V e i n t i s é i s

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A su funeral asistieron tantas personas, que no cabían todos dentro del pequeño vestíbulo de la casa de Fiorella

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A su funeral asistieron tantas personas, que no cabían todos dentro del pequeño vestíbulo de la casa de Fiorella. El color negro era el factor común entre todos ellos, siendo la diferencia, el grado de cercanía con Fiorella.

El diagnóstico final fue sobredosis. Fiorella habría consumido una cantidad significativa de estupefacientes de una paupérrima calidad. La policía estuvo rondando la escuela y otros lugares en busca de más pistas, pero hasta el momento no encontraron nada salvo la caja con las píldoras que Sam le dio. No se necesitaría demasiada investigación para llegar a los culpables, sobre todo porque hubo gente que los vio platicar el día anterior.

Sam estaba sentado en uno de los largos bancos dentro del salón, sus puños fuertemente cerrados y temblorosos, sus ojos rojos por las lágrimas que se negaba a derramar. No lo merecía. Fiorella estaba hermosa dentro de aquel cajón. Hermosa y sin vida. Por su culpa.

La rabia nublaba su vista y le daba ligeros espasmos que las personas confundían con llanto. El nudo que tenía en la garganta era tan apretado que las palabras no podían salir a través de él. Razón por la que no pronunció nada desde que llegó.

Cameron lo miraba preocupado. Su hermano decidió acompañarlo tras ver el estado en que llegó a su casa el día anterior. Ni siquiera esperó a que terminaran las clases. No podía soportarlo. No podía hacerle frente a los demás.

No solo era una enorme furia la que llevaba encima. Era también vergüenza por haber sido partícipe de algo tan atroz. Su primer pensamiento fue entregarse a la justicia y confesar todo, pero estaba aterrorizado.

—Sam, ¿estás bien? ¿Quieres ir afuera un momento? —preguntó Cam mientras lo veía tembloroso y con la cabeza agachada a medida que el hombre encargado del velatorio hablaba.

Sam no contestó. No podía hacerlo.

Fue tan idiota, puso sus manos en el fuego por aquel hombre. Pero Liam solo lo utilizó. ¿Era necesario llegar a estas instancias para que se diera cuenta? ¿Qué tan ciego podía ser? Hilar los eventos le resultó tan sencillo que quiso golpear su cabeza contra una pared por haber sido tan manipulable. ¿Jugar con él era así de fácil?

Michel era el antiguo repartidor y también uno de sus clientes, por eso terminó con una sobredosis. La llamada misteriosa que recibió una vez diciéndolo que se cuidara del hombre, se refería a Liam. Lo que repartió ese día no eran estimulantes. Tantas pistas estaban dispersas de aquí para allá, pero su fe ciega en aquel hombre lo llevó a cometer el mayor error de su vida.

¿Qué palabras le habrá dicho a Fiorella para convencerla de comprar sus drogas? ¡Ella solo quería mejorar su rendimiento académico! Solo quería que sus padres estuvieran orgullosos, demostrarles a todos que era tan inteligente como valiente, pero ahora ya no podría hacer nada de eso. Ahora sería llevada bajo tierra a consecuencia de las acciones de Sam.

No pensó poder llegar a sentir tanto odio alguna vez, pero no solo era por Liam, sino también por sí mismo.

—Mi hija siempre fue una niña frágil —Sam no supo en qué momento se le concedió la palabra a la madre—. Su cuerpo terminaba muy dañado por enfermedades que para otros resultaba muy fácil enfrentar. Pero todo lo que su cuerpo no podía darle, se lo dio su mente y su corazón. Era inteligente y muy astuta, llena de amor y alegría. Cuando tenía siete años, la vi llorando frente a su ventana porque quería salir a jugar a las escondidas con los vecinos, ese día hacía mucho frío y como toda madre sobreprotectora, no la dejé salir. Ella no hizo un berrinche, no, solo asintió con la cabeza con una sonrisa triste en los labios y fue a su habitación. Me partió el corazón verla llorar por mi culpa, así que un día después, le regalé un libro. En ese momento, supe que había hecho lo correcto. Mi pequeña niña no podía salir a jugar tanto como los demás, pero viajó más que ningún niño a su edad, lo hizo con cada página, con cada uno de sus libros. Ella era feliz en su mundo y yo lo era con ella —en este punto, la madre de Fiorella no aguantó y sollozó derramando gruesas lágrimas—. Ella jamás habría tocado toda aquella cantidad de basura que los doctores encontraron en su organismo. Conozco a mi hija y sé que por más que la vida le puso dificultades, no habría recurrido a tales extremos, salvo en caso de ser embaucada. Jamás perdonaré a la persona que la indujo a esto. Que sepa que en esta vida todos recibimos el castigo que merecemos y el destino se encargará de hacerle pagar con un dolor tan grande como el mío. O incluso peor.

Corazón ObstinadoWhere stories live. Discover now