrañado le había hablado. En total aturdimiento, se levantó con la ropa que usaba como pijama, se puso los calzados y salió de la casa. Menos mal nunca hicieron caso al berrinche de su hermana sobre tener una mascota o en estos momentos no podía escabullirse sin que nadie lo note. Miró la hora en el móvil y por más que solo indicaba las ocho de la noche, sus padres ya se preparaban para terminar el día. Solo el sonido ligero de música pop se escuchaba desde la habitación de Lizzy.

El portón chirrió a sus espaldas y esperó que sus padres lo atribuyan al viento o algo por el estilo y no miren a un Sam demasiado aturdido caminando con nerviosismo rumbo a la calle. Por el camino, pensó en lo que le diría a su hermano en cuanto lo viera e inclusive se cuestionó si lo que había oído fue real o solo un sueño, pero el registro de la llamada de Lucas estaba aún ahí diciéndole que todo era verdad.

No podía negar que estaba nervioso y ansioso, eso se notaba en el temblor ligero de las piernas en la parada de autobuses. ¿Por qué se tardaba tanto? Finalmente, el autobús hizo acto de aparición minutos después. En todo el trayecto, su corazón no dejó de latir desenfrenado y cuando se bajó del mismo frente a la universidad, sus piernas se lanzaron a correr por voluntad propia. Corrió desde la entrada, hasta pasar por las demás facultades y para su desgracia, la biblioteca central no estaba ni cerca de él.

¡Cómo odiaba los deportes!, el aliento estaba atorado en su garganta y el oxígeno apenas le llegaba a los pulmones. Por fin pudo vislumbrar la biblioteca unos metros después, pero estaba cerrada. Luego recordó que lo había citado en el campus cerca de la misma y dando un último suspiro profundo, volvió a acelerar los pasos.

Sus esfuerzos dieron fruto al visualizar a lo lejos la figura de su amigo Lucas esperando por él y como si se tratase de una ilusión, la de su hermano a lado de él.

Cameron.

A medida que se acercaba, la emoción de verlo lo hizo ir más rápido. Su cabello rojizo estaba más largo que el suyo, pero en todo lo demás seguía siendo el mismo.

Ese era Cameron, a salvo. El alivio lo embargó y sus ojos se llenaron de lágrimas que se negó a derramar para no arruinar aquel momento. Se detuvo a unos metros de su hermano. Tantas preocupaciones sobre su paradero y el sufrimiento por lo que había pasado le hicieron dar pasos dubitativos hasta llegar a él.

Luego de unos segundos donde se miraron para decirse en silencio lo mucho que se extrañaron, se dieron un abrazo que demostraba todo lo que no podían decirlo con palabras. Cam era cálido y olía a casa para él. Era su otra mitad, su mellizo. Aquel que lo escuchó y lo apoyó siempre. Quien estuvo para él aun cuando nadie lo hizo.

Después de unos minutos de estrecharse fuertemente, se despegaron para poder mirarse a los ojos. Cameron lucía, por alguna razón, más maduro, como una pequeña versión de un adulto y Sam se lamentó el haber sido parte de la repentina madurez que ahora mostraba.

Corazón ObstinadoWhere stories live. Discover now