D i e z

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—¿Saldrás de nuevo, Sam? —preguntó su madre al verlo bajar las escaleras con una mochila cargada de libros, carpetas, hojas y un sinfín de cosas más que creyó necesario

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—¿Saldrás de nuevo, Sam? —preguntó su madre al verlo bajar las escaleras con una mochila cargada de libros, carpetas, hojas y un sinfín de cosas más que creyó necesario.

—Iré a estudiar para una competencia de matemáticas —contestó.

La mujer estaba sentada en la sala con los pies puestos encima del mueble mientras se aplicaba esmalte en las uñas. Rara vez la veía hacer eso, siempre suele acudir al salón de belleza para ese tipo de cosas, pero al ver a su hermana cerca de ella haciendo lo mismo, intuyó que lo hacía para poder tener un momento madre e hija.

—No me habías hablado de eso, Sam. ¿Cuál competencia? —preguntó la mujer eligiendo un nuevo color en el estuche a su lado.

—¿Es por el intercolegial? —dijo su hermana Lizzy mirándolo.

—Así es. Lo siento má por no contarte antes, pero lo haré cuando vuelva.

Sam reiteró una vez más su despedida y salió por la puerta dejando a las dos mujeres de la casa seguir con su rutina. Le alegraba ver a su familia forjar lazos de a poco. Su madre debió sentirse culpable por lo que su padre le dijo a Elizabeth la noche anterior y ahora trata de enmendarlo. Con un poco más de esfuerzo, las cosas podrían incluso volver a como eran antes. Aunque ese tal vez no sea el deseo de Cameron, después de todo, él ya encontró su camino. ¿Podría Sam encontrar el suyo?

Tratando de quitar sus pensamientos pesimistas que cada vez son más habituales y frecuentes en él, decidió ir caminando hasta el lugar en que lo citó su profesor para poder despejar su mente y tomar algo de aire fresco. El camino se le hizo un poco más largo de lo normal, pero igual de aburrido. Cuando estaba a solos unas cuadras del lugar, escuchó que alguien lo llamaba. Miró el identificador y reconoció el número de su profesor.

—¿Hola? —habló dudoso pues se le hacía algo extraño que lo llamara de nuevo.

—Estoy esperándote. ¿Dónde estás?

—A unas cuadras. Llego en un momento.

Sam se despidió y antes de aguardar una respuesta, colgó. Fijó mentalmente como un recordatorio preguntar de dónde había obtenido su número de teléfono.

Al estar cerca del instituto, se percató de que había ruidos de pelotazos viniendo del interior, por lo que supuso que el equipo de fútbol también practicaba los sábados, lo que le pareció totalmente innecesario. ¿Por qué practicar tantas veces un deporte para nada inteligente? Si su hermano estuviera aquí, lo hubiera regañado por subestimar de esa manera a los deportes, pero como se encontraba solo, se atrevía a opinar lo que quisiese. Pasó de largo por el lugar sin mirar hacia adentro, aunque si lo hiciera tampoco podría ver nada por las murallas de ladrillos que sobrepasaban su estatura. Llegó en la esquina y se recostó por las paredes esperando a quien supuestamente ya se debía encontrar ahí. Pero no había ni rastros de su profesor. No pasó mucho tiempo cuando vio a una persona acercarse a él y que de apoco fue reconociendo.

Corazón ObstinadoWhere stories live. Discover now